Tarea semanal
Desde
hoy, a las once y veinte minutos de la mañana del lunes, quiero ser
intrascendente, soportarme, absolverme, darme la paz, mirarme. Defenderme de la
miseria, comprar mentiras en el mercado negro, vestir de blanco. Cerrar los
ojos, perderme en lo nimio, aliarme con el sol, borrar el aguacero. Soplar los
fragmentos solitarios del recuerdo, representar la vida, su certeza. Escoger
una ruta el martes, equivocarme, salir de noche, como un prófugo, fugitivo de
mí mismo. Ahondar en el misterio del azar, masticar el error, mirarme de
frente, sonreír Llegar al límite tardío, involuntario, inmóvil, como un pez no
solidario. Someter el dolor de la añoranza, su consistente aroma oscuro,
olerlo. Entrar al laberinto del miércoles, seguir hasta el final del pasillo de
la víspera del jueves, hasta el cuerpo desnudo tendido en el lado luminoso del
amor del viernes. Soltar al miserable maniatado que solloza en la isla.
Acumular innominadas reivindicaciones, gestos huecos y una mirada de perro tras
los cristales del sábado. Después el domingo. Casi nada.


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