martes, 10 de julio de 2007

Carmen

Carmen tiene cuarenta años y es una mujer afortunada.
Eso piensa mientras escucha a sus tres hijos jugar por el barrio de casas bajas. Aunque no son muy estudiosos, nunca le han dado un disgusto y están sanos.
Su marido es un buen hombre, trabajador, no habla mucho, no es demasiado cariñoso pero en su último aniversario de boda fueron a cenar.
Carmen limpia de madrugada las oficinas de un banco, ya no se parece a Jennifer López pero por la calle todavía la miran al pasar. Tiene todo para ser feliz, aunque estos días está preocupada.

Cuando acaba la jornada, los niños viendo la televisión, su marido en el bar y el sol despidiéndose en el tejado, Carmen pasa a la casa de su vecina Ana. Allí, sentadas en la cocina, se cuentan sus alegrías, sus sueños, su aburrimiento. Ana no tiene hijos y su marido, que trabaja en una empresa de montajes, solo vuelve a casa los fines de semana.

Es julio y la temperatura es alta. Las calles están en silencio. Hoy han pasado al cuarto del fondo, el de Ana, y allí ojean una revista de modas. Tumbadas sobre la cama, hablan de artistas, de películas, del barrio. No se dicen nada nuevo pero disfrutan del frescor de esa parte de la casa, de esa charla que comprenden y comparten. Se sienten cómodas. Ana le mira, le dice que no parece que haya tenido tres hijos y, como al descuido, le acaricia las caderas. Carmen siente un estremecimiento y sigue la conversación. Ana juega con los tirantes de la bata de Carmen y le habla de algo que ella ya no escucha. Solo siente un calor intenso en la cabeza y escalofríos subiéndole por la nuca. Esa noche, en su cama, junto a su marido ya dormido, piensa en que no está bien que los dedos de su amiga le hayan dejado tan temblorosa.

Al día siguiente, a pesar del calor, Carmen prefiere quedarse en la cocina. Mientras se regalan confidencias permanece expectante, alerta, no sabe si Ana repetirá sus caricias. Se conocen desde hace años y jamás se había comportado así. Ana habla sobre los participantes de un concurso en la tele y dice que le gusta el chico moreno, el de Madrid. Se va a su casa y no ha ocurrido nada.

Ha pasado una semana, la tarde ha sido asfixiante, Carmen y Ana, sudorosas, beben un refresco y se cuentan los planes para las vacaciones. Pasan al cuarto de Ana, que imita a su marido cuando conduce la furgoneta, se sienta sobre la cama y hace gestos con los brazos. Las dos ríen. Carmen la empuja y caen sobre las sábanas. Están contentas. Ante sus carcajadas, Ana le tapa la boca con la mano, Carmen también pone su mano sobre la boca de Ana y sus miradas se cruzan, ahora están abrazadas y algo les detiene. Pero se miran a los ojos y lentamente se acarician, sin dejar de mirarse, se quitan la ropa, se tocan, se sienten, se buscan, sienten su desnudez, sus húmedos escalofríos, se encuentran sus bocas, se acarician los muslos, se hablan tan suave que el tiempo se detiene y Carmen vuelve a su casa con un extraño gusto en la garganta.

El domingo, Carmen, del brazo de su marido, pasea por el barrio. Saluda a los vecinos, distraída, porque algo intenso ocurre en su interior. Tenía todo para ser feliz pero ahora, esa felicidad son los atardeceres en la casa de su vecina. Y cree que no está bien, pero cuenta las horas que le quedan para estar en brazos de Ana.

Por eso estos días está preocupada.



15 comments :

Margot dijo...

El amor entre mujeres surge con más facilidad, no confunden el deseo. O eso creo.

Me encantó la historia, no "chirría" y se lee tan natural como podría suceder.

Nos debes una ( a mí dos jeje).

Es cierto.. que es de los chicos? echo de menos sus comentarios.

Un besote con tirantes

M dijo...

Esta visto: lo que sobra son maridos, nada como la relacion de buena vecindad.

B x C

Gusthav dijo...

Uy, la amistad es lo mejor que nos ha pasado a Arthur y a mí. pero viendo lo que ha pasado entre Ana y Carmen, dudo que sea amistad, yo creo que lo de ellas va más allá, hasta podría pensar que es Amor, pero entre mujeres.

Y para Margot: yo supongo que Arthur y yo somos los chicos que decís y mencionás. Asíque por lo menos acá estoy yo, y Arthur ya no tarda en venir otra vez, parece que ya se está arreglando ésta situación.

Saludos y abrazos

Nice Day, con toda mi Alma:
Gusthav

Gusthav dijo...

Y también para Mar:

Acá sigo, sólo que no había podido venir porque sí, la tristeza de Arthur ya también me estaba afectando a mí. Además ahora somos los enfermeros de su hermano y su Mamá porque tuvieron un accidente manejando, pero ya están bien.

Saludos, abrazos y besos

Nice Day, con toda mi Alma:
Gusthav

P.S. Pedro, molto grazzie por dejarme utilizar tu espacio, sos un buen amigo, de veras, en serio, de verdad.

Pedro M. Martínez dijo...

Margot, no tengo ni idea de cómo surge el amor entre mujer y hombre, imagínate entre mujeres.
Intento historias con mucho atrevimiento, sin demasiado miedo al ridículo.

Los chicos llevan sus historias, son buena gente.

No entiendo eso de un beso con tirantes, pero estaba muy rico.

Pedro M. Martínez dijo...

Viuda de Tantamount, el que tiene una buena vecina no sabe lo que tiene.
Sobran, sí, un marido lo tiene cualquiera.
Y un ex¬- marido también.

Pedro M. Martínez dijo...

Amor es amor, Gusthav, no vengas ahora con limitaciones.
Por ejemplo, entre Arthur y tú hay una amistad intensa, se percibe. Y eso con lo difícil que es ser Arthur. ¿Ves? Estáis rozando la definición.
Y luego está lo del sexo, que es otra cosa (a veces complementaria)
Saludos

Gusthav, no tienes que darme las gracias, esta es tu casa.
Cuida a Arthur.

Carmen dijo...

Me siento identificada con más de una cosa además, claro está, que que me llamo Carmen... y no me parezco a Jenifer López, jajajaja! De aquí poco es mi aniversario de boda y mi marido espero que cariñosamente me lleve a cenar.
Besos de mes de julio, es decir calientes de temperatura, ¿no?

Mar Benegas dijo...

Eso de que el sexo es complementario podría ser largamente discutido, dejémoslo en que hay diferentes tipos de amor, y cada amor tiene su encanto, sus hormonas y sus cositas.

A veces el amor surge donde menos te lo esperas, en la casa de la vecina por ejemplo.

Gracias Gustav, nos tenéis preocupados.

Besos, muy acogedora tu casa, Pedro.

Isabel Barceló Chico dijo...

Está contada esta historia con mucha delicadeza y mucha economía. Me ha gustado mucho y me ha parecido feliz, aunque Carmen ande estos días preocupada. Besos.

Pedro M. Martínez dijo...

No, antherea, será tu julio, aquí llevamos un mes más parecido a otoño que a verano, la gente está desesperada, las tiendas vacías, y las playas, claro, los niños llorando en los balcones, los caballos atados al quicio, los abuelos no se abanican, un horror. Además me gustas tú mucho más que Jennifer ¿dónde va a parar? Pues eso, besos.

Pedro M. Martínez dijo...

Mar, que si es por discutir se discute, sí, pero no, hoy no, ni por sexo complementario ni por nada, que tengo un día así, ploff, apático, debe ser el cielo gris, que es miércoles, la necesidad de vacaciones, la resurrección de la carne, la vida eterna, amen.
Besos

Pedro M. Martínez dijo...

Isabel Romana, no solo Carmen, yo también estoy preocupado, que pasan los días y no sale de casa de la vecina y aquí está todo manga por hombro y bastante tiene uno con ir y venir y los jefes y la obra y la paga de julio y los niños que crecen, todo, que antes me quería, o me quería de otra forma o qué sé yo. Un fastidio.
Besos bilbaínos (se les quita la piel y se doran a fuego lento)

makkkafu dijo...

Ay ay ay ¡¡¡¡¡ inconmesurables son los caminos del deseo.

Carmen no se debe de preocupar, mi consejo es que se deje llevar y que disfrute, que la vida son dos días.

C.A. Makkkafu.

Pedro M. Martínez dijo...

Díselo tú, makkkafu, que a mi no me hace caso. Te paso su teléfono.
Bessos

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