martes, 1 de abril de 2008

Cuatro gatos.


Ahora que ya no soy nada más que obviedad
una anciana que parece no haber conocido
estructura teórica
ahora que he logrado convencer al mundo
de que mi vida no supo
del vacío ni del golpe despiadado
y he construido una historia limpia de intensidad
vuelvo a sonreír ante los ingenuos
como lo hacía aquella muchacha que ya no conozco
segura de la noche y de su poesía.

Juana Bignozzi (Buenos Aires 1937)



José Lezama Lima lo decía, no esperaba a nadie y sin embargo insistía que alguien por fin iba a llegar. Si llegó o no es algo que no importa, importa la poesía, el poema, ahí, contagiando, sin antifaz ni disimulo, desnudo, como un amante tembloroso de deseo que no teme la desaprobación de aquella a quién ama, que presenta su pecho hundido, la mandíbula impaciente, el gesto insomne del que solo puede velar la alegría, circunvalar los límites del destino, preservar el secreto de su sonrisa.
Las palabras que se esconden detrás de las palabras dejan un gusto húmedo, un sabor de luz, un afán de estirar la curiosidad desde la rendija de la puerta hasta la ventana que se abre a un patio donde ronda la primavera en la ropa tendida, en los jilgueros enjaulados, en los ancianos que miran más allá de sus recuerdos rotos.
Encuentro una fotografía sobre la mesa. Una mujer, bella, a su lado un hombre serio, barbado, alto, que la protege o preserva con su brazo, que la defiende o la aísla en ese posesivo acto, en esa distinción, una advertencia. Ella también está seria y mira a la cámara con ojos de espuma, al borde de la lágrima, incapaz de rebeldías ni distancias, ajena. Pero está ahí y eso deja el mañana abierto.

Quién lo iba a decir.

Sin embargo el tiempo difumina los colores, los instantes detenidos, ella saliendo de su ayer y entrando en mi hoy, sentada a mi lado en el autobús, cada día, azar o designio, suerte o desgracia, conversaciones en la mañana desganada, en el regreso de cincuenta kilómetros, tiempo suficiente para las confidencias y los anhelos, los sueños guardados en una caja de madera junto a cartas en papeles amarillos, un anillo, una tarjeta con una dirección que ya no existe, con un nombre que sí.
Ni en su casa ni en la mía, escogimos la habitación de un hotel discreto, cuando nevó, cuando se cortó la carretera, pretexto y garantía, discreta disculpa, subterfugio, aval y defensa, barrera a la suspicacia. Ese fue el principio.

Estaba escrito.

Su acento francés, sus modales suaves, su cuerpo encogido, sin hábito de besos, de caricias, con un feo color morado en el muslo. No hablamos de ello, no tuvimos tiempo, nos precipitamos en un río de esperanza, de manos y piernas, de labios, de suspiros, de un sueño fabricado después de los días de trabajo monótono. Y pensar que no me gustaba, que me pareció un fastidio su primer buenos días, la interrupción de mi lectura, mis pensamientos ensimismados. Fueron once meses.

Otra fotografía, tomada con el móvil, el último encuentro. Volvió a París. El trabajo, otro traslado, inesperado. Los dos reímos, sin ganas, quizás el sueño estaba agotado y era lo mejor. De sexo pasó al amor, del amor a la costumbre, de esta volvió al sexo y de ahí al bostezo. Se nos acabaron las disculpas, la rutina cegó las ansias del principio. Fue lo mejor, que se fuera, con su hombre barbado y su necesidad de ternura, con sus silencios prolongados y su mirada a un horizonte en el que yo apenas era una sombra bajo un árbol.

Ahora viajo solo, nadie se sienta a mi lado.







16 comments :

Arthur dijo...

Buenassss Pedor, yo también digo que es mejor así, que se vaya con quien ella realmente ama, y ese barbado alto, también la ama. Entonces ya está, y ya que le iba a hacer el otro, que también la ama, por eso la dejó ir.

Saludotes y abrazotes

Sweet Dreams, de todo Corazón:
Arthur

Gusthav dijo...

Buenassss Pedro, el chamorro morado, y los ojos a punto de la lágrima, parece que había viloencia, que mal! Pero también me parece bárbaro que la deje ir porque la ama, a que se vaya con su barbado.

Bueno, yo tambieén, también digo que es mejor así. Igual la rutina mata al amor. El amor se alimenta de amor, tiene que haber cosas nuevas si no la rutina vuelve y con ella el desamor. Uy!

Saludos y abrazos

Nice Day, con toda mi Alma:
Gusthav

Pedro M. Martínez dijo...

Sí, señor. Arthur, que se vaya con quién quiera.
Total...
Saludos.

Anónimo dijo...

Gusthav, la rutina mata al amor. Cierto.
La rutina lo mata todo.
Por eso no me acostumbro y cambio.
Pero te abrazo.

ybris dijo...

Pues aunque viajes solo te pasará como a Lezama Lima: alguien vendrá aunque le esperes.
Y si no viene da igual.
Que labia no te falta.

Un abrazo.

ana p. dijo...

Cuando comenzamos, me pareció que las mariposas que agitaban mi estómago iban a durar eternamente. El día estaba lleno de pequeñas sorpresas: una mirada, un roce de manos inesperado, la coincidencia de pensamiento, la sonrisa detenida en el aire de un atardecer. El tiempo se detenía con sopor de tarde de verano o galopaba presuroso cual vagón de metro. No acertaba a distinguir dos minutos iguales y todo mi cuerpo inventaba momentos luminosos, alegres, inesperados. Mi energía, plena, no se agotaba nunca. Tampoco mis palabras, ansiosas de reconocimientos y hallazgos. Mis manos volaban por su cuerpo descubriendo tangentes, curvas, rectas, espacios secretos. Bailabamos a todas horas la música que la pasión desataba, ahora sotto voce, ahora a voz en grito.

Así pasaron días, semanas, meses. Agotando aventuras y lunas. Pero un buen día, no sé muy bien porqué, descubrí una mueca de desagrado en su cara, un aburrimiento de buscar, de encontrar, de perseguir y entramos en una espiral en la que ya no había fuegos de artificio. Poco a poco pasó a ser un desconocido, hostil y lejano. Yo me dejé arrastrar por la oscuridad de su sombra y perdí el fulgor que calentaba mi pecho. No más danza, no más chanza. El aire, pesado, que nos rodeaba no me dejaba respirar. Cada silencio caía como una losa imposible de levantar y fue así como decidí irme de su lado..... Nunca más he sabido de él. Pero el sabor de su letargo todavía me amarga la boca.

Madame Vaudeville (Chus Álvarez) dijo...

Estaba escrito.... ¡Y qué bien escrito!
Un besito extrañador

ana p. dijo...

Por cierto. Olvidaba comentar que este humilde cocodrilo, sabe que las lágrimas originadas en esta charca, son propiamente lágrimas de cocodrilo....
Beso, esta vez si, de verdad de la buena

Pedro M. Martínez dijo...

ybris, un repaso al diccionario.

labia.:. f. coloq. Verbosidad persuasiva y gracia en el hablar.

Soliloquio: (Del lat. soliloquĭum).Reflexión en voz alta y a solas.

Diálogo: (Del lat. dialŏgus, y este del gr. διάλογος).
1. m. Plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos.
3. m. Discusión o trato en busca de avenencia.


O sea, esto. O eso.

Pedro M. Martínez dijo...

ana p. dijo...

Yo me dejé arrastrar por la oscuridad de su sombra y perdí el fulgor que calentaba mi pecho.

Y esto –y el resto- lo dijo muy bien.
Mis saludos y mi enhorabuena.
(no por la soledad)

Pedro M. Martínez dijo...

Madame Vaudeville, el destino escribe desde antes.
Hay veces en las que no hace falta ni que escriba.
Lo ve un ciego,
Hay tantos ciegos.
Tantos.

Un beso como dios manda.(besitos, besitos...)

Pedro M. Martínez dijo...

ana p., ¿en tu charca o en la mía?
(lo digo por adecentarla un poco, recoger y eso, ya sabes)

Conozco cocodrilos sinceros.
Y algunos llorones.
Beso de santa Rita.

ana p. dijo...

En la mía. Hay menos nenúfares. Glups. ves? Ya me he caído al agua.

Pedro M. Martínez dijo...

ana p., tranquila, tú nadas bien.

gaia07 dijo...

Eso es… importa lo que has escrito, lo que has contagiado, con tu alma desnuda, y el no saber qué, suele molestarte :-D
Rayos de sol en vidas llenas de sombras, preciosa historia. Un beso.

Pedro M. Martínez dijo...

Que no, mujer, gaia07, que soy un escritor humilde.
Cada uno que entienda lo que quiera.
Pues vaya, solo faltaba, pues eso, pues sí.
Jajajajaja.
Gracias, bella.
Besos.

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