miércoles, 20 de abril de 2011

Parker y el contratiempo.

Manifiesto

Hoy declara que os ama porque oléis a madera,
porque habéis socavado en su cuerpo una brecha
por donde corren ríos
y vienen a romperse los cristales del sueño.
Las palabras son vuestras
y son vuestras las manos y el miedo que sostienen.
Y son vuestros los nombres
y la pena que lleva por dentro de la sangre.
Son vuestros el paisaje que guarda en la mirada
y el que tiene plantado delante de la casa,
el mar, los aguacates,
y esos amaneceres que esconde en la cocina
y enseña algunas veces tan sólo a quienes ama.

Elsa López
 
A Parker aún le contraría el dique del no continúo. Pasan los días verdes, los amarillos, su cabeza se hilvana de hilos negros, hierve con libélulas de deseo, con mariposas meciéndose en los largos tallos de los gladiolos, con ranas croando en el filo del verano.  Pero siempre es no.

Lo sabe, tratando de encontrar consuelo  llama a Marie, embriagado de soledad, herido, envuelto en la gasa caliente del desamor, con retorcidos alambres de miedo, sin saber asumir la realidad del amor roto, hundido, perdido ya bajo el cieno del tiempo, de tanto tiempo.

Sin preguntas, sin reproches, Marie le acoge entre sus brazos comprensivos, firmes, cálidos, más maternales que amantes, dibujando una fina línea que no debe traspasar.

Ahí se refugia y dice, sigue, mitiga su rabia pero no la sed, el deseo incumplido, se busca en la ternura y también ahí termina herido, frustrado,  incompleto, debilitado, ausente.

Marie ordena los tarros de mermelada, los botes metálicos con galletas de chocolate, el café colombiano lo separa del venezolano, escarda en el jardín, planta gladiolos, pinta el marco de una puerta, riega los geranios, se apoya en el rastrillo con un gesto encantador, destacando la cadera arranca la raíz de malas hierbas, quita la polilla de un mueble antiguo, da cuerda al reloj de péndulo, suenan teléfonos, le invita a cava, le ofrece un plato de jamón, no puede parar quieta mientras Parker dice y dice sus ay, su confusión, su nula aceptación del contratiempo y ella escucha, asiente, entiende, siente, llora con él, arrepentida, amiga, le dice que orine antes de ponerse en viaje, le despide agitando la mano desde la puerta y la cierra, cierra la puerta…

Llueve y Parker no está contento, tiene miedo de la palabra olvido, de caminar una y otra vez por el pasillo de una casa vacía, de la ausencia, del viento de la soledad doblando las esquinas del invierno, se responsabiliza del no, de todos los no, de las reglas del juego, de la máscara con la sonrisa, del oficio de bufón, del torcido nudo de la corbata, de ese que escribe sobre él sin su consentimiento, de no controlar sus frágiles emociones, estira con suavidad las tenues hojas del arrepentimiento y termina en lo de siempre, se toma la pastilla verde para poder dormir y mañana será jueves.


3 comments :

cristal00k dijo...

Parker, necesita que su autor se vaya de vacaciones. Si puede ser con Marie, mejor. Y a la vuelta, se habrá reinventado. Menudo es Parker!

Felices días, Pedro

Anónimo dijo...

cristalOOk.
Muy bueno tu comentario...

gaia07 dijo...

Si juegas aceptas las reglas del juego, de otra manera no se puede jugar. Parker no saldrá de ese retorcerse en si mismo hasta que reconozca que solo es un juego, algo que le pasa a la inmensa mayoría, se toman la vida demasiado en serio.

Un enorme y gran beso.

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