Otro día.
El atentado contra Lenin.
La tarde del 30 de agosto de 1918 Lenin había pronunciado un discurso en una fábrica de armamento de Moscú. Cuando salió del edificio, y antes de que pudiera entrar en su coche, Kaplán le gritó. Al girarse, ella le disparó tres tiros: uno atravesó el abrigo de Lenin, hiriendo a una mujer, los otros dos le alcanzaron el hombro y el pulmón izquierdos, respectivamente. No hubo testigos de que fuese Kaplan quien disparó contra Lenin. La oscuridad en el patio de la fábrica, la multitud presente y lo inesperado del ataque hicieron imposible la identificación fidedigna del asaltante, a pesar de la declaración poco fiable de algunos de los presentes durante la posterior investigación.
Lenin fue inmediatamente trasladado a sus aposentos del Kremlin. Temía que hubiese otros conspiradores tramando su asesinato y se negó a salir para recibir atención médica, sino que se le proporcionó en la misma estancia. Sin embargo, los médicos fueron incapaces de extraer las balas fuera de las instalaciones sanitarias. Pese a la gravedad de las heridas, Lenin sobrevivió, permitiéndosele seguir su convalecencia en las afueras de Moscú el 25 de septiembre de 1918. Se había salvado de morir por el disparo en el cuello al girarse cuando le disparaban. No obstante, su estado de salud nunca se recuperaría del ataque y se cree que el atentado influyó a la larga en los posteriores infartos que le incapacitaron y acabaron con su vida.
Kaplan fue encarcelada e interrogada por la Cheka. En su primer interrogatorio únicamente chilló nerviosa que había disparado a Lenin, pero se negó a decir nada más y a firmar su declaración, siendo trasladada a continuación a la cárcel de Lubianka. Interrogada por altos funcionarios del gobierno, se negó a aportar datos sobre su persona o sobre el ataque. Los investigadores de la cheka no lograron encontrar el arma usada en el asalto y sólo tras el cierre de la investigación el 2 de septiembre de 1918 se anunció la entrega de una pistola, que no se pudo asegurar que fuese la usada en el atentado. No se usó como prueba contra Kaplan, que fue ejecutada por entonces (oficialmente el 3 de agosto de 1918, pero quizá el 31 de agosto). En 1958 el comandante del Kremlin en 1918, Malkov, confesó haber ejecutado a Kaplan el 3 de septiembre en el patio del edificio por orden de Sverdlov.
Su confesión fue escueta: Mi nombre es Fanya Kaplán. Hoy disparé a Lenin. Lo hice con mis propios medios. No diré quién me proporcionó la pistola. No daré ningún detalle. Tomé la decisión de matar a Lenin hace ya mucho tiempo. Le considero un traidor a la Revolución. Estuve exiliada en Akatuy por participar en el intento de asesinato de un funcionario zarista en Kiev. Permanecí once años en régimen de trabajos forzados. Tras la Revolución fui liberada. Aprobé la Asamblea Constituyente y sigo apoyándola.
(De Wikipedia)
Fanya Kaplán
"Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, se hizo
un silencio en el cielo, como de media hora" (8.1)
un silencio en el cielo, como de media hora" (8.1)
El día pasó como pasan estos días grises, marchito, atribulado, taciturno, estéril, etcétera.
Por la noche tiene un sueño breve hasta que las ortigas del insomnio trepan y se adueñan de la verja que separa el jardín onírico de rosas y agua fresca del fango que cubre el miedo al presente, al pasado, al futuro, a todo lo que conoce y desconoce. Una sensación de angustia le hace dar vueltas en la cama, las sábanas se enrollan en su cuerpo sudoroso a pesar del frío de la madrugada. Son tiempos desolados, de penuria, pánico y arena, un pozo fétido de incertidumbre. Le duele la noche amenazadora.
Luego se queda en un duermevela inquieto hasta que suena el despertador. Se levanta y arrastrando las zapatillas llega hasta el espejo de plata sucia. Ese es él y ha llegado el tiempo de ponerse la careta sobre la carne vacía, de agotar el desasosiego, el quebradizo sentido de vivir así.
Al ajustarse la corbata todo cambia. Con el café se toma las tres pastillas, dos blancas y una azul. Enciende el teléfono y tiene ya cinco llamadas perdidas, el aviso de varias citas esa mañana, ha quedado para comer con Julia y discutir lo de la partición del piso. En el ascensor está silbando, Sale sonriendo por el portal. Otro día.
2 comments :
Mis felicitaciones a Andrea, pero le dices de mi parte, que así, el edificio se le va a caer al suelo.
Ha habido un lapsus de esos, aunque no te has podido dar cuenta-lógico- mi padre llegó y me ha estado hablando de la guerra con Marruecos y se me ha olvidao tó.
Nikté, sí, tititití, por aquí y por allí, que se cae la casa al suelo, ya, no me extraña, que llueve, tiene que llover, a cántaros, que se lleve el polvo y el polen, las guerras olvidadas y las palabras nunca dichas, ¿quedan?, ¿queda algo por decir?, tititití, por si acaso, a pesar de todo, de algo, de nada, lo intento, parece que no pero hay palabras dichas, leves, que sé yo, hola, viento, paradoja, ucronía, que se me quedan entre el pulmón (derecho) y lo susceptible, puñales para pasar el día, lo justo, un suspiro, el asma, el alma, las ganas de echarme en el suelo y ver rodar el mundo mundial, sí, tititití, viernes, vamos a ver. Besos.
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