Oigee i y la lluvia estética sobre París.
En París, seguro que Oigee i no tiene la culpa de esta lluvia de erizos y agua negra, una garza de hastío entremezclada con el ansia del ocio, no hacer nada como un santo en su peana, todo está hecho, el rumor en los pasillos del olvido y la curva donde dio el primer beso, entonces, antes del asma y la contractura en el cuello, el techo de la noche bajando, envolviéndole para regalo con una cinta roja que se enrosca al cuello como un asesino sonriente, cínico, jadeando como Richard Widmark en aquella película que nadie ha visto porque aún sus padres no habían nacido y la piel del futuro estaba recubierta por algas y una espesa capa de peces esponjosos, grises (alguna relación debe tener todo esto con lo que no, espero).
Una lluvia estética cae sobre París y Oigee i aún duerme enroscado como una fruta oscura sobre una cama blanda, alguien deja sal junto a su agujero y espera que el aliento de esos erizos que caen detrás de la ventana aligeren el paso y se produzca el milagro, Fátima, Lourdes, vírgenes sobre árboles o zarzas, damas que brillan y condenan el comunismo y enseñar las tripas de la mentira, océanos de trigo y le falta la respiración desde que Goldman Sachs enseña que la verdad nos hará libres y verdes, propensos al incendio y dejarnos la mandíbula larga, una moda absurda por otra parte, que mejor era lo del odio y los orgasmos no consentidos, ya ves tú, qué manía, le daba apuro gozar en su presencia, somos tantos que la singularidad es un bien escaso, salto sin red, que nunca tuvo tropilla siempre ha montado en ajeno, Cafrune, tantos nombres que es mejor hacerse agujeros en las sienes y dejar circular por la cabeza la cultura, la estética, la propensión a la depresión (hoy estamos aquí y mañana quién sabe).
Por todo esto Oigee i sabe que lo importante no es lo que se dice ni siquiera cómo se dice, lo importante es decir.
Ay, es que lo escrito, escrito queda.
¡Pues claro!, eso es, alma de cántaro, de eso se trata, de dar, de comunicar, de levantar puentes, de poner una piedra encima de otra.
Ya, pero llega un momento en que se cae, se derrumba el montón.
Exacto, eso también ocurre, empezó en Babel y es un principio que seguro ya demostró algún griego con túnica blanca, algún chino, un suponer, quién sabe, bastante tiene con amontonar sus piedras que, fíjense, martes, día de la Constitución Española, el jueves la Inmaculada Concepción, manda huevos, ya les vale, el Estado y la iglesia poniéndolos encima de la mesa y usted aquí, leyendo estas insustancialidades en vez de preparar los cócteles molotov ( Oigee i se baja al mercado que le falta azufre para el punto exacto de explosión).
(Kiefer)
2 comments :
Claro que lo importante es decir. Y si además te escuchan eso ya es...., uf.
¡Jo! ¡Cafrune!...me nombras a Torrebruno y no me da ese escalofrío...
Publicar un comentario