Julio Cortazar - Parte IV de IX (y Rayuela)
 Capítulo 5
A Oliveira le gustaba hacer el amor con la Maga porque nada podía ser más  importante para ella y al mismo tiempo, de una manera difícilmente comprensible,  estaba como por debajo de su placer, se alcanzaba en él un momento y por eso se  adhería desesperadamente y lo prolongaba, era como un despertar y conocer su  verdadero nombre, y después recaía en una zona siempre un poco crepuscular que  encantaba a Oliveira temeroso de perfecciones, pero la Maga sufría de verdad  cuando regresaba a sus recuerdos y a todo lo que oscuramente necesitaba pensar y  no podía pensar, entonces había que besarla profundamente, incitarla a nuevos  juegos, y la otra, la reconciliada, crecía debajo de él y lo arrebataba, se daba  entonces como una bestia frenética, los ojos perdidos y las manos torcidas hacia  adentro, mítica y atroz como una estatua rodando por una montaña, arrancando el  tiempo con las uñas, entre hipos y un ronquido quejumbroso que duraba  interminablemente. Una noche le clavó los dientes, le mordió el hombro hasta  sacarle sangre porque él se dejaba ir de lado, un poco perdido ya, y hubo un  confuso pacto sin palabras, Oliveira sintió como si la Maga esperara de él la  muerte, algo en ella que no era su yo despierto, una oscura forma reclamando una  aniquilación, la lenta cuchillada boca arriba que rompe las estrellas de la  noche y devuelve el espacio a las preguntas y a los terrores. Sólo esa vez,  descentrado como un matador mítico para quien matar es devolver el toro al mar y  el mar al cielo, vejó a la Maga en una larga noche de la que poco hablaron  luego, la hizo Pasifae, la dobló y la usó como un adolescente, la conoció y le  exigió las servidumbres de la más triste puta, la magnificó a constelación, la  tuvo entre los brazos oliendo a sangre, le hizo beber el semen que corre por la  boca como desafío al Logos, le chupó la sombra del vientre y de la grupa y se la  alzó hasta la cara para untarla de sí misma en esa última operación de  conocimiento que sólo el hombre puede dar a la mujer, la exasperó con piel y  pelo y baba y quejas, la vació hasta lo último de su fuerza magnífica, la tiró  contra una almohada y la sábana y la sintió llorar de felicidad contra su cara  que un nuevo cigarrillo devolvía a la noche del cuarto y del hotel.


 
1 comments :
Señoras y señores, estoy disfrutando de unas vacaciones maravillosas. Les envío mi saludo y mi recuerdo. Abrazos.
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