lunes, 9 de abril de 2012

Metonimia de la sospecha. (5)

Yo quería que el lector estuviera libre, lo más libre posible, el lector tiene que ser un cómplice y no un lector pasivo. La idea era hacer avanzar la acción y detenerla justamente en el momento en que el lector queda prisionero, y sacarlo de una patada fuera para que vuelva objetivamente a mirar el libro desde fuera y tomarlo desde otra dimensión. Ése era el plan. (Julio Cortázar – sobre Rayuela)


(las 5 fotografiás pertenecen a Dainius Bendikas, 
Infinite we are, 
The Moon Monk Project 2012)

Desde el extremo de un trampolín arcaico, mirando la piscina, ahí abajo, salto del ángel con doble tirabuzón, miedo al choque con la superficie, con la realidad, vuelo y esta vez no con la imaginación, nadador de travesías por costas asesinas, ola arriba, ola abajo, ahogados en playas concurridas, la muerte no discrimina, está de moda morir, esta vez no era una ilustración de revista surfera, la mano agitándose entre la espuma como en un grabado antiguo, tantas manos pidiendo auxilio, siempre se lanzaba a la resaca, seguridad en sus fuerzas, o inconsciencia, brazadas por la marea, moluscos en las piernas, no había aplausos, soledad húmeda de mercurio, el que estaba en apuros en un extremo del cuadro, él en otro, respiración fatigosa, pesadez en los brazos, acercarse con palabras tranquilizadoras, como ahora, ha pasado demasiado tiempo de todo, todo está lejos, todo es ayer, todo recuerdo, no sé que hago enfrascado en esta absurda colección sin sentido si lo que quiero es estar con Ella, acurrucado entre sus brazos, volver al paraíso del amor, aunque ni siquiera sé quién es Ella, ni siquiera sé quién soy yo, escribiendo esta absurda retahíla en un tiempo de navidad con frío en el pecho, con decir una cosa y lo contrario, ¿sabes?, es un buen momento para hacer balance del año que se va, otro, coleccionar horóscopos, arcángeles disecados, alhajas de sentimiento alrededor del nudo en el corazón, aquí seguimos mirando el horizonte imposible, una línea se apoya en mi pie, el otro se apoya en una liebre que da vueltas en el fondo del ojo de un rey destronado sentado en un meteoro, fiebre de arqueros apuntándose los unos a los otros en una guerra dominical de egos inflados como peces inflados, con burbujas en columnas de a uno, dos pasiones, tres instantes de tedio, cuatro violonchelos encendiendo el miedo a dormir sólo, noche tras noche. Como noche tras noche soñando con su cara tan bella, su voz en mi oído, sus caricias, su dulzura, su mirada, su cuerpo que me turba, sus palabras, su sabiduría, sus errores, su constancia, su lucha, su sentido de la vida, sus recuerdos, su presente, sus proyectos, su trabajo, su distancia, sus lágrimas, su deseo, su pasión, sus labios, su mano en la mía, sus cartas, sus abrazos, sus emociones, sus sentimientos, sus renuncias, su historia, sus silencios que son uno sólo –el silencio-, su determinación, su genio, sus conocimientos, sus posturas, aquella mirada sorprendida al cruzarse con la mía, su paciencia, su resignación, su aceptación, su pecho donde dejé todos mis secretos, su fumar compulsivo, su tos, su cuello, la curva de sus caderas, verla sentada mirando al mar, verla de pie esperándome, verla tumbada, su sudor juntándose a mi sudor, su curiosidad, cómo me pegaba riendo, su paciencia, su calma, su cabeza saliendo entre las sábanas, su manera de caminar sobre las piedras de la playa, sus celos, su seriedad, sus suspiros, sus gemidos, sus miedos, su valentía, sus pómulos de india, su pubis, su nariz, su frente, cuando volvió de Argentina, de Turquía, de Londres –cada vez-, cuando no volvió, cuando se iba, Barcelona, Madrid, Valencia, cuando no estaba preparada, cuando lo estaba, cuando le tocaba y sentía en ella rumores de fuentes, cuando me abrió la puerta de mi mundo oculto, cuando me curó la ceguera, cuando me salvó, cuando me condenó, cuando fui otro, cuando toqué el cielo con los dedos, su pelo largo, su pelo corto, muy corto, blanco, caoba, negro, ella pintándose delante de un espejo, duchándose, orinando, dándose cremas, ella sentada en el suelo esperando que abriesen una corsetería, apoyada en la biblioteca, corriendo desnuda por la playa, en cada momento del tiempo que vivimos juntos, mi amor flotando en lo imposible, en lo inalcanzable, en el limbo de los sueños no conseguidos.Nocturna y solitaria lucha, lengua dolorida en añoranza, los pies en tinieblas de entierro. Brazos en cruz, lluvia de párpados, aúlla la noche que palpa el filo de navajas en celo. Saber decepciona. Viajar al extremo de una estrella, con flores de piedra, ríos infinitos, dioses burlones desgarran anhelos. Tiránica ley de gemidos, luna obstruida de pájaros estancados, perros que muerden sus alas marchitas. Recorrido eléctrico por estancias sucias, dolor de entrañas, lamentos de espinas. Saber es amargo. Esto no es un final, apenas he empezado, esta ha sido la metonimia de la sospecha pero aún no he aclarado gran cosa, algo busco en el centro de mi mismo, algo que explique y justifique, que de sentido, impulse, que acompañe el viaje hacia la nada. Últimos días de un sueño roto, puedo escuchar la risa bajo la tierra de la ausencia. Y los lamentos. Este es un tránsito hacia la lucidez.







Esto va derivando hacia otra cosa,
es tiempo de ajustarse el cinturón:
zona de turbulencia.
 

(Cortázar)



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