Parker en Ámsterdam
Es miércoles, Parker está sentado en un banco al lado del Barrio Rojo de Ámsterdam y el sol no brillará nunca más. Llama por teléfono a Marie, dice que se le ha acabado el saldo, que le llama a cobro revertido. Ella no sabe qué es eso y dice que no, no, no. Cuelga. Curiosamente en vez de un beep beep suena una canción de Mocedades que le/me gusta porque le trae recuerdos de una donostiarra trasplantada a la que grababa casetes y papiros.
Es que, según
dice Parker, Marie es un poco como esa canción, tan tierna, tan limpia, tan de
club parroquial, tan de llevar el cantarillo a la fuente, tan Amaya (mucho más
guapa), tan sorprendida por ese aprendiz de poeta extranjero que le envía
sonetos envueltos en hojas de lechuga, en alas de mirlos, en cortezas de
melocotón ensartadas por una daga que escarba en recuerdos que están tan en el
fondo que al ver la luz brillan como fuegos artificiales de fiestas de agosto,
así no hay quién resista el dolor de tanto tiempo pasado, de tanta alegría
retenida, de enseñar el cielo en la palma de la mano, nada por aquí, nada por
allá y en un zas desaparece el universo y solo queda la soledad, el vacío, el
eco y esta canción que Parker tararea en su móvil fuera de cobertura.
2 comments :
Algunas vidas son teléfonos sin cobertura... parecen no funcionar,pero cuando logras un línea de cobertura es imposible callarlos...
Beauséant, algo así como ese les das la mano y se cogen el brazo. Es curioso como cuando te quedas sin cobertura miras a todos los lados, asombrado, confuso, no entendiendo esa anomalía, ¿qué sucede?, yo, sin cobertura, yo. Como cuando esa persona a la que amas te dice eso de podemos ser amigos. (No viene a cuento pero es para animar esto de los comentarios. Agradezco mucho los tuyos.)
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