Antropófago
Johann Jakob Scheuchzer, Physica sacra, 1731
Tú.
Ellas.
Ellos.
Os miro.
Johann Jakob Scheuchzer, Physica sacra, 1731
Sol en la confluencia de caminos, hay un gallo degollado bajo el crucero de piedra. Obstinación de continuar la marcha sin equipaje, sin candados en la garganta, mirando la nitidez detrás de la montaña del silencio.
Mi voz emigra con espinas, la mensajera de la paciencia se asoma al suburbio de mis pestañas, las palabras tibias desbordan la ingeniería de la espera perfecta.
He dejado los dolores de tantos meses en un armario, bajo la ropa blanca, he doblado los mapas del desconsuelo, me he tatuado su silueta en los muslos, me ciño una cinta de espinas en la bocamanga de las venas.
Mi voz se persigna, reclama orillas, estorba a los leopardos que sortean la trampa de la lentitud, se desliza por la oquedad de la sombra de la higuera.
Hablar no nos llevará al desastre, o sí, pero hablo, escribo un poema de soslayo y no pasa nada ¿o sí?
Desde el final del parking de Camposoto, como cada día, camino por la pasarela de madera invadida por la arena en muchos tramos. A la izquierda los esteros, las marismas, veo insectos, pájaros, ayer se me cruzó un conejo, el otro día un gato o parecido, lagartijas, lagartos, cámbaros que se esconden, chorlitejos patinegros, cigüeñas, gaviotas, con todo, calor y silencio excepto el viento. Detrás de las dunas, a la derecha, se adivina la playa. Llego hasta las ruinas de la Batería de Urrutia al otro lado del caño, Chiclana, y de ahí, la Punta del Boquerón, la isla de Santi Petri a lo lejos. Dos búnkeres, dos torres de señales derruidas, una barca varada, la arena suave, el agua clara, no personas, un lugar mágico. Paz. La vuelta la hago por el borde del agua. Si no es la felicidad es lo más cercano.
Aún no te he contado
que ella era la ausencia,
mi calabozo, mi cadena,
nunca estaba,
caían voces y rocío.
Ella era la espera.
No te he contado
que era la perpetua ausente,
que la vestí de rumores
y vivos sueños,
de almendras amargas,
de fuentes hambrientas.
Ahora apareces tú
- cubro su recuerdo
con un paño morado-
contando secretos
imposibles
de tiempos imposibles.
Tendido en la hierba
sobre el cuerpo de la realidad,
se me escapa
una angustia antigua
de cenizas y espinas.
Vuelvo a creer en la vida.
Una estrecha cama donde estuvo el jardín. Una playa con un búnker, una barca olvidada y pájaros que huyen sobre las olas. Quiero inventar un cuento y he olvidado todas las historias, solo me queda el camino al polvorín, la chica que pasea un perro negro y el cuervo encaramado en la antigua iglesia. Todavía no he visto al demonio, alguien me vigila, no se me pasa el dolor del pecho, los pasos van y vienen, yo no voy.
Nos queda la delicadeza del albañil levantando el muro y las líneas secretas, la jerarquía de los convictos, la aldaba con tres toques y repique, todo es lo vivido, todo es el ayer, todo es tanto y la náusea, lo que no existe es lo que vivo y digo, nada, dije.
Tengamos en cuenta la voz del déspota, la persistencia del adúltero, la reverencia del subordinado, el murmullo del avaro, el impostor reverenciado, la destilación cautelosa de la música, la metafísica del convicto, las cloacas abiertas en la noche, el gozo ajeno, la soberbia del yo.
Aquí se habla de la decrepitud del cíclope, de la embriaguez de la belleza, de la virtud de los centauros, de la arquitectura al servicio de los inmorales, del desvalido que no se reconoce en el otro. Se habla de lo incierto.
Aquí se encuentran, desordenados, párrafos escépticos sobre el tormento del desamor, los celos, también de himnos y a nada que te descuides, San Juan Crisóstomo conduciendo un pensamiento que se difumina en un paisaje de niebla y vacas.
Como se despluma una gallina, estas son voces recogidas con dolor y cigüeñas góticas picoteando con solemnidad las semillas que flotan en el río de la nada, a puñados, trenes entrando en túneles interminables y así sea.
“Quien no se resiste a percibir el deterioro acaba reivindicando, sin demora, una justificación especial para su permanencia, actividad y participación del caos. Hay tantas consideraciones sobre el fracaso general como excepciones para la propia esfera de acción, domicilio y circunstancia. La voluntad ciega de salvar el prestigio de la propia existencia, más que de liberarla al menos –mediante una valoración distanciada de su impotencia e intrincamiento– del telón de fondo de la ofuscación general, se va imponiendo casi en todas partes. Por eso está el aire tan cargado de teorías sobre la vida y concepciones del mundo, y por eso éstas parecen aquí, en este país, tan pretenciosas. Pues al final casi siempre sirven para legitimar alguna situación particular, totalmente insignificante. Por eso también está el aire tan cargado de las quimeras y espejismo propios de un futuro cultural que, pese a todo, irrumpiría floreciente de la noche a la mañana: porque cada cual se compromete con las ilusiones ópticas de su punto de vista aislado.”
Henri Matisse (1869–1954)
Large Red Interior 1948
Estar solo, ¿quién no está solo?, después de todo es una condición natural. Pasear en círculo, ir al mercado, silbar, intentar cánticos nuevos, hacer un acto de fe para inventar el silencio, abrazarse al silencio, buscar en el aullido de los lobos que cercan la caravana el espacio entre la arena y el sudor de las constelaciones, divagar, no asomarse a la ventana, no estar de humor para festejos, componer himnos de seda, mirarse al espejo sin reconocerse, simular una oferta a los dioses ciegos, el amor no está en el índice de este libro, todas las plegarias se pierden en la noche que crece llena de esperanza, dormir y mañana será otro día.
(Espero)
Bien sé que en algún momento del itinerario se producen deserciones, por hastío, repetición, cambios de aire, balanzas no recíprocas, tú me das yo te doy, pito, pito, colorito, donde vas tú tan bonito, la distancia, el día a día, los escritos al viento que cada uno interpreta según su voluntad, uno tan pronto es el que está arriba, en la almena, el protagonista, como la heroína o la se esconde detrás de una cortina que oculta o muestra, ya digo, según su voluntad, como debe ser. Yo qué sé.
No sé cuándo ocurrió, el momento exacto en el que comenzó la consunción del halo.
Comenzamos hoy dos campañas.
Salvar al chorlitejo patinegro y salvar a Pedro M. Martínez
Son dos especies en posible extinción.
Sería una pena, pobres pájaros.
Necesitamos vuestra ayuda.
Mandar algo, yo qué sé, cosas, a vuestra bola.
Muchas gracias.
Fdo: Chorlitejo Mayor y Pedro M.
Utopía y desencanto. Muchas cosas se vienen abajo, cuando se viaja; certidumbres, valores, sentimientos, expectativas que se van perdiendo por el camino -el camino es un maestro duro, pero también bueno. Otras cosas, otros valores y sentimientos se hallan, se encuentran, se recogen en él. Al igual que viajar, escribir significa desmontar, reajustar, volver a combinar; se viaja en la realidad como en un teatro, desplazando los bastidores, abriendo nuevos paisajes, perdiéndose en callejones y deteniéndose delante de falsas puertas dibujadas en la pared:
A veces los lugares hablan, otras callan, tienen sus epifanías y sus hermetismos. Como cualquier otro, el encuentro con los lugares -y con quien vive en ellos- es aventurado, rico en promesas y riesgos. Algunos lugares le hablan hasta al viajero más distraído e ignaro con la evidencia misma de su aparición y de la vida que en ellos bulle. Otros se confían a una elocuencia indirecta, seducen sólo a quienes los recorren conociendo lo sucedido entre aquellos árboles o en aquellas calles: la habitación donde murió Kafka, en Kierling, dice tantas cosas, pero sólo a quien sabe que entre aquellas paredes Kafka vivió sus últimas horas y mira hasta las grietas de las paredes bajo esta luz. Otros lugares se cierran en un opaco silencio y el encuentro fracasa; también el viaje, como toda aventura, está expuesto a la derrota y a la esterilidad. Y esto sucede porque el viajero -por ignorancia, soberbia o acedia- no encuentra la llave para entrar en aquel mundo, el vocabulario y la gramática para comprender aquella lengua y descifrar aquella cultura. El status viatoris que el pensamiento religioso atribuye al hombre implica también esta fragilidad, esta alternancia de gloria y caída, la capacidad de salvación unida a la exposición y al jaque mate y a la culpa.
Hay lugares que fascinan porque parecen radicalmente diferentes y
otros que encantan porque, ya la primera vez, resultan familiares, casi un
lugar natal. Conocer es a menudo, platónicamente, reconocer, es el brote de
algo acaso ignorado hasta ese momento pero asumido como propio. Para ver un
lugar es preciso volver a verlo. Lo conocido y lo familiar, continuamente
redescubiertos y enriquecidos, son la premisa del encuentro, la seducción y la
aventura; la vigésima o centésima vez que se habla con un amigo o se hace el
amor con una persona amada son infinitamente más intensas que la primera. Esto
vale también para los lugares; el viaje más fascinador es un regreso, una
odisea, y los lugares del recorrido acostumbrado, los microcosmos cotidianos
atravesados durante años y años, son un desafío ulisiano. "¿Por qué
cabalgáis por estas tierras?", pregunta el alférez en la famosa balada de
Rilke al marqués que avanza a su lado. "Para regresar", responde el
segundo.
Claudio
Magris, 'El infinito
viajar'.
Anagrama. Traducción de Pilar García Colmenarejo.
Parker está contrariado, sentado en el dique del no continúo. Pasan los días verdes, los morados, su cabeza se hilvana de hilos negros, hierve con libélulas de deseo, con mariposas meciéndose en los largos tallos de los gladiolos, con ranas croando en el filo del verano. Siempre es no.