La huida de los intrusos.
Esta página ha vuelto de vacaciones.
Y yo.
Un aviso y una amenaza.
Se ha roto el idilio entre el hipopótamo y los erizos,
el aleteo de los murciélagos nos deja un regusto de leche cortada, de súbitos
amaneceres, de entrecortados jadeos en la cuesta arriba. Es inútil que
psiquiatras alterados busquen al intruso que se coló en el laberinto de
soledad. Se ha ido, desapareció por una puerta enmarañada. Si, no, blanco,
negro, sexo, I, O, encendido, apagado.
Notifico que he vuelto a trabajar y tengo la esperanza
arbolada. O no, yo qué sé. Quizás no sepa transmitir mis emociones amargas, mis
frascos de júbilo, mi colección de mariposas de papel, aquella mirada de
Mirada. Quizás la virtud de adivinar está aún adormecida o no es posible
ejercer de espectador de caleidoscopios ajenos. En cualquier caso a nadie
le importará y un arquitecto de fragmentos prepara las normas para el siguiente
edicto. Será pronto.
Tengas ustedes en cuenta que esta divertida tarea de
juntar palabras es un ejercicio de amor. Chin, chin, boise seche. Este paseo desde la gruta con pinturas de nadadores hasta los aledaños de
una prisión de panteras es un truco de magia. Krik, krak. El lanzador de cuchillos se entrena con
estrépito. Shuiuzt, shuiuzt. Tengan cuidado con los cambios climáticos del final de
agosto. Y con la nieve de diciembre.
Entre la maraña de punto.com nos buscaremos, entre la
interminable sucesión de letras, voces, silencios, imágenes, sílabas, puntos. Y
comas. Pronto olores. ¡Qué delirio! Tengamos confianza, nos encontraremos en el
paisaje nuestro de cada día. El destino duerme en un anaquel del pozo de la
turbación. Amén.
Vuelvo sobre el escenario. Sin pudor. Salto al
laberinto y clavo mensajes, números en cada esquina. No se pierdan, no se
escuden en la venda, no se fíen de las premoniciones, no estén tan seguros del
desenlace. Sean ustedes mismos. Mantengan la, esa inquietud. Y la fe. No lloren
por las ausencias. Búsquense. Búsquenme.
Levanto una maquinaria de hojarasca difusa, una
sinuosa estampa de armonía, una telaraña en la telaraña. Mientras las
naves viajan a Titán, nosotros continuamos temblando, perdidos en el desamor,
en las preguntas, en la babélica y trivial malla sin reglas, en universos
interactivos intuidos desde la cocina de nuestra casa, en métodos tecnológicos
de los que no comprendemos más allá del on/off.
On. La televisión recoge catástrofes,
guerras, barbarie. Off.
On. En los altavoces
vibra una música de Joe Barbieri. Off.
On. En mi corazón se
extiende un puzle de un millón de piezas. Off.
On. Me resulta difícil
borrar nada y un hilo resiste entre los hilos cortados, se tensa, vibra
con sonidos amorosos. Off.
Descubro una mujer
desnuda en mi cama y las cortinas se abren al amor de la mañana. Ella me
dice que lleva ahí varios años, tumbada, esperándome, con las caricias
detenidas, con la dulzura embalsada, con los besos a punto de florecer. Amo
a esa mujer. La amo desde siempre y hasta el final del horizonte. Me levanto y
mi cabeza golpea contra el armario donde guardaba la impaciencia. Me despierto.
Vuelvo a leer lo que he
escrito y me siento como un caníbal melancólico, como un equilibrista de la
peripecia, como un pulcro mentiroso ejerciendo su oficio. Pero deben saber que el
bosque de tantas manos agitándose desde las estaciones, desde los aeropuertos,
desde el borde de los caminos, me distraían. Las he cortado, todas. O estoy en
ello.
Y esto, o parte, o algo,
es lo que yo quería: escribir/me.
El personaje ha muerto,
queda la persona.
Pasen y vean, aquí está
mi corazón.
Voy dejándolo en esta
ventana.
5 comments :
Qué bien que haya vuelto. Joe Barbieri y yo se lo agradecemos. Echábamos de menos perdernos en su zoológico.
Anónimo me va usted a perdonar pero esto no es un zoológico, es un ilógico intento entre lo animal, sí, y lo angelical, subiendo y bajando por escaleras que cualquiera sabe dónde llevan. Gracias por su regreso,
Pérdonenos usted, por favor. Joe y yo somos de la opinión que los zoológicos son algo bien ilógico pero consideramos su intención angelical. Aunque los ángeles pudieran correr el riesgo de ser enjaulados.
Siga pintando mientras escribe.
Queda usted perdonado Anónimo (y Joe también) y reitero que esto no es zoológico (aquí me quedo con varias ironías que no proceden pero que se me quedan en la punta de la lengua, un lugar curioso por otra parte). Conozco ángeles enjaulados, conozco incluso algunos que se han comido la llave para seguir ahí, dentro, presos pero cómodos.
Y yo no pinto nada (no sé si…)
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