Julio Cortazar - Parte VIII de IX (y Rayuela)
Capítulo 40  
   Se dio cuenta de que la vuelta era realmente la ida en más de  un sentido. Ya vegetaba con la pobre y abnegada Gekrepten en una pieza de hotel  frente a la pensión "Sobrales" donde revistaban los Traveler. Les iba muy bien,  Gekrepten estaba encantada, cebaba unos mates impecables, y aunque hacía  pesimamente el amor y la pasta asciutta, tenía otras relevantes cualidades  domésticas y le dejaba todo el tiempo necesario para pensar en lo de la ida y la  vuelta, problema que lo preocupaba en los intervalos de corretaje de cortes de  gabardina. Al principio Traveler le había criticado su manía de encontrarlo todo  mal en Buenos Aires, de tratar a la ciudad de puta encorsetada, pero Oliveira  les explico a él y a Talita que en esas críticas había una cantidad tal de amor  que solamente dos tarados como ellos podían malentender sus denuestos. Acabaron  por darse cuenta de que tenía razón, que Oliveira no podía reconciliarse  hipócritamente con Buenos Aires, y que ahora estaba mucho más lejos del país que  cuando andaba por Europa. Sólo las cosas simples y un poco viejas lo hacían  sonreír: el mate, los discos de De Caro, a veces el puerto por la tarde. Los  tres andaban mucho por la ciudad, aprovechando que Gekrepten trabajaba en una  tienda, y Traveler espiaba en Oliveira los signos del pacto ciudadano, abonando  entre tanto el terreno con enormes cantidades de cerveza. Pero Talita era más  intransigente (característica propia de la indiferencia) y exigía adhesiones a  corto plazo: la pintura de Clorindo Testa, por ejemplo, o las películas de Torre  Nilson. Se armaban terribles discusiones sobre Bioy Casares, David Viñas, el  padre Castellani, Manauta y la política del YPF. Talita acabo por entender que a  Oliveira le deba exactamente lo mismo estar en Buenos Aires que en Bucarest, y  que en realidad no había vuelto sino que lo habían traído. Por debajo de los  temas de discusión circulaba siempre un aire patafísico, la triple coincidencia  en una histriónica búsqueda de puntos de mira que excentran al mirador o a lo  mirado. A fuerza de pelear, Talita y Oliveira empezaban a respetarse. Traveler  se acordaba del Oliveira de los veinte años y le dolía el corazón, aunque a lo  mejor eran los gases de la cerveza.


 
2 comments :
Rayuela ahora mismo...me pone terriblemente nostalgica...paso de puntillas por si acaso, Pedro.
Beso.
¡Qué gusto me dio escucharlo y seguirlo un poco al Lobo con la Osita y recordar mi peregrinaje por París a la busca de sus huellas. Gracias!!
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