En primera línea. 
En primera línea, en las trincheras, hundidos en el  barro hasta las rodillas, asomando la cabeza con tiento, sabiendo que  somos los siguientes, los de la próxima batalla, temiendo su inminencia,  nuestras escasas fuerzas, lo cruel del combate, lo irremediable del  desenlace, que estamos vencidos aún antes de comenzar.
Y  sin embargo ajenos a los pregoneros del miedo, al silbido de las  serpientes, en vigilia, con inspiración, airosos, benditos sin  bendiciones, con un sombrero de plumas, alegres, brindando al viento,  ebrios de vida, saltando con agilidad la arquitectura de los días,  traduciendo las sílabas de la risa, eludiendo la geografía de lo  complejo, nadando en besos, deslizándonos en abrazos, casi exultantes.
Que  nadie sople nuestros faroles, que nadie borre el camino escogido, que  las nubes pasajeras no nos impidan ver el rumbo marcado por las  estrellas, que nada restrinja nuestro gozo, que nadie nos prohíba la  felicidad, los sueños, que nunca el pasado nos siga, furtivo,  recordándonos lo que no fue, lo de antes, que el ahora nos colme, nos  haga levantar la mirada, que el espejo nos mienta, nos mime, nos  ensalce.
Que la inocencia siga en equilibrio, que  no perdamos la voz espontánea, la piel erizada, el sentimiento  ahogándonos, oprimiéndonos la garganta ante lo bello, lo profundo, lo  que nos vuelve el alma del revés, todo aquello que apenas sabemos  definir pero que nos hiere de intensidad, de anhelo, que nos toca ahí  dentro, en lo más íntimo, allí donde ni siquiera nosotros mismos  sabíamos que existía un territorio.
Que no nos  falte el deseo como un lobo poderoso, ni el abrazo de nuestros amigos,  ni los cantos de sobremesa con una copa de vino en la mano, ni las ganas  de pasar mil medianoches bajo un cielo negro, nuestro, hablando de  caricias y halagos, de amistad, deliciosa conversación del ahora, lo que  somos, sin distraernos del objetivo, que no baje el telón de la  comedia, que sigan en el destierro los cazadores de dramas.
No  queremos sólo esto sino todo, que la brújula señale siempre la  primavera, que el crepúsculo no se destiña con la lluvia, que la memoria  se serene y amasemos las horas del amor, demorándonos en gemidos y  dulzura, que los olores de la niñez no se pierdan, que los ojos de  nuestra niñez no se apaguen, que esta hora, que este día de hoy sea   único, es el momento de continuar, llorando, luchando, riendo, siendo,  viviendo. Os abrazo.