Carta del amante inerme.
Las
ranas lo dicen, falta poco para volver a verte, unas horas quizás, unos días,
semanas, la eternidad. Necesito morfina para soportarlo, ginebra, humo que me
obligue a olvidarte, pero ni todas las selvas del Brasil ardiendo pueden hacer
que te olvide. Los informativos no hablan de nosotros, nadie sabe quién somos,
no somos, no saben quién eres tú, no intuyen quién soy yo, no nos relacionan,
pero algunas mañanas, como la de hoy, están llenas de terremotos y aún me duran
los temblores. Quisiera que te peinaras como Ava, quisiera que me
cantaras al oído el love me, please, love me como una Polnareff travestida, pero tú solo quieres estar inerme y yo no
puedo hacer más que lo que hago. ¿O sí? Sí, puedo disfrazarme de Sean C.,
vestirme de buzo con escafandra, ponerme alas, desnudarme a pesar de las
adversas condiciones climáticas, pintarte cuadros con los dedos mojados en tu
saliva después de morderme. Me miro al espejo y veo a otro, suena el teléfono y
no eres tú, te recuerdo y vuelve tu sonrisa abrigada con una gabardina sobre tu
camisa nueva, tu cuerpo de siempre, el que amo, el que ansío mientras tú me
guardas en el cajón de los llaveros encontrados, de los tenedores de plástico,
de los cuchillos retorcidos, de las lenguas de gato. Coloco una piedra sobre
otra piedra, sobre otra piedra, para poder atisbar detrás de la tapia. Quita el
biombo, que quiero verte con tus medias de rayas, con tu falda con una abertura
en el costado, con tu tanga rojo, con tu culo alto. Y jazz, mucha música de
jazz; mira, ese del trombón es negro, y blanco, la batería suena así, el del
piano es manco. Pero lo sé, sé que si me llamara Hawking no me querrías, no me pasearías con mi carrito
eléctrico aunque te hablase sin cesar del rayo sobre la Gran Pirámide, de la
deriva de los continentes, de la influencia de la soledad en las mujeres de
mediana edad. Qué te importa a ti, tan atareada, con niñas haciendo de madres,
con madres haciendo de supervivientes. Ah, y las melancólicas. No es broma, da
idea de los compartimentos de tu mente aunque me obstine en saber dónde estoy
yo, en que caja me has metido, entre las hojas de qué libro me has abandonado,
flor cansada de un verano lluvioso. Si yo fuese Dylan sabría que no hay respuestas en el viento, pero como no
lo soy me obstino en bañarme en el cierzo, en revolcarme en la tramontana, en
sumergirme en el levante gaditano, en nadar por tus alisios, braceando hasta
alcanzarte, hasta llegar a ti, mujer inerme por decisión propia. ¿He entendido
bien?, ¿te entiendo? puede ser que quererte me haya dejado en este estado en el
que solo sé correr por mis propias indecisiones, arriba y abajo, firmando este
contrato en blanco, esta impenetrable sensación de provisionalidad. Ser hombre
cada día es más difícil. Y más descubrir mi parte femenina cuando tu actúas con
la frialdad de un cirujano. Un día pasearemos por una playa, tú la eliges, y
allí me lanzaré a nadar en la galerna; amor, nado muy bien, pero estoy cansado
para llegar hasta el horizonte. Maga Morgana, diosa de mi mente, pirata que ha
asaltado mi bergantín, madrugadora sin imaginación, amante que quiere que le
amen como ella quiere querer, como ella quiere que le quieran, yo sí que estoy
inerme ante ti, por ti, desarmado y cautivo como un ejército derrotado, lleno
de cicatrices, las de recordarte pedaleando en tu bicicleta por una carretera
bordeada de árboles de la desesperación. Mis ranas, una verde, la otra azul,
son sabias, saben, y Miles
Davis mientras toca la
trompeta me obliga a recordarte, y Steely Dan, y Pániker, y la tortilla francesa que me ceno, y el vino que bebo, y
mientras me cepillo los dientes todo me recuerda a ti y creía que mi día estaba
lleno de lluvia pero tú lo has llenado de sol aunque te sienta tan mudable, tan
desmemoriada, tan práctica, tan diferente. Mientras dejo salir mi tristeza a
pasear recuerdo que te quiero, recuerdo que me querías.
1 comments :
Menudo huracán! Divina criatura.
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