viernes, 15 de abril de 2011

La cocina.




…la casa vacía,  en silencio, se me rompe el corazón. Estoy sentado en la cocina, en el mismo sillón donde se sentaba mi bisabuela ciega. Por los amplios ventanales entra un pálido sol de invierno. Recuerdo.

Paulina. Llegaba con una cesta en un brazo y una gallina viva en el otro. Un pañuelo negro cubría su cabeza. Invariablemente, con un acento que me parecía de otro mundo, decía, ené, cómo ha medrado este chiquillo. Y seguía hablando con mi abuela, con mi madre, con mis tías, en aquella cocina cálida, con olores a comidas deliciosas, con Doroteo Martí en la radio, de fondo, con el sol de cualquier época inundando las sonrisas, las conversaciones, la vida que se deslizaba con placidez.

Mi padre era alto, fuerte y sonreía. Me parecía muy fuerte y muy alto. Sacrificar la gallina que traía Paulina era su labor. Mi abuelo y mi tío no se atrevían. Las mujeres se refugiaban en los cuartos, riéndose, con gritos, no querían verlo.  Mi padre afilaba un cuchillo grande, se sentaba en la cocina con un delantal sobre las rodillas y una taza en el suelo. Abría la carbonera, cogía al pobre animal, lo inmovilizaba entre sus piernas y con un tajo limpio le cortaba el cuello. Después dejaba que se desangrara sobre la taza y aguantaba sus estertores. Veía aquel rito con ojos entre sorprendidos, atemorizados y curiosos. Jamás he matado ninguna gallina.

Ahora que la vida gira y cambia y estoy sentado en la cocina de esta casa vacía que debo cuidar se me rompe el corazón de tantas imágenes inundándome, llenándome de ayer…




8 comments :

Mayte dijo...

La cocina...lugar intimo y absoluto dueño de la mayoria de mis recuerdos.

Te abrazo Pedro...hasta el lunes de nuevo...y sonrío, siempre eso sí ;)

Cualquiera dijo...

Estupendo retrato de la nostagía, del lugar donde uno se llena de toda clase de alimentos, donde a veces incluso corre la sangre, literal o metáforicamente.

Como siempre, un placer leerte.

Joselu dijo...

No termino de saber porqué, recuerdos que se construyen como un cuento hermoso, resultan tan tristes, tan dolorosos. Por ahí lo has dicho, que el tiempo nos come implacable y según como esté ese día el alma, los disfrutamos o los sufrimos.
Te noto triste, Pedro. Ahora esa cocina es tu responsabilidad y ese peso, esa obligación que ha llegado finalmente, porque finalmente tenía que llegar, convierte la ensoñación en pesadilla.
Ayer llevé a Lucía a que conociera a una tía mía en el hospital de Cruces. Se iba a morir pero no se sabe porqué extraña razón parece que está resucitando. Allí la tenían, desparramada en el asiento multiusos de la habitación compartida, con un pelo que parecía no habían peinado en sus ochentaimuchos años, los brazos y las piernas con cardenales amoratados y los pies hinchados y un camisón que era un lío de tubos, válvulas, arrugas y telas.
Tía diles que te peinen.
Nos miraba desde detrás de los conductos que se le metían por la nariz, con los parpados tristes muy caídos y algún gesto de la boca que descubría un solitario y amarillo colmillo de vieja elefanta en su mandíbula inferior.
Es muy guapa…
Lucía, toda valiente, animada por mi, la dio un beso.
En la habitación estaba mi padre y, sin querer que se le notase mucho, luchaba porque sacase a Lucía de allí temeroso de virus, bacterias y contagios misteriosos.
Mientras bajábamos en el ascensor me contaba lo guapa que era la tía Isabel, cómo presumía orgulloso de la novia de su tío. Lo unidos que estaban. Lo que vivió en el caserío.
Le encontré viejisimo.
Nos pesa el tiempo, Pedro. Nos pone morriñosos y nos deja indefensos. Llevo tiempo buscándome en los adolescentes que veo con una guitarra al hombro, besando a una chica en el andén, mirándome desafiantes y altaneros en el asiento de enfrente del metro…
Qué triste me quedo cuando me encuentro.
Qué triste me deja tu texto.
Menos mal que ya es fin de semana, que hará bueno, y que llegará el lunes…lleno de oportunidades.
Un beso grande.

Pedro M. Martínez dijo...

Mayte, la cocina, un lugar demasiado grande para mi post tan pequeño. Hasta el lunes, muchos besos, sonrientes.

Pedro M. Martínez dijo...

Gracias,Cualquiera, mi obstinación de asomarme aquí cada día, y la falta de tiempo, me ha hecho malgastar una idea que podía haber desarrollado mucho mejor (creo). Repito las gracias por tu amabilidad.

Pedro M. Martínez dijo...

Joselu...
Resulta que mi texto…
No es cuento lo que cuento pero…
Tú qué quieres ¿Qué llore?, ya te vale.
No quiero estar triste, es más, no puedo estarlo (aunque cada vez me cuesta más disimularlo)…
Mira Joselu, estás entre tu tía Isabel y Lucía, tienes toda esa vida por disfrutar, no pienses en el lunes, leches, tenemos dos días y medio de gozo.
Te abrazaré en el ascensor (piensen lo que piensen nuestras acompañantes).
Gracias, muchas gracias.
Un beso.

gaia07 dijo...

Cuanto más lejos están más bellos suelen ser esos recuerdos.

Un beso

Tímida dijo...

Entrañable tanto como bello. Y los comentarios, tiernos.
Me agrada que no tengas tiempo... si lo tuvieras... ¡mamma mia!

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