Reincidencia (6)
Camino de Santiago.
Por caminos que no, que sí, era sexo, ahora lo sé, como un romero por el camino de Santiago, con la concha peregrina y la calabaza con agua del Jordán, durmiendo en albergues de monjes oscuros, en casas de gentes de bien, en pajares de conventos con hermanas de tocas alborotadas, en hospederías cuando hay reales, comiendo pan y tocino, rezando ángelus en horas intempestivas, con relojes de viento y sombra, con la devoción ermitaña en cada pelo de la barba, con el olor del cuerpo de ella en mis dedos que acarician el tronco de los manzanos, los bancos de piedra, la correa de las sandalias polvorientas, besando los gallos que vigilan las cruces de los caminos, vadeando ríos por donde el agua cubre el ombligo, recostado bajo los arcos de las plazas mayores, allí donde se mezclan los olores de las tahonas con la humedad de las baldosas de tabernas oscuras, con parroquianos cantando himnos a vírgenes remotas, lugareños de nariz roja y albarcas embarradas que juegan a los naipes, labradores atribulados por la sequía, en la puerta mujeres pintadas enseñando los senos sin vergüenza, gestos ordinarios, falsos pendientes de oro como reclamo, zafias palabras de calabazas e higos, de frutas prohibidas, de coitos a un real, ancianos encorvados que las miran, titiriteros con ceñidas camisas, gorros de colores y cascabeles, era sexo, lo sé, aunque la amaba, me gustaba su cuerpo delgado, sus nalgas duras bajo el camisón cuando atravesábamos la noche y llovía, no había estrellas y la música de nuestros muslos detenía este mundo que ahora termina en Compostela, paisajes sucesivos, ora trigales ondulando, ora monotonía de la vid, ora campos verdes, pinares y choperas, hierbas secas para lechos de siesta bajo los robles, romeros italianos, alemanes, franceses chapurreando que ellos también van, que cumplirán sus votos, que este es su camino de redención, que se encuentran en las madrugadas de escarcha con conejos que huyen por los rastrojos, zorros en los gallineros de pueblos de adobe, con plegarias y gemidos saliendo de las espadañas de torres presentidas entre la niebla, el camino está lleno de misterios y un pastor blasfema entre el rebaño de ovejas atemorizadas por un mastín peludo, que pienso en beber de una bota con la lengua recogiendo cada gota, la misma lengua que recorría la espalda de ella, el hueco entre sus piernas torcidas, sus pezones pardos y jugosos, los lugares que eran míos y besaba con devoción y suspiros, la curva de sus caderas, regocijo de posturas que inventábamos, que se arrodillaba y las nubes formaban dragones, conejos gigantes y blancos, que entraba en su cuerpo como a un pozo de sombras y al fondo me esperaba su mirada adolescente, aquella mirada que perdimos en la plaza y que me hizo olvidar a otras mujeres de carnes tersas, gritos y temblores compartidos en fiebres de deseo, alboroto de sábanas, camas en la pleamar que parecíamos volatineros y por eso sigo este camino que a veces es un lodazal, rodadas de carros, burros salpicando con sus pezuñas, aullidos de lobos en las sierras, apoyado en un pilar, con la brisa que despeja los dolores ahora que el camino se bifurca y a un lado se adivina la catedral y al otro la puerta del infierno, patios atestados de míseros caminantes con los pies hinchados, pulmones que silban, llagas en las piernas polvorientas, toses, sabañones en las orejas, olor a sudor, una niña que mira al cielo y reza, hambre en esta villa al final del camino, llena de la paradoja de olores a caldo de berzas, morcilla y perejil, guisos en pucheros, frituras, parrillas con chuletas de cordero, ajo y vinagre, vino en barricas, me cubro la cabeza y a mi lado pasa una mujer preñada, un ciego guiado por un mozalbete desgreñado, un dentista con un mandil encarnado y unas tenazas en la mano, era sexo, tal vez, no se lo preguntaré a nadie, que ahora llegan orgullosos mendigos que miran a los comerciantes avaros, un carnero que escapa entre los puestos de baratijas, un toro que muge amarrado a un madero, una compañía de soldados con gorros rojos y banderolas, tambores y un capitán a caballo y en ese callejón fue, ahí me detuvieron, que no fui yo, ay dolor, que la amaba, que enloquecí quizás, que no gritó, que se quedó entre mis brazos, que no pude soportar que fuera de otro, quise parar la sangre con sus largas faldas, que huí llorando, que alguien me ha delatado, que después de tanto viaje no llegaré a la Puerta, que al fondo se ven las torres, que el santo ya no me perdonará, que no pude soportar su desamor, ella al principio de este camino ¿qué será de mi?.
Fin
5 comments :
Hay monumentos de los que no hay bula que sacar que valga. Aunque torcidos, entre sus muslos y las columnas yo tambien me quedo con los muslos. Y para perderme elijo sus caminos. Reincidir en el Camino de Santiago está bien visto y tu ya sabes que hay quien va...¡y quien vuelve!
Solo de pensarlo macojono. Me han disho quemestoy quedando calvo. Que buen rato he pasado gracias a tu entrega de Santi Ibarretxe. Luego te extrañas de que cuando nos cruzamos, te aparte el flequillo y bese la frente.
Gracias, Pedro.
Gracias a ti, Joselu, ando estos días (demasiados) entre que sí y que no (debe ser el clima), malhumorado (debe ser la edad). Sobre todo ando sin tiempo para casi nada. Ayer me saltó ese Camino de Santiago y me gusté (escribo cosas que seguro que me las escribe alguien aquí dentro). Los días pasan muy rápidos y los Santi Ibarretxe (qué bueno el tío, qué salaó, y bilbaíno, ya ves) y demasiado esfuerzo y aunque sé cómo funciona esto (creo que es de las pocas cosas que sé) a veces me entra esa sensación de sujetar los caballos para que no se me desboquen y yo qué sé. Sigo currando.
Nos haría falta un ascensor de más pisos. Besos, chaval.
Na, no huyas... no hay dónde huir... sólo disfruta el momento.
Que no es por interrumpir la conversación entre dos bilbaínos , dios me libre, pero donde dice: "escribo cosas que seguro que me las escribe alguien aqui dentro"
Esteee... y ahora que no nos oye nadie, ¿me prestas un ratito al negro de luxe ese que vive dentro de ti? ejjjqueee a mí, en vida gatos, me saldría tal maravilla ¡ya ves!
Nota pa la peña: servidora lo ha pedido primero, así que a la cola señoras y señores.
Pos ná, que yo también le aparto el flequillo y le dejo besos entre que si y que no. Ale!
Pasa cuando crees perseguir estrellas para darte cuenta tarde de lo incoherente del deseo, lo vano de una vida dedicada a algo o a alguien, y el absurdo en que te has convertido.
“¿Qué será de mi?” Ya ha sido.
Sigue siendo tan fantástico como cuando lo escribiste, el post y tú.
Un beso
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