El traductor de Cortázar.
“No estaba sujeto a una disciplina. Corregía poco, todo le salí casi naturalmente. Para él, era como un juego fácil y divertido”.
Pues sí, este era un traductor de Cortázar, aún sin dignidad académica, como una Apps de iPhone fijaba su vista en un texto y de inmediato quedaba traducido en su mente. No terminaba ahí el proceso, el siguiente paso era la elaboración automática de floridos escritos que decían lo contrario de lo que decían, es decir nada, es decir eso, es decir la luz que se extendía de dentro a fuera por bóvedas cerebrales y ventrículos, por barandales y columnas sin aristas, árboles fluorescentes, palabras sin substancia. Claro, así le iba.
En cambio al traductor de James Joyce el negocio le iba mejor. Lejos de amedrentarse por prejuicios, por el riesgo del ingente trabajo, realizó tres revisiones de la obra Ulises. Se leyó entera la valiente apertura de Salas Subirats, se recreó en la libertades poéticas de José María Valverde y reconoció el merito de adecuación a lo moderno del tándem García Tortosa/Venegas. Con esos antecedentes tradujo las traducciones, efectuó calas microtextuales, se involucró en las transgresiones, se definió en su opinión sobre el dilema de Shleiermacher y por último se puso por montera el libro abierto por la página 325 y clamó “¡no va más!” justo antes de desaparecer por una trampilla camuflada en mitad del escenario no sin antes quemar la edición de Planeta, la de Lumen y la de Ediciones Cátedra, un pirómano joyciano. Vendió todo, lo suyo.
Estos dos ejemplos simbolizan para mí la diversidad interpretativa de la cara oculta del lenguaje ajeno, de los libros infinitos, de morir en cada página que revolotea ante los ojos después del sueño, de las emociones anidando como grullas soberbias, como gorriones de antracita, como un coro de ancianas desgranando las cuentas desgastadas de sus rosarios, camino al paraíso, cristales en las tapias, Kirk Douglas en una pradera sin límites de alambres de espinos, la imagen de un mundo que no es redondo, que empieza y acaba dentro de lo que se ve, mirada constante a lo mío, lo de aquí, lo nuestro, nosotros, yo.
Naufragar en el patio, desoír la recomendación de los marineros griegos, perder el rumbo en el propio portal, con murmullos de pájaros de domingo en el balcón, con barcos atracados en el pasillo, costas de Ítaca en los tendederos, arrojarse al agua desde un primer piso y salir goteando por las escaleras como una muchacha fenicia de caderas magníficas, el agua remansándose bajo la nariz, la boca abierta, cantando, traducir es una labor guerrera, la hermosura de la batalla por ganar lectores que lean, que no solo vean, que no solo escuchen la música, que vayan más allá de las fotografías y el color o el no color. Colgarse boca bajo de una estrella y protestar, indignado en la prosa. Me voy a comprar un kalashnikov.de segunda mano. Va por ustedes. Protéjanse.
4 comments :
Danzar con las letras y volcarlas en silencios que juegan con la tinta que no existe más que bajo las yemas, en pasiones que se desdibujan y emociones que claman belleza y en ese ir y venir acabo de decidir que este es de los que más me gustan para desvariar ...pero...aún estoy intentando encontrar aquél que me hizo tirar anclas y leer...tras las letras.
Un beso Pedro.
De "traducciones":
"La mejor manera de leer Ulises sería zambullirse directamente en sus páginas, dejándose llevar por el poderío musical y ambiental de su palabra, y encomendando confiadamente sus oscuridades a la esperanza de una gradual familiarización con la obra. Sólo para la relectura - esencial, como en toda gran cima de la literatura universal- sería ya plenamente lícito utilizar informaciones y referencias externas..."
Inicio del prólogo a "Ulises" de J.M. Valverde.
Me esconderé debajo de la cama, por si acaso disparas cerca. ¡¡Menudo señor ese Calasnicoz!! (¿Lo traduzco mal?)
Un abrazo.
No te preocupes y dispara, mi pantalla lleva chaqueta antibalas.
“Mi diversidad interpretativa de la cara oculta de tu lenguaje” no acabara tan mal, claro que tú puedes interpretarlo de otra manera.
Un abrazo
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