domingo, 30 de septiembre de 2007

Ed è súbito sera.

Ognuno sta solo sul cuor della terra
traffito da un raggio di sole:
ed è súbito sera.
(
Salvatore Quasimodo)



Ángeles, luz, azufre en las uñas, el engaño del malo navegando en ríos de estupor, alguien me está observando y no sé quién es, escucho voces, sí, entran sonidos de acá y de allá, desnudos, embozados, añazagas, enigma en mitad de la llanura del universo, brisa de dolores, un cielo lleno de peces, traspiés, obsesión de los equilibristas, olores marinos, el pensamiento en un cubo de Rubick, ¿cree usted que es grave?
(Silencio)

Laurel en las sienes, adorno de vencedores, nebulosas angustiadas, insomnio cada noche, miradas al otro lado de la valla, terror de telescopios, vientos atravesando la infancia, la vejez, pintar de rojo las puertas, que no entren, que pasen de largo, serenidad en el naufragio, caída por un agujero interminable, rodando, rotando, el pozo del tiempo, mis obsesiones creciendo como fétidas plantas desdentadas ¿cree usted que debo preocuparme?
(Silencio)

Vértigo, ojos arrasados de llanto, soldados con espadas ensangrentadas, centuriones de la muerte, sonrisas en el muro que separa la playa, torrenteras que arrastran jaulas con los condenados de octubre, huesos fluorescentes en el polvo, carpas saltando junto al pescador, el barco cabeceando en la tormenta, crujiendo, chirriando, gimiendo, olas saltando sobre el prejuicio y la moral del tribuno, sueño, mucho sueño ¿cree usted que debo dormir?
(Silencio)

He perdido las riendas, el caballo, el norte, el camino, no recuerdo de dónde partí, dedos como anzuelos, un antropófago sentado en la punta de un iceberg, océanos helados, pájaros blancos errantes en cielos nublados, fotógrafos apostados entre los osos, poetas ebrios de soledad y miedo que ven más allá, dentro, diferente, ojos de insecto, oídos de perro, vértigo de vivir, música de clavicordios, ella mirándome sin verme ¿Cuándo vuelvo?
Vuelva usted mañana.

-¿Quién es ese señor?
-No lo sé, viene cada mañana a la ventanilla.
-Pero si esto es la delegación de Hacienda.
-Ya, pero él no lo sabe.
-Pues que vuelva mañana.
-Eso.





sábado, 29 de septiembre de 2007

L`origine du monde


L`origine du monde, por supuesto,
JAM detrás de la cortina.

En la testuz del toro del miedo,
herido, corneado, vencido.

Desgarrada mi cobardía
en espinas de alas de querubines.

Mi cuerpo entre cuatro caballos,
tormento de vivir en la duda.

Saber, saber que no, dolor
de impotencia consentida.

Palabras que vuelan, huecas,
sin viento, se ven los hilos.

Carretera al sur, plazas vacías,
Polonia, septiembre, volver.

Pero

La sentencia está firmada:
cúmplase.

Amen.


viernes, 28 de septiembre de 2007

En primera línea.


Ya que el deber tiránico me exige
que yo oculte mis tristezas íntimas
para poder hablarte y conmoverte
voy a escribir a espaldas de mí misma.

(Juana Borrero - Cuba 1877-1896)



En primera línea, en las trincheras, hundidos en el barro hasta las rodillas, asomando la cabeza con tiento, sabiendo que somos los siguientes, los de la próxima batalla, temiendo su inminencia, nuestras escasas fuerzas, lo cruel del combate, lo irremediable del desenlace, que estamos vencidos aún antes de comenzar.

Y sin embargo ajenos a los pregoneros del miedo, al silbido de las serpientes, en vigilia, con inspiración, airosos, benditos sin bendiciones, con un sombrero de plumas, alegres, brindando al viento, ebrios de vida, saltando con agilidad la arquitectura de los días, traduciendo las sílabas de la risa, eludiendo la geografía de lo complejo, nadando en besos, deslizándonos en abrazos, casi exultantes.

Que nadie sople nuestros faroles, que nadie borre el camino escogido, que las nubes pasajeras no nos impidan ver el rumbo marcado por las estrellas, que nada restrinja nuestro gozo, que nadie nos prohíba la felicidad, los sueños, que nunca el pasado nos siga, furtivo, recordándonos lo que no fue, lo de antes, que el ahora nos colme, nos haga levantar la mirada, que el espejo nos mienta, nos mime, nos ensalce.

Que la inocencia siga en equilibrio, que no perdamos la voz espontánea, la piel erizada, el sentimiento ahogándonos, oprimiéndonos la garganta ante lo bello, lo profundo, lo que nos vuelve el alma del revés, todo aquello que apenas sabemos definir pero que nos hiere de intensidad, de anhelo, que nos toca ahí dentro, en lo más íntimo, allí donde ni siquiera nosotros mismos sabíamos que existía un territorio.

Que no nos falte el deseo como un lobo poderoso, ni el abrazo de nuestros amigos, ni los cantos de sobremesa con una copa de vino en la mano, ni las ganas de pasar mil medianoches bajo un cielo negro, nuestro, hablando de caricias y halagos, de amistad, deliciosa conversación del ahora, lo que somos, sin distraernos del objetivo, que no baje el telón de la comedia, que sigan en el destierro los cazadores de dramas.

No queremos sólo esto sino todo, que la brújula señale siempre la primavera, que el crepúsculo no se destiña con la lluvia, que la memoria se serene y amasemos las horas del amor, demorándonos en gemidos y dulzura, que los olores de la niñez no se pierdan, que los ojos de nuestra niñez no se apaguen, que esta hora, que este día de hoy sea único, es el momento de continuar, llorando, luchando, riendo, siendo, viviendo. Os abrazo.



jueves, 27 de septiembre de 2007

Palimpsesto encontrado en Bilbao.


Un dolor mineral me muerde el alma como un enorme caballo ciego.
Me saco las venas, una a una, las coloco sobre la mesa, paralelas.
Subo y bajo por escaleras de soledad que llevan a ninguna parte.
Salgo a pasear por la calle de los que compran y los que venden.
Camino bajo el tañer triste de las campanas de la catedral.
Mi estrategia es hablar con las grúas, con el aburrido sacristán,
con los recolectores de sequía, con los sonrientes demonios.
Bajo el reloj los niños alargan el tiempo con sus brazos de futuro.
Una niebla melancólica, suave, nos oculta, nos muestra.
Guardo un sueño intacto entre nubes de nombres y gestos sonrientes.
Las ideas se me escapan como el agua en un jarra rota.
Pierdo palabras entre aromas de bronce y grullas impasibles.
Escribo un poema de la derrota, herido por sentimientos que me vencen.
Ingenuo como una canción de taberna saltando sobre los barriles.
Presa fácil como un inconsciente jilguero que vuela entre halcones.
Triste como los puertos del abismo, escala de barcos fantasmas.
Planea una gaviota en el bajamar de la ría amortajada.
De los balcones caen miradas de tedio y soledad.
Detrás de las persianas una mujer susurra deseos de amor enajenado.
Quiero poner mis dedos en sus muslos y saciarla de voces como insectos.
Saber que buscan los buzos sumergidos en una inmensidad de peces diminutos.
Traspasar la puerta de crispación, desgarro y declaraciones solemnes.
Sentarme en la raya de algas que separa la certeza y la ansiedad.
En esta fecunda tierra nuestra arropada con banderas que se odian.
Sonámbulo entre idilios inventados, con palabras candentes y silencios luminosos.
Saber que decir sus nombres es decir el mundo en el que quiero habitar,
el único en el que jamás me he sentido extranjero.
Un recuerdo tatuado, aún fresco, me acaricia las sienes hasta que un atronador
ruido de cerrojos me distrae, me obliga a mirar hacia otro lado.
Un dolor mineral me muerde como un enorme caballo ciego.
Etc, etc.


miércoles, 26 de septiembre de 2007

Desolado.

Desolado, otro, diferente, salto entre los años pasados liberándome de las viejas definiciones, caen de mi boca, me vacío, deshabitado, tembloroso, exaltado, todo lo ignoro, sólo siento espadas, filos que me atraviesan, ciego, arrasado, tarareo mientras mi cabeza se balancea atrás y adelante, las palabras han huido, debo rebuscar entre sonidos, el eclipse de la vida ha cesado y la luz de ese dolor saliendo detrás de la montaña de la muerte me derriba, perdido, derrotado, absorto en el no milagro, pequeño, asustado después de la batalla, vencido sin haber podido luchar, sólo esa luz, esa luz, y los ecos.

De improvisto el círculo se ha cerrado y estoy atrapado en certezas, en no puede ser, en miedo que me zarandea y golpea, oh, oh, oh, el cuerpo es un quejido, no miréis, no veréis el alma, despreciar la enfermedad, tú, dolor, vete, tu luz me rompe, me esclaviza, no sé, ven, vete, fúndete con este ahora sin estrellas, nubes y calles estrechas, miradas, ojos persiguiéndome, no puedo correr, no tengo piernas, ¿por qué ahora? justo ahora, miro al cielo y una constelación resignada nace entre mis manos y no quiero utilizar estas herramientas gastadas, porque todo es más sencillo, todo más puro y digo que le quería, temblando, me corto la lengua, golpeo mi cabeza contra la piedra, me escondo y un infierno lleno de ángeles se levanta sobre la playa antes de mirar los recuerdos y perecer, antes de abrazarlos y perder para siempre toda esperanza de regreso al ingenuo paraíso de la niñez.

Puedo callarme, sí, hablar más claro, llorar, oh, arrodillarme, puedo correr como un perro sobre la luna, puedo poner el corazón herido sobre un plato, puedo atarme una piedra al cuello, pero tú que lees no caigas en la trampa, todo esto que digo es una inmensa pena vibrando en el borde de un sentimiento en carne viva. Por él.


domingo, 23 de septiembre de 2007

sábado, 22 de septiembre de 2007

Críptico, tal vez.

OJALÁ con el tiempo
sólo quede lo bueno, que los años
arrasen la memoria de los días
de miseria y que el viento,
igual que se llevó nuestras promesas,
se lleve las palabras alevosas
con que nos golpeamos
hasta hacernos sangrar.
Que el corazón descanse y que la lluvia
borre la última huella
de la última batalla.

(José Fernández de la Sota)



Lo aviso aquí y ahora: estoy esperando el milagro, que se aparezca la virgen sobre una zarza ardiente, que luzca el sol en mitad de la noche, que se abran los océanos, que caminemos por el aire de entonces. Ya.


Mientras llega pinto mis paredes de amarillo, de alegría, de verde, me siento junto a la ría a ver la natación sincronizada, las regatas, mi infancia en la barca que me llevaba a la otra orilla, justo donde estoy ahora, imagen metafórica. Ya no llegan hasta aquí las gaviotas ¿os habéis fijado? No.


A la izquierda la belleza insoportable del Guggenheim, sus líneas de titanio recostándose en la cabeza de un arquitecto loco, artista, comerciante, prestidigitador, un genio trilero negociando con políticos ensimismados en su ombligo con boina y acento de Txomin del Regato. Fue así.

Mediante una ajustada economía de palabras el improvisado guía logra arrastrar al despistado y exiguo grupo de turistas holandeses desde la ingestión masiva de pintxos y cerveza, desde el mostrador de la taberna a esa marca roja en un cartel a la altura de un primer piso. Siguiendo la señal del dedo del entusiasta cicerone leen sin entender: Hasta aquí llegaron las aguas una noche de finales de agosto de 1983. Recuerdo que entonces parecía que se acababa el mundo y ha pasado una eternidad. Así me esta ocurriendo ahora, sobreviviré. (Críptico, tal vez, Camille, pero no tanto.)


De otra parte, si al llegar a cierta cota de la vida uno no aprovecha lo que queda de energía disponible, la masa de los años y los cabos sueltos, lo sabido y lo olvidado, la multitud de cicatrices y censuras, entonces puede ocurrir que la curiosidad se agote y que la fiesta se reduzca a cenizas. (Salvador Pániker)


viernes, 21 de septiembre de 2007

Semilla de mostaza.

En la madrugada de China, hordas de pintores se agazapan bajo la loma a la espera del amanecer para atraparlo y destrozarlo en sus lienzos con su arte de caligrafía fraccionada y pinceles torcidos.
Pero hoy toca lluvia de ángeles y las acequias están saturadas de querubines, los caminos rebosan tronos aburridos, dominaciones impacientes y el barro brilla con efímera santidad.


El mundo es un carro de heno y los ancianos padres de Pan- Yüe están sentados bajo el oculto sol de los presagios. Hablan emocionados de su hija tan especial. Todos los padres chinos dicen que su hija es especial pero Pan- Yüe es -seguro, lo dicen las crónicas de los Chi-kwai- la más especial, la más guapa entre las zarzas de la vida que fluye como un río melancólico, revuelto, impetuoso y sin embargo, limpio.
Una mujer duerme bajo la higuera custodiada por un enorme perro negro de colmillos blancos.
Un hombre está jugando con fuego, juglar pasando su ordalía particular bajo las murallas de la ciudad prohibida.
Un anciano murió ayer.
Una niña nacerá hoy a las doce y tres minutos.


Pan- Yüe mira por una ventana los días que pasan, atónita, impaciente, curiosa, ávida, abierta a todos los vientos, cerrada a la lluvia del no, con los ojos llenos de rocío y nieve, con las manos palpando cada superficie de piedra, madera, hielo o anochecer.
Una línea se traza desde su mirada hasta una nube, otra hasta el extremo del tejado, otra hasta esa inquietud a la que todavía no ha dado nombre. Siente y no sabe, sabe y lo siente, sabe, siente, sabe y dieciocho años, parece que fue ayer.
Una mujer está soñando con un hombre que le mira por sus valles internos, que le lleva de la mano a un castillo en lo alto de la montaña.
Ese hombre del fuego jamás ha visto a una mujer y se acerca atónito, imprudente, indefenso.
Luego el perro muerde al hombre y la mujer despierta por los gritos y ladridos, ve la sangre en las piernas que huyen.
El anciano murió sin haber vivido.


La niña que nacerá hoy está inquieta en el vientre de su madre, que también está inquieta, del padre que espera y se muerde las uñas, de toda la familia que llama y da vueltas por las calles.
Pan- Yüe es la más guapa, eso dicen sus ancianos padres, aunque todos los padres chinos dicen que sus hijas son las más guapas, en este caso el oráculo ya lo había previsto -eso dicen las crónicas de los Chi-kwai- con los huesos de pollo, los posos de achicoria y el canto del gallo en el solsticio.


Los inoportunos pintores han huido y el sol disuade a los paseantes. Refugiados en la sombra de una chopera junto al río, Pan- Yüe, su hermano, sus padres y varios millones de chinos más aguardan el plácido mediodía y el atardecer con sus cantos de colores. Pero cuando llega la noche con su luna de esperanza, todos se van y Pan- Yüe se queda sola con sus dieciocho años, en su cama da vueltas y vueltas, sonriente porque la vida le lleva en un carruaje de amor y promesas.




jueves, 20 de septiembre de 2007

Voir et étre vu.


"Le seul moyen de supporter l´existence. c`est de s´etourdir dans la litérature comme dans une orgie perpétuelle." (Flaubert) .

Amanece en Orly y no sé bien que hago aquí con la niebla detrás de los ventanales y John Malkovich mirándome con cara de enfado. Leo a Quignard que escribe de amantes que descubren su desnudez o lo imagino, advierto que solo lo entiendo al otro lado de una frontera, quizás mi propio límite. Lo entiendo desde que estuve en ese límite, con el borde de la túnica prendido en la puerta que divide dos mundos, el lenguaje y el silencio, es decir la despedida, el punto sin retorno, la mano que no puede ya asomarse detrás de la pared invisible.

Mientras estoy leyendo comprendo que ya he pasado la línea, que puedo recordar sin que me duela y cierro los ojos, agrupo fragmentos de las historias que guardo bajo llave, me agacho a recoger una mirada absorta separada de los dedos con que ella se acariciaba los muslos en un gesto delicado, íntimo, natural y mi cansancio a sus pies soñando que sueño este momento y que nada ha ocurrido, que el temblor en el alma era solo excitación del cuerpo y justo ahora los altavoces anuncian en un francés de labios fruncidos que debemos embarcar y todos se apresuran a pesar que el 9A o el 17C les espera y aunque siga aquí ya he llegado.


Recuerdo que estaré en lo oscuro.


miércoles, 19 de septiembre de 2007

martes, 18 de septiembre de 2007

El demonio del mediodía


Llámase "demonio del mediodía" a la crisis de personalidad que muchos varones experimentan al cumplir los cincuenta años. Les nace un deseo, que creían ya sepultado desde la mocedad, de algo nuevo, que les devuelva la ilusión por vivir. Durante demasiado tiempo, discurren, han cumplido con puntualidad y sin emoción todos los deberes profesionales y familiares que se les habían amontonado encima de los hombros, y se les hace evidente ahora que ha llegado el momento de ocuparse del deber hacia uno mismo. Quieren sentir la vida, que empieza a declinar, antes de que les abandone del todo. Con frecuencia el achaque lo desencadena un nuevo o antiguo amor; otras veces una necesidad irreprimible de cambiar de trabajo...
...A esa edad, hartos de seguir el patrón social impuesto por un dictador anónimo e impersonal, queremos hacer algo distinto, original. Y ¿qué solemos hacer cuando anhelamos la originalidad? Paradójicamente, tendemos a imitar, imitamos a otros que han sido originales antes. (Javier Goma.)


-¿Eso te ocurrió?
-Si, algo así, aunque Pániker lo describía mejor.

-¿Cambiaste de trabajo?
-No, estaba en el paro.

-¿Te enamoraste?
-Quizás, ya no lo recuerdo.

-¿Fuiste original?
-Vale, deja ya de preguntar, hombre invisible

-Pero ¿la amaste?
-Han pasado mas de treinta años, yo qué sé. ¿Y tú?

-Hale, vamos al comedor que las monjas se enfadan.




lunes, 17 de septiembre de 2007

Pacto.

Trío: Ayer probé otros labios, / fue capricho tuyo, / una experiencia más, dijiste. / Eran suaves cálidos, / yo sentía que expertos. / Los entreabrí con mi lengua, / los lamí, mordisqueé. / En algún momento, / sus manos y las mías, / desabotonamos con ansia. / Y de nuevo la inquietud / de los labios acariciando / y piel con piel estremecida. / No entiendo tu confusión / cuando te arrojamos del lecho /para quedarnos solas. (Luci Garcés)

De acuerdo, pactaremos, será como tú quieras, nos amaremos, furiosos como nadadores que llegan a la playa después del naufragio, nos tocaremos el alma y soplaremos un caramillo, flautas para encantarnos, nos enroscaremos como serpientes de lujuria. Me excitan nuestros susurros, pensarte desnuda, a mi merced, sumisa, dispuesta a satisfacernos, entregada, obediente, plegada a mi voz, a mis caricias, despeinada, tu cara, esa mirada que me inquieta, los sonidos incontrolados de tu garganta, los ruidos en tu sexo, su humedad, cada uno de sus pliegues, como te inclinas, como te restriegas, te cobijas contra mí cuando estás de rodillas, como me llamas, me pides, me ordenas, me ruegas que entre en ti, ay, toda tú.

Pactaremos, nos seguiremos amando, buscando no solo el temblor sino otras puertas, las abriremos, trémulos, sin saber a donde llevan, bajaremos donde el aire se estanca, donde huele a humedad y se apagan las velas, donde no hemos estado y ya tengo en la nuca esa sensación de mis labios ávidos sobre tu espalda y tus muslos, las manos oprimiendo tus caderas, tu ojos velados, mi ansiedad por lamerte, por decirte, por bañarte los oídos con luces sucias que me arranco de muy dentro, que aún me sangran cuando las restriego por tus orejas de mujer que no conozco, que me bebe, que me oprime y me obliga, que me ordena, que me grita, que me incita a llevarnos a lo oscuro, que me sube la cuerda, que me la enrosca por la garganta, que tira de ella sonriendo, justo antes de encender la luz y regresar al reloj, a las citas, a lo que es.

Y te cambia la voz y me rebelo, no puedo dejarte sóla, así, como un desconocido, como un esforzado amante ocasional entre horas, pondría tu retrato en una pared y me daría cabezazos contra ella, tu frialdad me mata, hasta tu tibieza de a veces me aniquila. Pero también tu dulzura me enajena, me esclaviza, me hace peregrinar hacia ti, eres mi camino, quiero recorrerte en cada palmo, saberte en cada piedra, bañarme en cada arroyo que te cruce, ahogarme incluso en tus torrentes, quiero perderme en tus senderos, por donde nadie haya pasado aún ¿me dejarás?, ¿nos daremos lo que nos queda?. Amor ¿saltamos?



domingo, 16 de septiembre de 2007

As de guía (primero se hace flojo y luego se aprieta con fuerza).


Noche.

Salió desnuda el alma
a quemarse en la hoguera.
¡Qué claras da la sombra
las estrellas!
Se enredaba la noche,
azul, entre las piernas.
ocultas en los chopos
bailaban las doncellas.
¡Qué anunciación, qué víspera
de deshojar las nieblas
de dos en dos. Las brisas
de tres en tres!
Estrellas,
qué claras dan la sombra
las estrellas.


(José Hierro)

Llegan virus con japonesas sexys, invisibles bichos cibernéticos que se comen las cartas de ella. También llega el sargento Pepper y su club de corazones solitarios. En eso me convertiré. She`s leaving home, bye, bye. Y ni siquiera puedo salir a la puerta a despedirla.
Llegan noches interminables, relojes paralíticos, paseos de punta a punta de esta casa vacía y llena y enrollar las banderas, cerrar los cajones de la primavera y marchar con buen paso por las alamedas del olvido. Y soy tan egoísta que ni siquiera sé de qué estoy hablando.
Llegan vientos desde Terranova, me envuelven, castañetean mis dientes, entran por cada agujero de mi alma, me estoy helando. Cuando oyen voces, oyen voces...Cierto, escucho la suya resonando en mi vida vacía. Y he estado tan ciego que he sido mi propio lazarillo.
Un espejo roto, un accidente, cien años de desgracia, me sobran todos. Una historia rota, con premeditación, alevosía y nocturnidad, cien años de condena al dolor, sufriré cada segundo. Me cortaré los dedos uno a uno para no volver a escribirla, me cortaré la lengua para no gritar su nombre. Alto, esto ya lo he escrito, ya lo he escrito, ya lo he escrito, ya lo he escrito y así hasta mañana, hasta pasado mañana, hasta aprender, escribiré un millón de veces debo aprender a vivir. Escribiré cualquier cosa excepto este continuo lamento de niño abandonado, este quejumbroso lloriqueo. Un nuevo lenguaje para un nuevo paisaje, traducción simultanea, un iceberg flotando en un cubo de espesa sangre de animales de granja. Un viejo lenguaje para el mismo silencio. Onomatopeyas. Gestos. El mimo inmóvil sobre el puente. No decir nada ya es decir algo. Tres señoras cambiando confidencias sobre otro puente. Estamos llenos de puentes. El tranvía y su sonido grabado de campana. Mis sentimientos grabados en estéreo. "Qué hermoso sería ser una mujer en el momento del coito" así comienza el delirio de Schreber y ella sabe de qué estoy hablando, ella sabe todo, yo solo sé nadar entre las olas, da igual que empiecen los siglos o que la galerna nos deje en la taberna, mirando, hoy no pescamos. De nada sirve seguir acumulando impresiones si estas letras abstractas no dicen, ni siquiera intentan decir, solo se juntan y corren bajo los ojos. Ya no sirve la excusa del disfraz, escribo para mentirme. Y se nota.


sábado, 15 de septiembre de 2007

La Torre de Babel.

Y dice el Génesis:

"En aquel tiempo, toda la tierra hablaba una misma lengua y usaba unas mismas palabras. Más al emigrar los hombres desde Oriente encontraron una llanura en el país de Shinar y allí se asentaron. Se dijeron unos a otro: El ladrillo les sirvió de piedra y el asfalto de argamasa. Luego dijeron: Yahveh bajó a ver la ciudad y la torre que los hombres habían comenzado a construir, y dijo Yahveh: Luego los dispersó Yahveh de allí por la superficie de toda la tierra y cesaron de construir la ciudad, que se denominó Babel, porque allí confundió (balal) Yahveh la lengua de la humanidad y desde allí los dispersó por la faz de la tierra.”

Y tantos años después, los hombres y mujeres comenzaron a construir la Torre de Internet y hablaban una sola lengua: el monólogo del ombligo. Estaban todos tan preocupados de mirarse hacia dentro que no hizo falta que Yahveh tomase ninguna acción en especial.

Así, continuaron todos los hombres y mujeres dispersos por la faz de la tierra.
Sin entenderse.



viernes, 14 de septiembre de 2007

The New York Times.


Mi última novela La arpista ciega ha recibido buenas críticas pero ha tenido pocas ventas, como vivo de escribir, hubiera preferido más ventas y peores críticas (y el director de mi banco, también)
Por eso lo he decidido (entre los dos).
Mañana me meto en una caja, a escribir sin parar hasta el uno de julio. (resistiré, lo verás)
He aceptado la oferta de Flux Factory, el colectivo de artistas de Long Island City, al otro lado del East River, frente a Manhattan (¿te has situado, corazón?).
Estaré en una habitación de catorce metros cuadrados con paredes de plásticos traslúcidos.(una jaula de monos y yo dentro)
Un experimento, dicen ellos; mi oportunidad, digo yo (necesito comprar música, toallas, ron y un traje nuevo, negro)
¿Podré escribir mientras me miran desde el otro lado? (podré)
Aunque ahora ya me miran desde el otro lado (¿o no? reina)
Solo podré salir de ese cuarto por necesidades básicas, ya sabes (¿amarte al amanecer contará como básico? Sí. )
Una mesa, una silla regulable, el ordenador, un cuaderno y un lapicero (y tu foto).
Yo, colgado de un blues. (de Van Morrison, claro)


Ansiedad que partiste mi pecho a cuchillazos,
es hora de seguir otro camino, donde ella no sonría.
Tempestad que enterró las campanas, turbio revuelo de tormentas
para qué tocarla ahora, para qué entristecerla.
(Neruda)



jueves, 13 de septiembre de 2007

Sensibilidad.


Qué nos debemos cada uno en el juego del amor,
qué nos debemos a nosotros mismos
y qué elección tenemos,
tanta gente
en cama con nosotros,
como muñecas rusas
una madre dentro de la otra,
o tomas de acción en una película en cámara lenta
interminables sombras que parecen
moverse como una sola.

Cuán intercambiables son los genitales
y cuán específico es el deseo.

(Karen Alkalay-Gut)

Desde la inauguración del edificio Chartier hace seis años, cada martes a las dos del mediodía me he encontrado con Bijou en el apartamento 606. Solo he faltado en agosto, navidad, coincidencias menstruales y la semana que estuve con mi esposa en Italia celebrando nuestro décimo aniversario. Bijou era entonces un nombre divertido y así la he llamado siempre, así estaba escrito antes en el hueco de mi agenda de piel y ahora en outlook.

Semana a semana, de forma metódica pero apasionada, nos hemos unido en una ceremonia concentrada y vigorosa, sin rutina. Nunca he sabido demasiado de ella, ni como se llama en realidad, ni dónde vive, de dónde es, si tiene otras ocupaciones, si tiene pareja, hijos. Apenas hablamos antes o después, se desviste y se viste en silencio, ausente, solo se transfigura para su trabajo, al que se dedica con entusiasta profesionalidad, puedo asegurar que se gana con creces sus honorarios que solo ha modificado hace dos meses.

El último día que estuvimos juntos, su espalda y sus glúteos tenían la señal de varios golpes, no me pareció oportuno preguntar qué le había ocurrido.

Hoy, martes, no está, la señorita que me ha recibido no sabe nada de Bijou, no la conoce, dice que ella tendrá a partir de ahora ese horario. Mientras se quita la ropa con lentitud me pregunta si estoy de acuerdo, me encojo de hombros, añade si deseo algo especial, sonrío, también la llamaré Bijou.

Dedicado a los responsables de la lucrativa sección de contactos de los principales diarios del país.



miércoles, 12 de septiembre de 2007

Ejercicio de silencio.




Habrá vida antes de la muerte?


(Antonio Lobo Antunes)



Prisionero en el silencio, entre rejas de nada y hasta cuando.
El silencio es una anguila que se escurre entre los días vacíos sin su voz.
Caen gruesas gotas de silencio sobre el tejado de una espera solitaria.
Camino hacia el silencio entre las amarillas flores silvestres que invade el prado de la distancia.
Cuando estaba agazapado en la espera de leer, me envió cartas de silencio, vacías misivas, nada.
Sentado bajo los ahorcados, abrumado por el silencio, me enjuago el sudor con la negra capucha del verdugo.
Como un alquimista ebrio, busco, alborotado, la fórmula magistral que descifre el silencio.
La corneta cerró el día, sólo queda convivir con el silencio y buscar el sueño.
Oh, Sísifo encadenado, levanto una y otra vez la piedra del silencio, una y otra vez cae sobre mí.
Una garza busca el silencio entre los nenúfares, bajo el agua negra de la ausencia implacable de su voz.
El trasatlántico del deseo chocando contra el iceberg del silencio. No hay supervivientes.
Corazón, de Edmondo de Amicis. Silencio. - Oh, es usted realmente un anciano -.
Caricias perdidas en el sopor de la siesta. Azar de tener su cuerpo. Silencio.
Levanto contra el silencio los guerreros indomables de mi constancia y hablo, hablo. ¿Hasta cuando?
Dom Perignom, ¿te parece? Algo que la saque del silencio, que suelte su lengua.
Piel con piel, labios con labios, alma con alma, su cuerpo junto al mío. Y el silencio de la noche cae con parsimonia sobre nosotros.
El estandarte de mi voz clavado, como cada noche, en la colina de su silencio. ¿Resistirá?
Cuando tengan fuerza estos brazos tendidos, cuando desgarre con mis manos su silencio.
Leyendo a Salinger, acompañado de su silencio, de su no estar.
La realidad es cruda y tierna, su silencio es duro, insoportable.
Su silencio es un tiburón gris, inmenso, voraz, acaba de comerme las piernas. Y Spielberg lo ha visto.
Un afilado silencio de ámbar, maquinando conquistas y terror, Daniel Goleman me aburre, y ella.
El silencio submarino es lógico, aunque mil sirenas abracen a Neptuno.
Su silencio puede ser una actitud, o comodidad, o aburrimiento, o espejos.
Me gusta el sexo en silencio, hablando, cantando, dormido, despierto, por la mañana, por la tarde, en invierno, y, y, y.
Intento buscar la razón de su silencio y lo encuentro en el viento que roza los cristales de mi ventana. Además ya sé leer.
Bajando en silencio por las Ramblas, inquieto como un lémur.
No me falta inspiración, me sobra su silencio.
Puede seguir en silencio durante todo este siglo, yo sabré que es miedo.







martes, 11 de septiembre de 2007

Bilbao y Tánger


Años después, Dante se moría en Ravena, tan injustificado y tan solo como cualquier otro hombre. En un sueño, Dios le declaró el secreto propósito de su vida y de su labor; Dante, maravillado, supo al fin quién era y qué era y bendijo sus amarguras. La tradición refiere que, al despertar, sintió que había recibido y perdido una cosa infinita, algo que no podría recuperar, ni vislumbrar siquiera, porque la máquina del mundo es harto compleja para la simplicidad de los hombres.

Jorge Luis Borges (Infierno, I, 32)


Y ahora al oficio transversal, a esta geometría desviada, es decir a plantar claveles hoy para comerlos pasado mañana, es decir añorar la fábrica suplantada por el Guggenheim, el progreso avanzando, la night que se juntaba con el día, entre el alcohol y el desgarro, resbalando por ginebra en las rocas y humo (jamás he fumado, tabaco), yea, y aquellas dos hermanas azafatas que buscábamos por todos los tugurios, Javier conduciendo - vamos a Deusto, estarán en Getxo- queríamos encontrar a las amantes y al llegar el día eran nuestras madres porque habíamos bebido tanto y nos cuidaban en la resaca antes de entrar a trabajar, porque nos llevaban varios años y Bilbao era tan pequeño que no había lugar para el laberinto, que dabas una patada a una farola y se nos llenaba la cabeza de mariposas amarillas, que aquel verano hacía el amor con C en el rellano del último piso de mi casa hasta que nos enteramos que el vecino del quinto D había vuelto de vacaciones y nos espiaba por el ojo de la cerradura, a pesar de eso volvimos una y otra vez y Bilbao era una calle en la que paseábamos todos y ahora no conozco a nadie, incluso cuando me miro al espejo del ascensor y un señor serio me guiña el ojo, no reconozco esa corbata, la mirada cansada, las carreras cada vez son mas largas, con mas obstáculos, los pulmones me silban, las piernas me duelen en las cuestas y olvido si he cerrado el coche, si he felicitado a M por su cumpleaños, si he dado de comer al hipopótamo, por eso tomo vitaminas, por eso y por lo del dolor de cabeza y ahí empieza el problema, uno, me encuentro tan potente que me falta circuito, me siento tan fuerte que tengo todas las ganas, todos los deseos, todos los dedos suspendidos sobre el piano, la voz apta para cantar como Paolo Conte, aunque la temperatura, coño, qué frío en el alto del Poio, nieva en el Pirineo, caían chuzos de punta al llegar a Finisterre, como para cantar, ya lo decía Lacan en otros términos, si ella misma no ha renunciado a algo, es decir, precisamente al falo paterno concebido como objeto de don, no puede concebir nada, subjetivamente hablando, que haya de recibir de otros, es decir de otro hombre y puestos así ¿qué dice uno? pues nada, uno come y calla, desayuna en el parador de Santiago viendo el amanecer y se va hasta Muxía, silbando por la autovía el volandovoyvolandovengo, o llevando el ritmo de Guillermo McGill, o pensando qué comeremos donde Marujita, actividades complementarias a llevar el coche derecho con este nordeste, con lo bien que se estaba otros veranos, jodido agosto, que nos habíamos acostumbrado a la sequía y ahora nos molestan las nieves, las lluvias, los terremotos, que parece que nunca ha hecho frío, que nos molesta todo, la culpa de todo la tiene el gobierno, o el BNG que quiere enseñar el himno gallego en las guarderías, o la madre que los parió, punto, que deben ser el clima pero me siento como en la mitad de una emboscada, rodeado de bandoleros de Sierra Morena, olé, que no me creo nada y no me mires así que te veo, que quisiera poder contar estos (y otros) secretos a una monja psicóloga, una de esas con tocas como cisnes, hablarle de mi personaje, que se está convirtiendo en yo mismo, que ya no sé donde empieza él, lo que me invento o si esto es una antología de mi estupidez. Y al final todo está en los libros.


Descubro, demasiado tarde, que vivir en falso es no vivir, porque la memoria se niega a coleccionar los datos que contradicen el yo juvenil. Y, en horas de crisis, cada vez que queremos ser algo tenemos que volver al principio, lo único que recordamos.Ramón Buenaventura (El año que viene en Tánger)



lunes, 10 de septiembre de 2007

Estrategia desde la luna.

Esto es todo fachada. Mis ojos no descubren
la soledad que pesa como maldita losa.
¿Pensáis que soy alegre, que me paso las horas
riendo al mundo sus gracias, encendiendo sus luces?(Rafael Inglada.)


Menos diez, menos nueve, menos ocho, conozco su estrategia, consiste en dejar que los días se acumulen uno sobre el otro, como sábanas frías, neutras, como enérgicos aislantes del recuerdo, como paredes ignífugas, como cientos de murallas de China superpuestas, una detrás de otra, ocultando lo que fue, el milagro, los momentos mágicos en los que supimos que la luz era posible, que reclinados uno en el otro vimos que la vida era nueva, bella, diferente, digna de disfrutarla en cada instante, cuando nos sentimos dentro y fuera del paraíso, cuando yacían juntos nuestros corazones desnudos, cuando nos amamos tanto que subió la temperatura en los trópicos, las palomas abrasadas en el jacarandá dormido, miríadas de mosquitos devorando a los turistas desprevenidos con sus pantalones cortos y sus mejillas enrojecidas, nuestra pasión derritiendo el polo norte, elevando dos metros y medio el nivel de los océanos, los perros del trineo ahogados, pingüinos nadando contracorriente, peces voladores sobre las orillas del Sena, osos blancos y asustados bajo el puente de Londres.

Menos siete, menos seis, menos cinco, conozco su estrategia, se esconde en el silencio, hurta el encuentro, niega a este pobre condenado a muerte de soledad la oportunidad del cara a cara, la última voluntad, el cigarrillo junto al paredón, los dedos entrelazados sobre la mesa, el beso robado en un portal, el abrazo sobre el campo de batalla de la cama de un hotel cualquiera, el amor golpeando como el tam tam de un tierno tambor en Kenia, suenan las campanas en la catedral de su saber donde guarda tantas historias, tantos dolores, tantos estudios de tantos.

Menos cuatro, menos tres, menos dos, conozco, al fin, su estrategia, ha levantado un tiempo de silencio prolongado, frío, de nieve en los montes que rodean la ciudad, de hielo en las carreteras al cielo, se ha refugiado en un iglú hermético, ha congelado las mariposas que hervían en su vientre, deja una gota de escarcha en el capullo de sus labios antes abiertos al arroyo de mis besos, llena su agenda de clientes, el uno, el cincuenta, me siento junto a su Numancia con la mano extendida, los pies envueltos en trapos, mendigo de su voz, extramuros de su alegría, escalando las murallas de clausura, sin adobe, los colores que definen la frontera, al otro lado de la ribera, entre las cañas, añorando su perfume disperso, su voz apagada, cada hueco de su alma atormentada, cuando ambos nos acunábamos, nos cuidábamos como enfermeros de un hospital del aire y temo que este cohete no despegará, no tomará altura, la tierra está ahí abajo, tan lejos, socorro, el humo entra en la cabina.

Menos uno, cero, no. Confirmado, esta nave no despegará. Nunca más.




domingo, 9 de septiembre de 2007

Alfaguara.

Hasta mis ejércitos soñados sufrieron derrota.
Hasta mis sueños se sintieron falsos al ser soñados.

(Pessoa)



Subo a la torre del homenaje para ver el reflejo de las alcandoras en la cima de los montes, se están avisando, vienen. Alrededor del castillo un paisaje de trabuquetes, maganeles y arietes intimidatorios.
En la tensa espera los pendones amarillos flotan al viento, Sé que llegarán, pronto. Aún así no tengo miedo, inconsciencia del que no tiene nada que perder. En la vara de alcándara dormitan los milanos.
Me reclino sobre la piedra aún caliente por el sol del atardecer, la toco con dedos temblorosos, el hambre, busco la humedad en las junturas, el musgo que alivie mi sed, lamo las troneras. Los ballesteros dormitan desfallecidos en las aspilleras. Hay un unánime deseo de que esta situación termine pero jamás nos rendiremos.
En el jardín de las damas se mecen al viento las hojas de los libros que cuelgan de los árboles, frutos literarios para los curiosos, para los ávidos de saber. Junto a la poterna del sur un jayán intonso no pierde de vista al jorguín que recita sus encantamientos mientras agita cascabeles y vejigas hinchadas.
En el patio de armas los garzones levantan la cabeza con altanería, los saeteros bruñen sus armas en los huecos de las almojayas. Hay una turbulencia de vientos y nubes que nos enardece. Me sobresalto con el bip bip de un mensaje en la pantalla, abro los ojos, no es de él, jamás me volverá a escribir. La alfaguara se convirtió en vinagre que empapaba las últimas cartas, escuetas, con esquinas, rezumando dolor y rabia. Temo que ya no llegará la magia de un: quiero verte. La parafasia me confunde y además nos atacarán al alba. En verdad, son estos tiempos duros para los hombres de armas. O así.




Judy Garland - Somewhere Over The Rainbow


sábado, 8 de septiembre de 2007

Tristeza.


L se está muriendo, dejándonos tristes, confusos y asustados, anonadados ante el infortunio, arrasada la esperanza, atónitos. Se muere y nosotros también morimos, un poco más cerca de lo negro, solos, confundidos, con la realidad golpeándonos sin piedad, peregrinos hacia un destino caducado, mudos en la espuma donde se ahogan los sueños, secretamente aliviados por no ser nosotros.

Hay que vivir, hay que vivir, repetimos en letanía que dice lo que dice y no dice nada. Vivir una sucesión de días de risas, de bostezos, de rutina, tristes, vacíos, sin poso excepto ese dolor de riñones, hasta que un día el diagnóstico, la punzada, el dedo señalando un punto indefinido dentro. Duele el vacío interior, el espíritu. Tiempo suspendido. Es esto, es esto y no queremos verlo, oda de soledades, compañera de la salud extinta. El pasado es un reptil que corre sobre la caliente arena, el futuro es una pared de ladrillos rojos

Y entre la blanca niebla de un manantial triste, quizás de madrugada, morir, sin testigos, como se ha vivido, sólo.


viernes, 7 de septiembre de 2007

Gato con tres pies.


Segues cos teus ollos este verso do que encaprichei para empezar.

He atravesado muchas aguas desalmadas sin ver el fondo. Tampoco vi las ruinas del pueblo sumergido –sí, lo informó la prensa, tuvieron que evacuarlo, en los setenta-. Solo vi imágenes de hombres sedientos, serenos en su visibilidad, tendidos al sol que se desperezaba sobre una tierra a punto de desaparecer, repitiendo la letanía: solo se vive una vez. Nunca vi a los sumos sacerdotes que predicaban recompensas eternas.

O seu título condénao á existencia

Me he bebido tres elefantes, enteros, con trompa y todo. Me he comido con labios de cuchara toda la amargura de los días en declive, las emociones que perdieron la apacibilidad, la falsa ternura de los símbolos escondidos en insomnios de sábanas de papel, los intentos para mantener el equilibrio aún cuando los cazadores de poetas, los depredadores de filósofos, los pregoneros del juicio final empujaban sin respeto, mucho menos piedad, los límites entre lo soportable y este espacio baldío que es no ver… (te/la/me/nos/os). Ver.

Sei demasiado de min

He empujado pianos escaleras arriba - de hecho soy el campeón de mi barrio de subida de pianos a pulso-. He vaciado balde a balde, piscinas de tristeza, a brazadas armarios llenos de vestidos de lirio, una gabardina blanca con una mancha de pintura verde en la manga –maldito pintor-, trajes grises de cuando mi novia de entonces me proponía matrimonio formalmente, una y otra vez, emparedado entre su madre y mi poca experiencia en fugas, en bajarme de norias en movimiento. Aprendí y aquello parecía una película de Larry Semon, sin los comentarios de Ramos de Castro, vestí mi vanidad con lacoste y un nuevo look de viajes al fondo del jardín, a lo oscuro, que me hice malo, si no lo era ya, poco tiempo antes de cerrar la tienda por falta de género.

Correndo cara a vida que se propaga agora que son una morna morea de letras(*)

Todo eso fue ayer. La escritura me reconcilió con viejas deudas, llenó de collages las paredes una casa que nunca soñé, absorto en desasosegadas operaciones de reconocimiento, en sembrar aplausos por campos descorazonadores. Me convencí que aquellos –y estos- no tenían manos, ni voluntad, ni sentido del ritmo. Quizás aquellas cejas fruncidas eran un oficio de aprendices, tienen la inteligencia en el calabozo, la sensibilidad en el culo y no hay más cera que la que arde. Es por esto que hoy mido el espacio de la realidad, comparto sueños sólo con los soñadores, dibujo –gratis- poemas en calles diferentes, en paredes blancas, en la ropa interior de la mujer que amo. Hoy, 7 de septiembre del año 2007 soy razonablemente feliz. Que lo sepas.

Y tú.

*(fragmentos del poema Mutación de Estibaliz Espinosa).



jueves, 6 de septiembre de 2007

Aquel camino de agosto.


Un día cualquiera sentí la necesidad de seguir los pasos antiguos. Salir a caminar, sólo, andar por la ruta milenaria, la que sigue la Vía Láctea, la de las señales amarillas. Buscar ahí la paz de los bosques, el frío silencio de las estrellas, la compañía de las pisadas, los albergues que acogen, las posadas inhóspitas, lo bucólico, aquello que está escondido en pistas de tierra, en prados, en secarrales, puentes, el páramo sin sombra, el aire limpio de la montaña, campos de vides, hórreos, pallozas, neblinas en el filo del cielo.

Así, paso a paso, me adentré en los sucesivos paisajes, en el cansancio, en el sudor, en la soledad, en las preguntas sobre lo estéril de esa opción aventurada. En el eco del viaje aún no escuchaba los motivos, las razones, la causa real de la partida. Seguramente todos los que habíamos salido la teníamos, no sabía cual era la mía. Me dolían las piernas y la espalda pero seguía la marcha, me escocían las preguntas no formuladas, enhebradas entre los músculos alterados. En el fondo, con ingenua ilusión esperaba que alguien, algo, una respuesta, apareciese encima de una zarza, sobre una piedra, suspendida en una nube; la respuesta a esta búsqueda interior, a la obstinación por continuar por sendas trashumantes, vadear ríos, salvar cordilleras, valles encarcelados, llanuras monótonas, atravesar ciudades bulliciosas, aldeas perdidas, bordear pueblos abandonados, cementerios, lavaderos sin lavanderas, vacas, perros, pájaros surcando de norte a sur, cencerros, espadañas rompiendo la madrugada, gritos de pastores, cencerros, el mensaje del viento, el indescifrable misterio de este viaje de tantos. Pero en vano, nada aparecía escrito en los techos de pizarra, en el polvo de los andaderos, en la quietud de las carballeiras, en las hojas de los castaños, pinos, robles, hayas, árboles centenarios, arbustos, sombras entre las hierbas, ermitas, iglesias dedicadas a vírgenes de muchos nombres, cruces de piedra, laberinto de caminos, al final de todo la Catedral.

Salí sólo –dije- pero éramos muchos los caminantes. Estaban a mi lado, compartiendo sendero y cansancio, jadeos en las subidas empinadas, traspiés en los descensos, confidencias en las ásperas distancias, risas, abrazos, sed, lágrimas emoción, jergón y frutas, agua, una palabra a tiempo, una mirada, una mano en el hombro, respiro en las arboledas, silencio en las madrugadas aún llenas de estrellas. -Hay derecho a dos preguntas, tres a los sumo, ¿de dónde has salido?, ¿de dónde eres?, y si hay tiempo, ¿cómo te llamas?- Eran los Otros y los Otros también era yo. Posiblemente esa era la respuesta al viaje.

En los últimos kilómetros me mordió la serpiente de la duda, estaba casi en el final y temía el después. Seguí adelante con la urgencia de llegar. En la anteúltima etapa, en Ribadiso da Baixo se produjo el milagro. Un ángel vestido de blanco se me apareció entre los árboles. Cegado por su brillo, entusiasmado, perdí la cabeza y me abracé a ella. Etc.

El resto no tenía ya importancia. Al día siguiente seguí caminando, 42 kilómetros. Llegué, la Catedral, Santiago y el Ángel me estaban esperando. Etc.

Lo lamento, no puedo terminar, no puedo escribir, está la habitación invadida por las alas del Ángel, se me meten por los oídos, por los ojos, se me mezcla la imaginación con el deseo, con la realidad. Etc.

Ay , ¿dónde está el camino?.



miércoles, 5 de septiembre de 2007

Libros libres

Hay que ver la cantidad de libros que hay, que se editan, que hasta se pueden leer, que te sientas y lees, por ejemplo a Gamoneda, que antes no le conocía nadie pero ahora sí, que abres la prensa y te enteras que le han dado un premio en Orihuela, por ejemplo, que incluso le escuché en una conferencia y tenía el pobre una cara de triste y aburrido que ya, aunque recita bien, lo suyo, la gente, los otros, le preguntaba cosas, algunos llorando, él contestaba con voz lenta y sabia, poética, claro, así cualquiera, que está todo muy complicado, media Grecia se ha quemado y otra media se ha ahogado, también Castellón, Canarias antes, achicharrados, aquí media población se ha aburrido en vacaciones, otra media...demasiadas medias, que no, que desde este lunes hemos vuelto al trabajo, p`alante, por esos caminos laborales del señor, que me dan miedo los lobos, el lobis home concretamente, que te pega un mordisco en tal parte y verás, hay bichos muy peligrosos con dos patas, montones, hasta con bigote, o con rulos; que antes, de vacaciones, iba a Cai, muchos años, ese levante de a veces, esos boquerones en el barrio Picadueñas de Jerez, el Ventorrillo del Chato, el Faro del Puerto, que el personal es lo mejor, qué salero, qué gracejo, arquetipos, correspondencia lírica entre el cante jondo y el amor y la locura despeñados por bulerías, que vas y vienes y tan rícamente, todo muy bien pero desde el lunes no es como en Praga, que en cada calleja me imaginaba a Mozart, embozado, recorriendo las esquinas, inventando sinfonías, con una octava clavada en el esternón, o a Kafka, funcionario insigne, o el Moldava, tú escuchas Moldava y parece qué sé yo, pues no, un río, normal, con su agua y su corriente remolona, aunque se desborda, cualquiera puede desbordarse en un momento concreto, pongamos el príncipe, que se mosqueó por un dibujo de nada, las veces que le habrán dibujado, lo único lo de las lorzas, que es una falta de respeto, vale, pero cuando veo a toda la tropa real, niños y niños, ahí, que parece que no saben hacer otra cosa, que está bien pero tíos, que luego comen, ya, a escote sale más barato, pero que es mucho escote y luego se quejan de guillotinas y revoluciones, por decirlo de una manera amable, que fusilaban, es un periodo cenagoso, ya ves; que desde el lunes trabajamos, algunos, los que tenemos suerte, y sigue ahí esa Mirada que espero volver a mirar, qué emoción, una magnífica forma de seguir el camino que no cesa, no creas, es como viajarte, por dentro, descubrirte en cada paso, pulpo en Melide, anfibios en los charcos, japoneses solitarios haciéndose el harakiri detrás de los zarzales, arquitectura nueva a partir de un pensamiento nuevo, que este otoño lo mismo empieza a llover como el año pasado y se oscurece el cielo con púas líquidas y pantallas borrosas, zumbidos, si escuchas zumbidos quizás te vigila la Nasa, deseo la tranquilidad suficiente para escucharme, mis ecos, descubrirme en todo aquello que vaya apareciendo por la proa, mariposas o galápagos, señoras enjoyadas o Baudelaire, que no me entiende, Churra dice que no me entiende, es un infierno eso de no saber qué pensar de Proserpina, tener que caminar con un farol por estancias de la naturaleza, claros en los bosques, que no se me va la olla, no, que desde el lunes, o sea anteayer, o cuando, según cuando leas, eso es lo bueno, escribo cuando puedo y lees cuando quieres, si quieres, si no quieres lo dejas y miras las fotos, por ejemplo la de un pájaro con las plumas planchadas, con brillo en el pico, con un zorro rapiñero mirándolo, arrobado, dieta de legumbres y símbolos, no hay nada que entender, estoy contento, muy, he tenido unas hermosas vacaciones en Galicia, en la Costa da Morte, fotografías en Muxía –que horror de monumento a la desgracia del Prestige- y no brilla el sol, no tengo un duro, vale, pero me tengo, me sostengo, me contengo, me propongo para seguir aquí, en esta dura vuelta, para eso hay que haber ido, sin maletas inútiles, con recuerdos, con el deseo intacto, satisfecho, con nuevos deseos, lápices de colores y Finisterre, no recuerdo si ahí termina el mundo o empieza, el año pasado tiré ahí mis miedos, los tenía, me preocupa hacerme viejo, más, cordura, libros ilustrados, yo soy, un palíndromo con toda la profundidad de la locura, que me meto y veo, braceo, terciopelo del bulbo raquídeo, baile esdrújulo, vaivén entre lo que soy y yo, abismo amoroso, silencio por ese camino que terminé (¿?) el día 13, creo que no te lo había dicho, valentía de intentar el cambio, lo que no, lo anormal, ruptura con lo cómodo, zapateado en el Bierzo, bulerías en O´Cebreiro, tira p´arriba se pongan los japoneses de antes como se pongan, liturgia italiana en iglesias perdidas para infantes italianos usurpadores de camas en pueblos perdidos, que tiene su aquel haber dormido en habitaciones con desconocidos, roncadores, olorosos, ruidosos, puff, quita, quita, y sin embargo los conocidos, los que he conocido, me han llenado de esperanza, de enseñanzas, de amistad, va por ellos, eso teniendo en cuenta la cantidad de libros que hay, que hasta se pueden leer, y nosotros aquí, intentando estos absurdos, farragosos textos. Pero intentándolo, cada día.

Me lo tengo que hacer mirar.



martes, 4 de septiembre de 2007

Cacabelos.


Sobre el felpudo un gato negro, muerto, degollado.
Diez minutos antes mi esposa había salido a llevar a los niños al colegio y no había nada.
Bajé a la calle temblando, desencajado, mirando a todos los lados. Sabía que desde algún sitio cercano me estaban vigilando.

O cuando estrené el coche, el de ahora. Mientras comíamos lo aparqué en una calle cercana. Al recogerlo lo habían rayado. Vete, habían escrito en el capó.

Y las llamadas telefónicas. Me amenazaban por si aparecía en alguna de las obras de allí. Por eso siempre trabajé por el Sur, en Madrid, en Burgos. Sólo era, soy, un simple encargado en una empresa de montajes, no entiendo de política, solo sé trabajar.

Así que cuando me dijeron que tenía que ir a la Central me negué, dije que no iba, que pedía la cuenta, que adiós. Trataron de convencerme por todos los medios. Esto era un viernes. Pasé un fin de semana terrible. Al de unos días me llamaron, que no, que tranquilo, que lo comprendían, que mandaban a otro, que mi experiencia era necesaria en la empresa.

Dos días después explotaba una bomba en la Central matando a dos trabajadores -uno de ellos el que fue en mi lugar- e hiriendo a varios más.

Por eso no voy a tu tierra, por eso no he vuelto a aparecer por allí.


Y me invitó a un vino.
Le di la mano y volví con mis compañeros.
No se enteraron de esta conversación.
En aquella bodega indescriptible, la de Roque, con gallinas y un cerdo negro atado en la puerta, sentados alrededor de una lápida vuelta del revés reían Janos el húngaro, Ali, la portorriqueña, Alex, Dani, Eliana, la alemana, Fátima, Marigel -creo que me dejo alguno, que me perdone-, peregrinos, compañeros que nos fuimos juntando día a día, compartiendo el camino, cansancio, confidencias y alegría, buenos y malos ratos. Amigos.

Momentos entrañables.

No imaginaba que el Camino me iba a dejar tanta, tanta huella.




(Foto: Alex Martínez)








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