El trayecto del rinoceronte (3)
No,
claro, no me he quedado mudo, no me suelten la mano que nuestro tiempo sigue
aunque no lo tengamos, aunque sea él quien nos tiene atrapados en calendarios,
en agendas repletas de citas vanas pero que nos alimentan, en hablar de
deporte, del Athletic, de Windows 10, de ponencias o de líneas que se pierden
en las azoteas de un edificio que nos contiene y alberga mientras los que nos
quieren o nos conocen o nos soportan o nos recuerdan, dan vueltas por la casa,
por la calle, por la ciudad ajena, por este mundo tan pequeño que mira a otros
mundos, el suyo se quedó aburrido y ya conocemos tanto de tantos que nos
llenamos de la ignorancia de un nosotros que antes, porque antes es un buen
título para una canción, para un bolero, para una excusa, para una indulgente
forma de cerrar los ojos a los brazos abiertos sobre la cama como un ataúd,
como un desierto, como una mazmorra, como una fiesta de gritos y besos y pasión
- nos van a oír- y que nos importa si, a veces, tú, o yo, no nos
encontremos, si tú, y yo, sabemos, sabemos qué, sabemos aunque y a veces
soñamos con escalerillas de avión y cómo será, y si…, y luego el teléfono, o
algo urgente, o un ruido metálico nos distrae y ese cuadro está movido como un
rinoceronte que trota hacia nosotros, desafiante.
Solícito el silencio se desliza por la mesa nocturna, rebasa el irrisorio
contenido del vaso. No beberé ya más hasta tan tarde: otra vez soy el tiempo que me queda.
Detrás de la penumbra yace un cuerpo desnudo y hay un chorro de música hedionda dilatando las
burbujas del vidrio. Tan distante como mi juventud, pernocta entre los muebles el amorfo, el
tenaz y oxidado material del deseo. Qué aviso más penúltimo amagando en las puertas, los grifos,
las cortinas. Qué terror de repente de los timbres. La botella vacía se parece a mi alma.
De "Laberinto de fortuna" 1984 .-. José Manuel Caballero Bonald
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Antes de despertar, antes de tomar el primer café de la mañana. Antes de la ducha. Antes de vestirte. Antes de acicalarte. Antes de vestirte. Antes de coger las llaves al salir de casa. Antes de ver el primer rayo de sol. Antes de que la lluvia acaricie tus pestañas dándote los buenos días. Antes de zambullirte entre papeles, entre horizontes humanos. Antes de hacer un alto en la mañana. Antes de retomar la actividad. Antes de mirar el reloj. Antes de acabar una nueva jornada laboral. Antes de reunirte con los amigos y antes de pedir la carta. Antes de echar un pensamiento de azúcar y dos suspiros de leche al segundo café del día. Antes de las risas, antes de las confidencias. Antes de las despedidas y antes de decir “hasta mañana”.
Antes de abrir un libro, antes de que suene la canción, antes de ver de ver el título de la película. Antes de que salgan créditos. Antes de que se acabe. Antes de abrir una hoja en blanco y antes de mancillar la primera tecla para dibujar un espejismo. Antes de callar y antes de hablar. Antes de reír a carcajadas; antes de soltar el llanto. Antes de parar y antes de caminar. Antes de imaginar y antes de consumar. Antes de irse y antes de regresar.
Antes de dar el primer beso, antes de rozar la piel codiciada. Antes de abandonarte a la ternura, antes de que la pasión conquiste los latidos desenfrenados. Antes de que la respiración se agite, antes de que los poros liben elixires. Antes del éxtasis. Antes del abrazo. Antes de quedarse solo. Antes de deleitarse con la compañía. Antes de saborear un silencio y antes de quedar aturdido por el ruido que osa contaminar la quietud. Antes de las conversaciones de ascensor y antes de las tertulias que dejan buen sabor de boca.
Antes de todo esto y de mucho más hay TIEMPO que sucede, que transcurre. O quizás somos nosotros los que queriéndolo sujetar entre nuestros dedos pasamos antes por él intentado que no se nos escape ni una milésima de segundo. Y creemos (ilusamente) que le hemos ganado el pulso.
Tu Rinoceronte me incita a esprintar, me deja sin aliento, no me da tregua. Es un carillón desbocado. Galopa a toda velocidad y sin avisar, vira en plena carrera, dejándome ahí plantada. Y así me veo girando la cabeza como laniñadelexorcista para seguir su recorrido. Y las bolitas (de los ojos) están bailando un regetón pobreticas mías. Arfsssssssssssssssssssssssssssssss. Cómo no se va a torcer ese cuadro con el ímpetu que lleva el animalico acuernado, si es cual terremoto que hace temblar las manecillas del reloj a su paso ;-)
Antes de dejarte los Besets, cojo aire, y lo hago antes de antes, antes de durante y antes de después. Pero antes de todo esto: ¡Respiro! Y aquí tienes la mano que nos pides (levantando manica)
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