miércoles, 14 de marzo de 2007

Vestal.


Como a una vestal velluda y magnífica alimento tu altar con palabras de fuego que enredo y lanzo a tu crítica sólo suavizada por un velo sutil y adolescente, por amarillas cortinas de tolerancia.
Tú no lo necesitas, mi fuego brota de forma natural, volcánico e impetuoso, adánico, fértil, pródigo en deseos ardiendo como zarzas en los montes de mi infancia. Tú lo azuzas con tu belleza detrás del cristal de Tántalo, detrás de las rejas, detrás de piedras de no y no. Y no.
Témeme, ahora sé, con un rayo inesperado, cierto y novedoso, con un fugaz chispazo de entendimiento que ilumina los páramos anteriores. Ahora sé.
Y te llamo, te aviso de la lluvia que viene desde el mar. Te acojo de la tormenta bajo el tejado, bajo la cornisa de ternura que preparo para ti, para tu desamparo, dudas, miradas, extravíos, distracciones, renuncias, vuelta a los usos antiguos.

¡Eh!, te grito para que no caigas en los agujeros de la pradera del olvido mientras la noche de la distancia nos cubre, nos separa.
¡Eh!, y liebres iracundas, incómodas, nos rozan las piernas mientras caminamos en círculo, casi ciegos, tanteando los bordes de un camino que ignoramos.
Sin embargo los lebreles de la certeza corren por ese camino, cierto; la madrugada difumina otras huellas, gastadas; el rocío alimenta a los insectos endogámicos, hambrientos.
En el cruce antes de tu casa hay un rudo altar con una virgen triste de cabeza inclinada, un ramillete de flores, una papel bajo una piedra. Un pájaro se ha posado sobre la tosca imagen y gorjea. No tengo paciencia y golpeo en tu puerta, avasallador, imperioso, conteniendo con dificultad el impulso de utilizar la espada contra la madera que separa, que me impide verte, que te protege detrás de una seguridad inútil ante mi ira, ante mi profética visión del paraíso.

Ahora que abro los ojos la campiña transcurre plácida ahí afuera. Solo dentro luchan los demonios y ese ángel solitario que resiste en la colina. Le envío cestas con promesas, higos dulces y almendras, le animo con gritos que atraviesan las altas hierbas de la ribera. Cintas coloradas ondean en la flecha clavada en el cadáver del emisario. Nada ha cambiado y la guerra continúa sangrienta y larga, los contendientes resisten detrás de los muros del error.
Podría decírtelo de otra forma pero un águila de fantasía me lleva en sus garras y me siento incapaz de hacer otra cosa que dejarme transportar hasta su alto nido, hasta los riscos donde no llegan ni las tribus de hombres con lenguas desconocidas. Eso me obligará en el viaje de regreso a vadear ríos, dormir en pajares tristes, alimentarme con raíces y nueces, beber el agua retenida en los agujeros de las rocas, correr y correr sin descanso para huir de los celosos moradores de las tierras oscuras, de los feroces hombrecillos grises, envidiosos, vengativos. Puedo escuchar ya sus gritos rabiosos y tengo miedo aún antes de haber traspasado mi portal.
Los melancólicos se retiran a sus cuevas.

Eso, mi amor, que te recuerdo en esta mañana azul y triste.
Anda, cielo, llámame.



10 comments :

Anónimo dijo...

¡No se lo digas de otra forma! ¡Deja que el águila de la fantasía te lleve!
Seguro que te llamará… te guiará con su luz en la distancia y ahuyentará a los hombrecillos.
Un beso, gaia07.

Pedro M. Martínez dijo...

Gaia07 están las calles llenas de hombrecillos grises ¿no los ves? Vienen a por nosotros. ¡Corre! aupémonos en el águila de la fantasía (no queda otra).
Te beso en miércoles.

almena dijo...

No, no dejemos que la melancolía nos encierre en nuestras propias cuevas.

Saludos!

Pedro M. Martínez dijo...

Almena, algo ocurre en esta historia. Juraría haberte contestado. Sin embargo, no, ha desaparecido.
Bueno, decía que nada de melancolía y menos de cuevas, todo a pleno sol.
Ahí vamos.
Saludos.

Isabel Barceló Chico dijo...

¡Esos demonios que luchan dentro y se niegan tozudamente a salir y luchar a campo abierto...! Saludos cordiales.

Pedro M. Martínez dijo...

Isabel Romana ná, son demonios de casa, familiares, solo los paseo en estos escritos p´arriba y p`abajo. Saludos y gracias por venir.

tomatita dijo...

Esas jóvenes doncellas, las damas de Hestia, siempre manteniendo vivas, encendidas, las llamas de los altares...nos has devuelto la antigua Grecia al calor de las emociones.

Y que no decaiga, que nunca se apague su llama.

Un abrazo.
Eva

Pedro M. Martínez dijo...

Eva ea, pues eso, que no decaiga. Abrazos.

Luz G dijo...

Las cosas son raras, un suceso inesperado y grave torció mi voluntad de escrbir, hace unos días, un post que tiene este mismo nombre: Vestal.

Pedro M. Martínez dijo...

25palabras vaya, me has descubierto. Te estoy leyendo la mente. Tiembla. (la verdad, hija, que cosas más raras piensas)

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