Lo emocional.
Y yo, ¿qué llevo, oculto, dentro de mí? ¿Un pez ciego, aplastado por el peso, solo en el abismo? ¿La piedra de la locura, un jardín devastado, una presa que huye del depredador o del fuego, un bufón que no hace reír a nadie? ¿Un oscuro drama que persiste, clavado con clavo de bronce, una antigua risa que no alegra, un ala de ave sin el ave puesta en un plato? ¿Qué llevo, qué contengo, qué me habita? ¿Por qué el día con su noche me imanta hacia la grava, lejos de toda belleza, los cien soles, las nebulosas? (Carlos Barbarito)
En el principio estaba el paisaje, las montañas al fondo y el vacío, lo que no había, elogio a la ausencia de vida, águilas o música, hombres junto a la hoguera o una mujer caminando por el sendero llevando de la mano un ronzal atado alrededor del cuello de un toro negro.
Para lo que es, da igual estar aquí desde hace cinco años y veinte días o desde ayer, el paso lento, el trote o el galope desenfrenado. Dejar textos oscuros, emocionantes o preñados de irresponsable sensiblería. El meollo está en las expectativas, en el deseo, en la ambición, en la presunción de inocencia, en la desesperación del escritor por decir, en la alternancia entre subastero y gilí. El personaje es el que lee, el que esconde los valores, el propósito de esto, el que busca redención o ternura, el que enreda su trama para que el conjunto de palabras no le parezca tan insulso, lineal, una memez.
Y así pasan los días (perhaps, perhaps, perhaps) buscando la retórica que defina ese vacío que dije, el bostezo, refrenar el instinto de contarlo todo de golpe y la semana que viene ya veremos. No, lo vemos así, goteando.
Hay una certeza, la rutina mató la emoción, en lo cotidiano se perdieron los temblores y todo ya es esta absurda amalgama de palabras donde nada es nadie y yo qué sé. La gallina.
Vuelva usted mañana.
William Holman Hunt - Isabella and the Pot of Basil
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