sábado, 23 de enero de 2016

Ni me arrepiento ni me olvido

Mientras me afeito, escucho la radio. En una tertulia literaria comentan algo sobre esa frase de Rafael Sánchez Mazas: “Ni me arrepiento ni me olvido”. Me resulta, como poco, curiosa. Busco y os dejo lo siguiente. 



Rafael Sánchez Mazas

Intelectual bilbaíno nacido accidentalmente en Madrid en 1894. Vivió su niñez y adolescencia en Bilbao y se formó profesionalmente en la ciudad portuaria, donde estudió Derecho. Su padre era extremeño y la madre bilbaína procedente de Santander. «El Pueblo Vasco» de Bilbao le envió en 1921 a Marruecos como cronista de guerra. A continuación fue «ABC» quien le contrató en Italia, siendo agregado cultural de la Embajada de Roma, estancia fundamental en su vida artística y personal, ya que casó con la italiana Liliana Ferlosio. También en su vida política ya que entró en relaciones con los fascistas italianos y describió en sus crónicas Italia a paso gentil la toma del poder por los mismos. Falangista de la primera hora, figura en la redacción de la publicación El Fascio, cuyo primer número aparece el 16 de marzo de 1933. Parece ser que la Falange le debe la exclamación patriótica ¡Arriba! ya que, según Areilza, abuscando una locución exaltadora del patriotismo había venido a parar en el «arriba», traducción literal del «gora» que los nacionalistas vascos habían acuñado para su grito habitual» (Así los he..., p. 48). También se le atribuye, aunque esta atribución sea ya más compartida, la elección del Yugo y las Flechas como escudo. Respecto a su ideario político dice Ridruejo (Casi..., p. 59) que «doctrinalmente era un nacionalista maurrasiano, mucho más conservador que su jefe, aunque quizá era el único que, por aversión temperamental, comprendía los escrúpulos de éste respecto a los métodos violentos que casi todos los demás le exigían». Miembro de la Junta Política de Falange, tomó parte en la composición de la letra del «Cara al Sol», colaboró en diversas revistas y órganos propagandísticos como Arriba. Durante el alzamiento del general Franco y posterior dictadura fue una figura preeminente aunque poco interesada por la política real. Fue, hasta su muerte, el 18 de octubre de 1966, una de las personalidades ornamentales del franquismo. Tras haber sido ministro sin cartera en 1939-1940, al año siguiente fue elegido miembro de la Real Academia de la Lengua castellana. Entre su numerosa producción cabe destacar Pequeñas memorias de Tarín (1915), Cuatro lances de boda (1951), La vida nueva de Pedrito de Andía (Madrid, 1951), Pedrito de Andía (París, 1953), artículos en «Vida Vasca», «Hermes» y otras publicaciones vascas. Su La vida nueva... ha recibido numerosas ediciones y ha sido traducida al francés. Se trata de una magnífica recreación del ambiente alto-burgués bilbaíno de los años 20 con reminiscencias de comienzo de siglo y segunda guerra carlista, ambiente plenamente empapado de la influencia jesuítica que se manifiesta a través del diario de verano de un adolescente enamorado. Utiliza un castellano adaptado a la edad del protagonista con deliberadas incrustaciones de giros y alocuciones vascas. Otros trabajos suyos quedaron dispersos o aparecieron de forma casi anónima. Entre estos últimos hay que citar su Apología de Bilbao que se edita en el «Libro del centenario del Banco de Bilbao» de 1957, reeditado en 1969 en la colección «Ibaizabal». Posteriormente a su muerte aparecieron: Sonetos de un verano antiguo y otros poemas (1971), Vaga historia de cien años (1973) y Los aguas de Arbeloa (1983). Rosa Kruger (1984) y Declaración de amor, son sus últimos inéditos. En 1929 publicó en la RIEV La famosa noche de Robinson Crusoe, un dechado de conocimiento histórico y ficción considerado como antecedente de autores como Cunqueiro o Perucho. A su muerte escribió Areilza los siguientes interesantes comentarios: «Rafael era escritor de raza y poeta de vuelo cimero, narrador inverosímil y deslumbrante astrólogo y un poco mago, naturalista y matemático, conocedor del mundo específico de los gatos y de los ratones, relojero, cultísimo lector de la Biblia y de autores griegos y latinos y auténtico maestro de literaturas europeas. Su amistad era difícil regalo de los dioses y su conversación era, a un tiempo, droga, enseñanza, ejercicio y diversión. Nada de lo humano le fue ajeno y su radiografía chispeante de personas y personajes tenía tanto de diagnóstico, como de vaticinio. Sus frases eran hallazgos, luego repetidas, y algunas, acuñadas para decenios, fueron simbolismos litúrgicos que aún perduran. El arte fue su gran pasión, entendido como contemplación de vida. Sabía mirar y ver, en la pintura, en la escultura, en la arquitectura, con sus ojos penetrantes bajo las gruesas gafas el mensaje que palpita entre las formas de la materia. Su tacto y geometría en «El arte de pintar», publicado en folletón, es todavía uno de los mejores que se conoce de interpretación pictórica. Alma religiosa, fiel a la Compañía loyolana que formó su carácter, conocía los entresijos de la gigantesca y delicada máquina vaticana al detalle nimio. No a lo Pierrefitte para exhibir anecdotarios sarcásticos, sino pensando siempre en el mejor servicio de la Iglesia, de la que se sentía entrañable hijo. Su «España-Vaticano», publicado en plena República, bajo el nombre de Persiles, analizaba con especial clarividencia el problema de las relaciones diplomáticas de la Santa Sede con el régimen español, ofreciendo sabroso manjar al lector que hoy, al cabo de treinta años, y con un Concilio de por medio, quiera asomarse a sus páginas«.

Idoia ESTORNÉS ZUBIZARRETA



Rafael Sánchez Mazas (Coria, (España) 18 de febrero de 1894 - Madrid, (España) 18 de octubre de 1966); periodista, novelista, escritor, ensayista, miembro fundador de la Falange Española y ministro del Segundo Gobierno nacional de España (1939-1941). Inventor del grito ritual "¡Arriba España!".

Biografía

Nació en 1894 en el seno de una familia de la alta sociedad cauriense, siendo su madre de procedencia bilbaína. Vivió en Bilbao durante sus años de infancia. Se licenció en Derecho en el Real Colegio de Estudios Superiores de María Cristina de San Lorenzo de El Escorial.

En 1915 publicó Pequeñas memorias de Tarín. Escribió en la revista bilbaína Hermes y en los diarios ABC, El Sol y El Pueblo Vasco. En 1921 estuvo en Marruecos como corresponsal de El Pueblo Vasco y en 1922 en Roma trabajando para ABC.

Vivió en Italia siete años y se casó con Liliana Ferlosio.

Regresó a España en 1929, fue consejero de José Antonio Primo de Rivera, ideólogo y propagandista de Falange. En febrero de 1933 colaboró en la fundación del semanario El Fascio, que fue inmediatamente prohibido. Compuso, a petición de José Antonio un texto en prosa poética que había de divulgarse mucho, Oración por los muertos de la Falange, que se publicó en “Haz” el 12 de octubre de 1935.[1]

El 29 de octubre de 1933 se fundó Falange Española, integrándose Sánchez Mazas en su Junta Directiva. Hasta el estallido de la guerra civil española, tuvo un papel muy activo. En febrero de 1934 compuso Oración por los muertos de Falange, y más tarde participó en la composición de la letra del Cara al sol, himno de la Falange Española. De su pluma son estos dos versos: "Volverán banderas victoriosas / al paso alegre de la paz."

En marzo de 1936 Sánchez Mazas fue hecho prisionero en Madrid. Aprovechando un permiso temporal por el nacimiento de su cuarto hijo, consiguió refugiarse en la embajada de Chile. En el otoño de 1937 intentó la fuga pero el 29 de noviembre de 1937 fue detenido en Barcelona. Estuvo en el barco Uruguay hasta el 24 de enero de 1939, cuando fue conducido al santuario de Santa Maria del Collell junto a otros prisioneros para ser ejecutado. El 30 de enero escapó de un fusilamiento en masa, refugiándose en una masía de Cornellà de Terri (Girona), junto a tres soldados republicanos que habían huido de la retirada, pasando con ellos a zona sublevada (este episodio es la base sobre la que se asienta la narración de la novela "Soldados de Salamina", de Javier Cercas).

Entre agosto de 1939 y agosto de 1940 fue ministro sin cartera en el gobierno de la dictadura de Franco, abandonándolo por propia iniciativa, sin llegar nunca a ser oficialmente sustituido o cesado, ya que al retrasarse frecuentemente su asistencia a los consejos de ministros, Franco mandó que retiraran su sillón. A la última sesión tuvo que asistir de pie. Franco le dijo: "No era necesario que volviera más".[2] En febrero de 1940 fue elegido miembro de la Real Academia Española de la Lengua y en 1951 nombrado Presidente del Patronato del Museo del Prado.
Junto a numerosísimos artículos periodísticos, en 1951 publicaba La vida nueva de Pedrito de Andía, en 1952, Cuatro lances de boda y en 1956 Las Aguas de Arbeloa y otras cuestiones.

Póstumamente se publicó en 1971 Sonetos de un verano antiguo y otros poemas y en 1996 "Rosa Krüger", una novela escrita durante su estancia como refugiado en la embajada de Chile en Madrid, pero que nunca llegó a publicar, a excepción de algunos capítulos en revistas literarias.

El modo en que se libró del fusilamiento durante su encarcelamiento republicano inspiró la novela de Javier Cercas Soldados de Salamina (2001) y la película del mismo título dirigida por David Trueba.

Padre del escritor Rafael Sánchez Ferlosio, del cantautor Chicho Sánchez Ferlosio, del matemático Miguel Sánchez-Mazas Ferlosio, y de Gabriela Sánchez Ferlosio, madre de Máximo Pradera.[3]

Eugenio Montes escribió este interesante artículo con ocasión de la llegada a la Ciudad Condal:

«...Con pelliza de pastor y pantalón mahón agujereado de balazos, y ese color centeno de extremeño, duro de huesos e increíble de alma, he aquí, milagroso y cierto, a Rafael Mazas... A Sánchez Mazas, el más antiguo falangista de todos los vivos y a la par el más nuevo porque llega, casi resurrecto, del otro mundo, después de un viaje dantesco por países de sueño y pesadilla, con prisiones, barcos fantasmas, cárceles en el mar y en la tierra firme, insomnios, hospitales, paredes frías, fusilamientos, fugas, bosques, y al término de la noche y de las lunas, el encuentro alborozado con nuestras tropas, libre por fin, en el lugar y el momento en que, junto a la sombra azul del Pirineo, se libera España....»

De Wikipedia



LA RESPONSABILIDAD DE LOS INTELECTUALES
Por los cuatro costados


ANDRÉS TRAPIELLO
BABELIA - 14-10-2006 

Se ha visto ya que son insuficientes tres Españas para explicar lo que sucedió entonces. Tal vez nos sean precisas cuatro, como poco. En 1954 Juan Ramón Jiménez se niega a saludar en Puerto Rico, donde vive, al escritor Segundo Serrano Poncela, implicado en las matanzas de Paracuellos: "No he dejado mi país", explica, "para acabar dándole la mano a un asesino". Ambos están en el exilio, pero desde luego no forman parte de la misma España. Azorín u Ortega no fueron asesinos, pero tampoco podremos asegurar que ellos, beneficiarios del régimen en cierto modo, y JRJ estaban en una España común. Cuatro Españas son al menos necesarias para desentrañarla: la España revolucionaria, no siempre democrática, de anarquistas, comunistas, trotskistas y socialistas radicales; la España contrarrevolucionaria, antidemócrata y reaccionaria de los fascistas, el clero, la milicia y la oligarquía; la España de izquierda democrática que pese a no ser revolucionaria corrió la misma suerte que ésta, y la España que pese a ser de derechas, no dejó de ser democrática, y se mantuvo más o menos al margen del franquismo. Naturalmente ninguna de estas cuatro Españas tenía el mismo tamaño ni el mismo peso en todo momento, y encontramos representantes de todas ellas en el exilio y en el interior, lo cual viene a complicar la comprensión del problema.

Pocos escritores de la España fascista se arrepintieron, desde luego. Claro que no sabemos qué límites le ponemos a esa palabra: ¿cuánto hace falta para arrepentirse? ¿Vale lo mismo un arrepentimiento de 1944 que otro de 1974 o de 1980? Tampoco hubo muchos que, habiendo sido comunistas, se arrepintieran de su pasado estalinista. Alberti, por ejemplo, premio Lenin, al venirse abajo el bloque socialista, lo dijo con melancolía: "Siempre llevaré a la URSS en mi corazón". Al frente de Fundación, Hermandad y Destino, escribió Sánchez Mazas de su puño y letra con una arrogancia delirante: "Ni me arrepiento ni me olvido. 1957". Stalin murió en 1953 (y sólo diez años después Neruda inició su tímido mutis), y 1953 fue el año en que Antonio Tovar, a la sazón rector de la Universidad de Salamanca, o sea, un hombre hecho y derecho, recibía honoris causa a su caudillo, pero también por esos mismos años escritores del régimen, como Sánchez Mazas o Panero, facilitaban el regreso de exiliados como Bergamín o Gaya. Es imposible explicar lo que ocurrió en un bando, sin tener en cuenta al otro. Y más cuando hablamos de cuatro costados. "Por los cuatro costados" podría titularse una historia de la preguerra, de la guerra, de la posguerra, esa historia en la que no es fácil encontrar a muchos que admitan sus errores y complicidades (y de crímenes ya ni hablamos).

A estas alturas, por ejemplo, todavía hay miles de españoles que se resisten a condenar el régimen de Franco y otros miles que se niegan a hablar de las checas mientras no queden solventadas las afrentas que se les hicieron. Cuando Tovar o Laín se apartaron de la Victoria que se lo dio todo, habían pasado ya muchos años. De ese todo, a unos el régimen les incautó algo y otros no devolvieron nada, como si pensaran: que nos quiten lo bailado. Por lo mismo, algunos escritores republicanos le deben mucho a la derrota. Y al revés, están aquellos a los que la literatura les debe mucho, pese al exilio, pese al régimen, como Cernuda o Aub, como los Villalonga o Francisco Pino. Los mejores de una parte, Foxá, Ruano, Sánchez Mazas, Panero o D'Ors, murieron mucho antes de que se vislumbrara el final del régimen. Incluso después, algunos como García Serrano, hicieron del fascismo la sustancia literaria de sus libros. De hecho, ni siquiera es razonable meter en el mismo saco la subliteratura de éste y la de, por ejemplo, los admirables Torrente Ballester o Josep Pla, los vesánicos engrudos de Giménez Caballero y las fabulaciones de Cunqueiro, los versos de Pemán y los de Manuel Machado, y así hasta el infinito: ni eran todos de la misma derecha ni su literatura vale lo mismo. No es sencillo, desde luego, dilucidar todo eso, unas veces por exceso de palabras interesadas y otras, por ausencia de las necesarias (y cómo se echan en falta las de un Ferlosio, pongamos por caso, para ayudarnos a desenredar esa madeja que en buena medida empezó a hilarse, y enredarse, en la casa paterna).

Nadie ha dicho nunca que haya que medir a todo el mundo por el mismo rasero, porque ni todos tenían manchadas las manos de sangre ni todos fueron pésimos escritores a los que salvó la política. Y eso vale para la izquierda y la derecha. Tampoco se trata, ni mucho menos, de aplicar dos pesos y dos medidas, como a menudo vemos que sucede de modo indecoroso. La complejidad de esto pasa por la singularidad de cada persona, de cada obra, de cada circunstancia. Echa uno de menos los matices y asusta un poco ver que quiere volverse al sistema del blanco y negro, otra vez a las dos Españas, cuando puede decirse que hubo entonces tantas como españoles. Y como en este caso hablamos de literatura, recordemos: reconocer sus errores políticos y asumir sus responsabilidades fue un gesto valeroso y expuesto que tampoco hizo de Ridruejo un escritor mejor. Foxá o Sánchez Mazas, para los que ni siquiera fueron errores, no son peores escritores por ello.


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