Pobre de mí.
Créanme
es fea, pero solo si la miras desde un balcón. Para un cantamañanas como yo no
fue difícil verla, aunque para ello tuve que sacar medio cuerpo fuera a riesgo
de romperme la crisma. En aquel momento no medí por qué me arriesgaba tanto,
soy desmedido.
Es fea, decía, pero solo si no metes la cabeza en su pecho y ojeas por dentro, entonces, ay entonces. Lo hice, me curé, dejé de ser un cantamañanas, entré en un estado de absoluta rendición, un bendito. De ahí pase a quitarme el velo y deslumbrarme con su belleza. Vendo cupones por las esquinas, compro postales de su ciudad para no olvidarla, me pongo la chaqueta del revés y a punto he estado de ser arrestado por desacato a las normas.
Créanme ella es bella y canto sus canciones en varios idiomas, pinto su nombre por las paredes, le envío mensajes con golondrinas revolucionarias. El problema es que ahora ella se ha vuelto una cantamañanas y yo sigo feo. Pobre de mí.
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