martes, 15 de julio de 2008

Experimento DOS (Omo sanza lettere).

Escribir es el poder de añadir un rasgo a la visión desconcertante que el hombre construye incesantemente de sí mismo (Bataille)


(Pero, ah, se escribe solo, como se vive, soledad con los otros, ideas numeradas en cartapacios.)

Salimos en coche, al mediodía, ella tenía los ojos muy pequeños.
Viajábamos hacia una ciudad lejana, desconocida, de vino, insectos y conventos.
Ella leía, atenta, un libro sobre Schreber.
Yo tenía la sangre detenida.
Paramos junto a un bosque.
La tarde se detuvo ensimismada entre las ramas del recuerdo y el viento del crepúsculo no se atrevió a agitarlas.
Entre los árboles se escuchaba un llanto de níquel, entramos sin saber si una fiera acechaba, si se escondía allí un animal no imaginario.
Llegamos hasta el fondo de la umbría, nos acostamos boca arriba, sin rozarnos, contemplamos los murciélagos humillados por el resplandor del sol poniente que se colaba entre las rendijas de las altas copas.
Conversamos, convinimos en que algo tendríamos que inventar, algo para librarnos del tedio, despedazarnos con cuchillos mellados, romper ídolos yacentes, comernos mutuamente a pedazos.
Pero no, solo hablamos. Y hablamos.
Rabia del amor derrotado por silencio iluminado.
No por pensamientos, silencio por la herida del rechazo.


(Hay aquí demasiado signos, alfabetos arrastrados por caballos en llamas, maleza de letras y metáforas, el aroma prendido entre la hierba, nada.)

Nos levantamos y seguimos nuestro viaje, tránsito entre saber y sentir, entre el puente a lo lejos y el río detenido, rostros sin ojos en la bruma, el relámpago escondido en una mano. Si pensaba, en las cunetas crecían las palabras. Se marchitaban cuando no sentía, cuando ella no (me) miraba.

(Aquí se me atraviesa el texto. No sé cómo seguir)


Llegamos a la ciudad desconocida, nos perdimos entre callejuelas sucias, en una esquina le regalé mi corazón desnudo, un espacio sin paredes, sin ventanas, pradera de emociones abiertas al viento de la duda. Allí lo dejó, en la esquina de un portal.
Se fue.
Volví solo.
Me detuve junto al bosque.
La noche se había dormido entre las ramas y un rocío de olvido venía ya a buscarla.


(Hoy no quiero contar más, quiero cantar, susurrar un único verso acompañado de palmas y guitarras, continuar hacia una sospecha de paisaje, separar lo cotidiano de la tarea de las palabras.)



Gottfried Wilhelm Leibniz

(Leipzig, actual Alemania, 1646-Hannover, id., 1716) Filósofo y matemático alemán. Su padre, profesor de filosofía moral en la Universidad de Leipzig, falleció cuando Leibniz contaba seis años. Capaz de escribir poemas en latín a los ocho años, a los doce empezó a interesarse por la lógica aristotélica a través del estudio de la filosofía escolástica.

En 1661 ingresó en la universidad de su ciudad natal para estudiar leyes, y dos años después se trasladó a la Universidad de Jena, donde estudió matemáticas con E. Weigel. En 1666, la Universidad de Leipzig rechazó, a causa de su juventud, concederle el título de doctor, que Leibniz obtuvo sin embargo en Altdorf; tras rechazar el ofrecimiento que allí se le hizo de una cátedra, en 1667 entró al servicio del arzobispo elector de Maguncia como diplomático, y en los años siguientes desplegó una intensa actividad en los círculos cortesanos y eclesiásticos.

En 1672 fue enviado a París con la misión de disuadir a Luis XIV de su propósito de invadir Alemania; aunque fracasó en la embajada, Leibniz permaneció cinco años en París, donde desarrolló una fecunda labor intelectual. De esta época datan su invención de una máquina de calcular capaz de realizar las operaciones de multiplicación, división y extracción de raíces cuadradas, así como la elaboración de las bases del cálculo infinitesimal.

En 1676 fue nombrado bibliotecario del duque de Hannover, de quien más adelante sería consejero, además de historiador de la casa ducal. A la muerte de Sofía Carlota (1705), la esposa del duque, con quien Leibniz tuvo amistad, su papel como consejero de príncipes empezó a declinar. Dedicó sus últimos años a su tarea de historiador y a la redacción de sus obras filosóficas más importantes, que se publicaron póstumamente.
Representante por excelencia del racionalismo, Leibniz situó el criterio de verdad del conocimiento en su necesidad intríseca y no en su adecuación con la realidad; el modelo de esa necesidad lo proporcionan las verdades analíticas de las matemáticas. Junto a estas verdades de razón, existen las verdades de hecho, que son contingentes y no manifiestan por sí mismas su verdad.

El problema de encontrar un fundamento racional para estas últimas lo resolvió afirmando que su contingencia era consecuencia del carácter finito de la mente humana, incapaz de analizarlas por entero en las infinitas determinaciones de los conceptos que en ellas intervienen, ya que cualquier cosa concreta, al estar relacionada con todas las demás siquiera por ser diferente de ellas, posee un conjunto de propiedades infinito.


24 comments :

Anónimo dijo...

Disfrútalo

(es un regalo)

Un beso de los de siempre.

;P

http://es.youtube.com/watch?v=U5Yd9OlenNM&feature=related

Magnolio dijo...

Salgo corriendo de este Experimento II, tan bello, tan triste, hacia el brillo por fín de hoy, tan escaso en este verano del mejor de los mundos posibles.

Pedro M. Martínez dijo...

Bella Coblenza, los ojos más bellos de la red (el resto no se ve), me gusta más Estrella Morente que la Mari. Bonita canción, gracias.

Pedro M. Martínez dijo...

Magnolio asentado en terrenos que un día fueron una fortaleza, un monasterio, un poblado visigótico, ten cuidado al correr no lastimes tus meniscos dorados por el sol tan escaso este año, sí, pero no olvides que está detrás de las nubes, yea. (Tagore, por lo menos)

ybris dijo...

Precioso paraje, Pedro, para mirar tumbado desde abajo hacia los murciélagos humillados.
Conversar sin rozarse, pero queriendo hacerlo, desde el silencio por la herida del rechazo.
Llegar a la ciudad vacía y regresar solo recordando. Lo hablado y lo deseado.

Pues es gustazo hoy leerte así, entre miradas, y acabando en Leibnitz.
Siempre sentí fascinación por ese inmenso representante del saber universal.

Un abrazo, amigo.

Pedro M. Martínez dijo...

Gracias, ybris, humillados por la luz (los murciélagos)
Lo de “conversar sin rozarse, pero queriendo hacerlo” creo –ahora que te lo leo- que está inspirado en Maxence Van der Meersch.
Hablaré de él otro día, su lectura me descubrió un mundo, aunque ya esté pasado de moda (¿se pasan de moda los escritores, los estilos?án de moda los blo

Tempus fugit dijo...

¿Recuperaste el corazón?


un abrazo.

Pedro M. Martínez dijo...

No, De cenizas, sigo descorazonado.
Abrazos

mirada dijo...

El corazón late eso segurísimo, el hígado... esa fábrica ¿qué tal?

navegar.es.preciso dijo...

Hermoso,ajustado... Y ¿por qué
todo lo que escribes me resuena?
Bueno todo no, tu haces tu queja
por no encontrar exactamente lo que buscas y yo ando destejiendo telarañas de silencio, Ay!
Un beso

Margot dijo...

Pues yo te acompaño, cantar mejor que contar, sin duda.

Y me he enredado con todo lo finito y lo infinito. Me pasa como con los bolsillos, si me paro a pensar mucho en ellos me entra agobio. Tiene algo que ver con la teoría de conjuntos pero sería largo, y aburrido, de explicar.

Besos desde Maguncia, señor glup.

Pedro M. Martínez dijo...

Mirada el hígado me gusta encebollado, bien doradito. Si se puede acompañar con un buen vaso de vino, mejor.
Y bien y tal (que se dice)

Pedro M. Martínez dijo...

navegar.es.preciso, sí y no, arriba y abajo, lo tuyo y lo mío, lo blanco y lo negro, voces y silencio, diversidad, la vida misma.
Un beso

Pedro M. Martínez dijo...

Qué casualidad Margot, a mí también me entra agobio con los bolsillos, o con lo que llevaba dentro. Tiene que ver con la pasta, no recuerdo si era gansa. Lo de los conjuntos también, corbata azul con traje gris, lo clásico, ya sabes, de Bilbao, del centro.
¡¡¡Socorro!!!
Besos desde aquí.

Pedro M. Martínez dijo...

A los/las que comentan.

1.- No entiendo nada.
2.- No entiendo nada.

Pero muchas gracias.

Debe ser el calor. Tranquilos. Sobreviviré)

Anónimo dijo...

Sé que tu ultimo comentario no va por mí, ni muchísimo menos , aun así te diré:lo siento...yo soy (ya lo sabes) de las que lee y no dice nada, respeto lo que escribes y como lo escribes, el hecho de que no diga nada no quiere decir que me importe menos... tal vez si nos conociéramos haría algún comentario, pero solo soy alguien que un día pasó por aquí y se quedó al otro lado calladita también hemos tenido nuestos más y nuestros menos, pero eso ya forma parte del olvido)además hay personas que siempre tienen algo que añadir a todo, y otras, entre las que me incluyo, no.

Feliz verano, feliz vida.

Anónimo dijo...

Acabo de darme cuenta de que tu comentario iba dirigido a los-las que comentan y no, a los-as que No comentan, ay Dios...sí, debe ser el calor, disculpas.

Pedro M. Martínez dijo...

Anónimo con el que me puse borde una vez (o dos), mis disculpas.
Tengo la inmensa fortuna de que en esta página, además de divertirme, me comentan personas interesantísimas, se forman unos diálogos intensos y hay buen rollo.
Solo que a veces no entiendo.
Y lo digo.
Otras –créeme- solo quiero armar un poco de ruido (si no sería aburrido tanto beso y tantas flores) y dejo pistas por si alguien las quiere seguir.
No me gusta la rutina, por eso cambio tanto (de algunas cosas, otras permanecen)
Todavía no tengo vacaciones pero estoy disfrutando del verano.
También te deseo una feliz vida.

Y este es un espacio abierto.
Saludos.

gaia07 dijo...

Jajajajjajajajajaja
No, si sabemos que sobrevivirás sin entendernos. Me encantas.

Hasta los dragones hembras atrapan a los hombres con miramiento. Después de hablar durante horas sigue estando el silencio iluminando la herida, el último esfuerzo de dar el corazón desnudo ennoblece, pero lo deja en el portal porque a veces (pienso), es mejor irse, y dejar que busque otros ojos con la respuesta liberadora del tedio.
En esos instantes, cualquier final se atraviesa a todos los textos posibles.
Un beso y no te echo flores (por ruidoso jeje)

Pedro M. Martínez dijo...

¿Ves? gaia07, que me lío.
Va todo tan rápido que es como ir en un tren de largo recorrido, pasan los postes de la luz, las vacas en el prado, unas montañas a lo lejos que, al poco, ya han desaparecido y asoman otras. Se me juntan los nombres, las cartas, lo que escribo y lo que pienso, lo que siento, las músicas y las cifras de las que como, lo que amo y los miedos, los sueños y el gotear de los días. Demasiado.
Necesitamos vacaciones.
Además ya no sé cómo se me ocurre lo que se me ocurre. Aunque no ocurra.
Prefiero las flores que una corona.
RIP.
Qué bueno era.
Mis besos y besos.
Y besos, dragona.

MORGANA dijo...

una persona descorazonada no podría escribir de la forma que has escrito...
es mi humilde opinión, claro.

Pedro M. Martínez dijo...

MORGANA de opiniones humildes, has acertado, no soy, para nada, una persona descorazonada.

Anónimo dijo...

Lo sabía! Me encanta el experimento 2 (y como te leo de corrido es doblemente orgásmico). Venga dilo: ¿Con que gafas me lees? :-)

Pedro M. Martínez dijo...

Malvada Bruja del Norte ¿Con que gafas me lees?
(Sin leer tu comentario ¿a qué te gusta más el tres?)

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