Parker y lo inevitable.
Donde termina el mar, atado al noray de ser lo que debe ser, Parker tiene miedo de las sombras de la ría, de la sirena de los barcos en la noche.
Los muertos duermen en una cama de helechos en las habitaciones de una casa vacía.
Parker desconfía de la lluvia acumulada en el pantano, sabe que florecerá el almendro y los rosales, vendrá el verano, el frío se quedará tan lejos que el salitre, la miel, la sombra de la higuera, la ermita, lo que distingue y da sentido a su distancia, olores, huecos, estará en otro plano, en la pura realidad, allí donde no llegan los sueños, en lo que es, un pulso a la vida atado al noray de lo que debe ser.
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