Ruidos (3)
El piso de arriba, el segundo izquierda, se alquilaba.
Pasaron dos meses y vinieron vecinos nuevos, con sus ruidos.
Por lo que decían los vecinos eran dos chicos y una chica, estudiantes preparando oposiciones. Nunca les veía, no sé cómo o cuando subían por la escalera. Apenas se oían ruidos, sólo llegaba el sonido de la ducha, se duchaban a menudo.
Una tarde me tropecé en el portal con uno de ellos.
Egunon─ dijo.
¡Joseba!, coño, ¿qué haces aquí?─ me sorprendí.
Vivo en el segundo piso─ respondió.
Qué casualidad. No nos veíamos desde la mili ¿estás bien?─ dije.
Si─ cortó, escueto.
Bueno, ya hablaremos─ zanjé.
Vale, agur─ se despidió.
Lo que son las cosas, Joseba y yo estuvimos juntos en el cuartel de Zaragoza durante seis meses, en la mili, él dormía en la litera de arriba. Era un chico reservado, no hablaba demasiado y menos de sus emociones, de su familia, de cosas personales. No nos hicimos lo que se dice amigos, aunque era un buen compañero, siempre dispuesto a hacer un favor.
No había cambiado mucho físicamente, pero tuve la impresión de que no le hizo gracia nuestro reencuentro. Ni me llamó ni volvimos a coincidir más.
En el día a día siguieron siendo vecinos discretos, silenciosos.
Coincidió con el atentado en Gernika, una bomba colocada en una carretera cerca del cuartel al paso de un convoy militar, dejamos de escuchar el sonido de la ducha. En el balcón del segundo piso volvió a lucir el “Se alquila”.
1 comments :
Sin duda los más ruidosos.
Es extraordinario cómo el silencio nos pone tan alertas como el ruído.
Un beso
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