jueves, 29 de mayo de 2025

Juan Francisco Fernández Domínguez



Te miro, luego existo: el amor en la era de la visibilidad obligatoria


Hubo un tiempo en que amar era arriesgar el silencio. Ahora, amar es producir señal. Se ha desplazado el centro de gravedad del deseo: ya no buscamos ser amados, sino vistos. Y no por cualquiera, sino por ese otro que, al mirarnos, nos confirma. Hemos sustituido el temblor del vínculo por la métrica de la atención. El amor ha dejado de ser acontecimiento íntimo para volverse algoritmo afectivo.

Todo ocurre en la superficie, como si el espesor nos diera miedo. Se ama como se postea: en vertical, con filtros, buscando un tipo concreto de reacción. Las miradas ya no se cruzan: se proyectan. Se compite por un lugar en la retina ajena, por ese gesto invisible —un clic, un like, una respuesta— que opera como acto de reconocimiento. Nadie quiere el secreto: quiere el eco. Y la prueba del afecto es su visibilidad.

La gramática del deseo ha cambiado. Lo cursi ya no es decir “te quiero”, sino “te he visto”. La declaración amorosa se ha vuelto estadística: número de visualizaciones, porcentaje de interacción, ritmo de respuesta. Cada mensaje enviado es una sonda de autoestima lanzada al vacío. Queremos amor, sí, pero antes queremos vernos reflejados. Como Narciso, pero sin agua: ahora el espejo es la pantalla.

Esta transformación no es simplemente tecnológica: es simbólica. La imagen ha vencido al cuerpo. Como advirtió John Berger, “ver precede a nombrar”, pero ahora ver suplanta. Ya no deseamos al otro: deseamos ser deseados por él. No por su piel, sino por su capacidad de devolvernos una imagen afinada de nosotros mismos. El yo se construye como proyección, y el otro como pantalla. El amor ya no se ofrece: se emite.

El cine, siempre oráculo inadvertido, lo supo antes. En La ventana indiscreta, Hitchcock nos muestra a un hombre inmóvil que desea desde la distancia, con prismáticos, sin tocar. El amor como vigilancia, como intrusión sin cuerpo. Décadas más tarde, Her de Spike Jonze actualizaría la herida: el amante ya no es mirón, sino interlocutor de un sistema que lo conoce más que cualquier humano. El cuerpo ha desaparecido; la emoción se sostiene en pura interfaz.

Byung-Chul Han ha descrito este fenómeno como el tránsito de la negatividad del deseo hacia la positividad de la exposición. Ya no hay espera, ni distancia, ni secreto. Todo debe mostrarse. Todo se mide. Y el amor —ese lenguaje anterior a todo sistema— empieza a hablar en términos de eficiencia. La vulnerabilidad, que antes era el corazón del vínculo, se convierte en espectáculo o en disonancia.

Pero ¿qué ocurre con lo que no se puede mostrar? ¿Con lo que no genera interacción? ¿Dónde queda el temblor, el deseo que se resiste al lenguaje, la emoción que no cabe en 15 segundos de historia? El amor, para existir, necesita el derecho a lo no visto. El derecho al margen. A amar sin testigos. A estar sin emitir señal.

Tal vez allí —en la oscuridad simbólica, en la grieta del flujo— siga ocurriendo algo parecido al amor. Tal vez, entre dos cuerpos que no se fotografían, persista un pacto que no necesita iconos ni afirmaciones. Un roce de voces, un silencio compartido, un mirar sin pedir retorno.

El amor verdadero —si aún existe— no será el que acumule atención, sino el que resista la lógica del rendimiento. No el que se muestra, sino el que se deja ser. No el que grita “mírame”, sino el que, en un rincón sin conexión, aún susurra: “Estoy”.


Referencias

Barthes, R. (2009). Fragmentos de un discurso amoroso. Siglo XXI Editores.

Baudrillard, J. (1991). La transparencia del mal. Anagrama.

Berger, J. (2000). Modos de ver. Gustavo Gili.

Han, B.-C. (2014). La sociedad de la transparencia. Herder.

Han, B.-C. (2015). La agonía del Eros. Herder.

Hitchcock, A. (Director). (1954). La ventana indiscreta [Película]. Paramount Pictures.

Jonze, S. (Director). (2013). Her [Película]. Annapurna Pictures.

Turkle, S. (2017). En defensa de la conversación: El poder del diálogo en la era digital. Ático de los Libros.

Tomado de: https://transitosysaqueos.com/te-miro-luego-existo-el-amor-en-la-era-de-la-visibilidad-obligatoria/


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