martes, 28 de abril de 2009

Por no decirlo claro.


Las obediencias del cuerpo:
los muertos –nuestros muertos-
siempre insistiendo, aferrándose a la vida.


(Salvador Oliva)



En la habitación flotaba un olor de fresas germinadas.
De la cocina llegaba la sombra fría del jabalí muerto.
La mariposa se posó sobre el durmiente.

No sin ternura, el verdugo apartó un mechón de cabellos que cubría su frente, afiló las palabras y, erguido, habló durante mucho tiempo en un lenguaje incomprensible.

La tristeza se aposentó sobre los muebles y las flores en el centro de la mesa.

La falta de serenidad asomó su zarpa y estableció un código nuevo, implacable, comenzaba la era del desconcierto.

El idioma como pretexto de la opresión, la voz antigua como arma, la burda comunicación con cien palabras, el ruin engaño.

Y entonces llegó la oscuridad.




lunes, 27 de abril de 2009

Confusión.

Había nacido con zapatos. Rojos, finos, de taco alto,
que fueron la desesperación de todos los que vivimos juntos
en aquel tiempo.
Y en la cara tenía varias dentaduras, y lentes celestes como
el fuego.
Al pasar, por la tarde, parecía el ángel de la devoración con
pie punzó.
Más, en realidad, amó la luz solar. Comía guindas, llevándose
una a cada boca.
Y sentía temor y amor hacia el Maestro Tigre que llegaba
en la noche a buscar doncellas.
Y nunca la eligió.

Marosa di Giorgio (Uruguay, 1932-2004).




(Tú sabes)


Estaba cambiada, el pelo blanco, algo encogida, un caminar más lento.
Pero la reconocí, era Silvia, estaba seguro.
La seguí.
También yo había cambiado, la cojera me impedía alcanzarla, estuve a punto de perderla de vista.
Entró en un edificio de oficinas del centro.
Recordé que ahí tenía Mark el despacho.
Había pasado mucho tiempo pero hay cosas que siguen igual. Paradojas. Somos así.

Ni sé el tiempo que estuve esperando frente al portal.
Por fin salió Silvia.
Del brazo de Mark.
Tantos años dando vueltas a este asunto y mis negros pensamientos se confirmaban.
Seguí a los dos. Reían.
Ahora el corazón me latía fuerte, mi cólera aumentaba.
Estaba decidido a abordarles, a escupirles mi rabia, mi decepción, a insultarles.
Pasó un taxi negro, hicieron una seña, subieron a él y desaparecieron en el tráfico de Trafalgar Square.
Ahí me quedé rumiando mi estupidez, mi orgullo por los suelos.
Así qué ¿esa fue la causa? Ese.

Permítanme que no me extienda.
Lo sé, desde fuera es una historieta demasiado leve.
Pero ustedes me entienden.


domingo, 26 de abril de 2009

Tokonoma



“Cuando la nube al formarse cambia de aspecto, ¿cesa de ser nube? Esta vida no es más que una constante mutación; unidad en la pluralidad; duración en la metamorfosis. Tú, ellas, todas vosotras no sois más que una en mi amor y en mi falta. ¿Has sido, pues, para convencerte para lo que has emprendido tu viaje?” (Goethe)


Linda, esto no lo sabes -¿a qué no?-. Los japoneses son expertos en el arte de la invisibilidad. Tienen una costumbre que consiste en marcar la presencia simbólica del vacío en la casa mediante un minúsculo hueco abierto en la pared. Ese hueco es el tokonoma y puede hacerse con una uña. Basta con raspar un poco la pintura de la pared, el borde de una copa de cristal, y reducirse hasta caber en él. Inténtalo.

El pasillo de mi casa está lleno de tokonomas donde he guardado tu vacío, tu ausencia. Me reduzco y salto de uno a otro, esperando tu regreso.

Oh, junio lejano en mi calendario.


sábado, 25 de abril de 2009

Amistades peligrosas



Tuve un galán que en vez de sonrisas a la mañana sólo dedicaba gruñidos. Despertarse lo ponía de tan mal humor que cruzar palabra era imposible. Había que desayunar en silencio, mirarse poco y rogar que llegara cuando antes el mediodía, para que su reloj biológico lo reconciliara con el mundo. Su tiempo era la noche: después del trabajo se sentía liberado y se volvía encantador, romántico, servicial... otro. Para entonces yo estaba tan cansada (anochecida) que su fervor rendía menos de lo deseable. Lo nuestro era imposible por incompatibilidad lumínica. A mí el día me reciclaba: me levantaba con felicidad de girasol y vocación de campana; para él, en cambio, era un mazazo. La noche traía nuevos desajustes: en mí, las sombras eran la antesala del sueño, un espacio denso, empetrolado, que cargaba con el desgaste de toda la jornada; él, en cambio, pateaba sus ojeras hasta que salía la luna y, sólo entonces, era feliz como un vampiro. Compartíamos, eso sí, algunas tardes muy buenas. (Raquel Garzón)



Resulta que estaba ahí, en alguna parte, apareció por sorpresa.

El resto es esta historia donde están metidos, que les sube y baja, les lleva y apenas pueden dejar de mirarla, tanto les atrae, les atrapa, les ata, les libera, les emociona, les une.

Dice esto y sabe que no es lo que quiere decir porque no tiene palabras para definir el milagro que se ha producido entre ellos, esta mutua atracción que les enfrenta como en un espejo donde se miran y se beben, atónitos que sea así, de toparse con que la vida tuviera este recodo para saber más, para encontrar un misterio que brilla, una verdad, un acertijo, porque… ¿por qué ahora?, ¿por qué a ellos?

Tiene una incertidumbre, ¿hasta cuándo?

Pero mientras se apoyan en las columnas clandestinas, se abren el corazón, se cuentan la vida a chorros, lo más íntimo, lo que nunca antes han contado y se comprenden, se quieren más, se saben, se miran confiados y gozosos, nuevos, otros, amigos, hermanos, agotados de tanto amarse. Se viven.

Aunque en el fondo de su alma tiene miedo de defraudarla, de no llegar, de no saber, de no culminar la faena, como un mal torero al que se le escapa el toro y lo devuelven a los corrales.

Pase lo que pase, no quiere pensar en ello, no ahora, quiere seguir así, sin saber el truco, el engaño del prestidigitador, por qué salen tantos objetos de la chistera, por qué aparece un piano colgado en mitad del escenario, por qué están los dos tan absortos en ellos mismos.

Y sigue la fuga silenciosa.


viernes, 24 de abril de 2009

Desbaratados.




¿Cuál fue la hora que esperamos tanto,

que vino al fin y no reconocimos

y se nos dio para soñar el sueño

que nunca nos había visitado?

(Valente)





Justo ahí, en ese equilibrio sobre una cuerda colgada desde la conciencia de lo que tiene entre los dedos hasta la percepción de poder dejar de percibirlo, baila su ansiedad.

Le encanta que le desbarate, que le agite, que le sacuda, que no le deje dormido, que le sorprenda.
Le encanta incluso que le amenace.
Algún día ella se lo ha escrito y lo ha leído como una broma.
Pero no, le encantaría sentir –también- miedo.

¿Cómo han podido vivir sin conocerse antes?

(Dibujos : Sonia Pulido)


jueves, 23 de abril de 2009

Experimentos divulgativos.

Al salir del espacio me encuentro

En el jardín abandonado de las cantidades,

Y rompo la constancia aparente

Y la conciencia de sí mismas de las causas.

Y tu libro de texto, infinito,

Leo solo, prescindiendo de los hombres;

Libro sin hojas, de salvaje curandero,

Compendio de problemas de enormes raíces.

Osip Mandelshtam


En un ordenador nuevo he intentado la siguiente prueba.
Se introducen dos euros en la ranura destinada a tal efecto.
La máquina realiza una serie de preguntas.
Las contestas una a una, mentalmente, mientras pulsas Ctrl+alt+supr
El PC las contesta, adivinándote.
Veamos unos ejemplos.


El cuadro que hubieras querido pintar:
Autumn Rhythm (1950).-. Pollock


Un libro que te hubiera gustado escribir:

Por supuesto, Rayuela


La música que hubieras compuesto:
La Pasión según San Mateo – J. S. Bach


El nombre de una mujer a la que hayas amado:
¡¡¡Brrrr, zhhhutch, broooommm, plaxxs.!!!



Y la máquina humea, zumba, vibra, chirría, se descompone, se descacharra.
Por eso no me gustan las máquinas.
Y sí, mucho, las señoras.


miércoles, 22 de abril de 2009

Una historia de Amor. (3)


Su amiga Sonia se había quedado comprando el pan para los bocadillos. Ella, distraída, apenas prestó atención al anciano que subía a su lado por la escalera. En el primer piso tropezaron. Al viejo se le metió el bastón entre las piernas. Cayeron. El hombre rodó con la cabeza rebotando, una y otra vez, en cada escalón. Ni un grito, solo el sonido seco de la cabeza rompiéndose al golpear la madera. Luego la sangre saliendo debajo de una boina sucia. La sirena de la ambulancia. y hablar con la policía .“No, señor agente, no le conocía, no le había visto en la vida. Ahí, en el suelo, me recordaba a mi abuelo cuando venía del pueblo y se tumbaba para la siesta. Parecía un hombre enfermo. Sí, claro, pasaré por comisaría a prestar declaración”



“¿Qué le ocurriría a este viejo. Seguro que iba borracho. Sí, tu padre, que siempre ha sido un golfo, como tú. No se te ocurra tocarme, tío mierda. ¿Ahora quién paga el entierro?. No, si siempre fastidiando, hasta para morirse. Que no me levantes la mano, ni se te ocurra. Seguro que se tiró, para jodernos más. Quieto ya o te rajo.”



Ay, Sonia, me matas, así, suavecito (seguro que ya no vive aquí).

Ahora yo a ti (seguro que se ha mudado).


FIN.



Había una web llamada “La fábrica de la basura”, dedicada a la literatura sucia (si es que hay algo así). Ni recuerdo la calidad de lo publicado pero sí que había muchas cosas sucias, (aunque para gustos se han hecho los colores).

Nunca había escrito en ese tono, estilo, realismo sucio, como se llame. Intenté para esa página esta “Historia de amor” y me sorprendí a mí mismo. En principio era más cruda, con un lenguaje soez, situaciones... y llena de palabras malsonantes, adecuadas al ambiente que intentaba reflejar. No sé si, a pesar de todo eso, era demasiado light y no me lo publicaron allí, (aunque sí en otra página que prefiero olvidar).

La tenía guardada, ahora la he rescatado, la he dejado más asequible para otros ojos.

Una vez lo leyó una amiga de una amiga (las amigas de mis amigas no son siempre mis amigas) y le llamó horrorizada diciendo que yo era un degenerado, un enfermo, un ser despreciable y que tuviera cuidado conmigo. Un problema y un gran disgusto (o viceversa). Para colmo me costó que borraran mi historia de la dichosa página. Cosas.


martes, 21 de abril de 2009

Una historia de Amor. (2)



“Me sentaré delante de su portal con unas gafas negras y mi bastón. Tarde o temprano volverá a su casa. Le diré que voy al quinto piso, que me ayude a encontrar la barandilla. No sospechará, ¿quién puede temer a un viejo? Al llegar a su rellano le diré que me he mareado, que me dé un vaso de vino. Me invitará a pasar, ¿quién puede sospechar de un ciego?

Le daré en la cabeza con el bastón. No demasiado fuerte. Pero quiero que sangre. Que se le moje el pelo con la sangre. Que pierda fuerzas para que pueda empujarla hasta la cama. Quiero atarla con mi alambre favorito para que allí pueda, por fin, tocarla y tocarla, gritando solo para mí.
Este frío me destroza las piernas. Y la soledad de esta casa. Las hijas de puta de mis nueras.”



Le parecía extraño, aquella noche no adivinó su sombra. ¿Estaba perdiendo atractivo para él? Frente a la ventana se quitó la ropa despacio, se demoró en el sujetador, sentada en una silla levantó las piernas en un movimiento gimnástico para bajarse y subirse las bragas con lentitud. Miró al patio. Algo no funcionaba. ¿Dónde estaba su vecino? Seguro que era el oficinista, tan atractivo ¿Ya no le gustaba? Le echaba en falta.


"La regaré con vinagre, con aceite, como una ensalada de mujer palpitante. Chuparé todo su cuerpo. Comeré cada esquina, cada herida que regalaré a esa piel que ahora es de otros. Lameré sus lágrimas. Le pondré en la boca una mordaza, ya ha gritado demasiado. Tengo hambre. Y frío”


Asida con fuerza a la cabecera de la cama sentía las manos torpes de Iván estrujándole los pechos, su aliento de cerveza en la nuca.

-“¡Tía, ¿qué miras en la ventana?, estate atenta, coño!” –

Estaba ausente ¿dónde había ido aquel hombre misterioso?



”Decidido, la abordaré. Mi pellejo arderá como antes. No me importa lo que ocurra después. Me importa lo que ocurra cuando empuje su cuerpo, cuando la golpee, cuando la tenga debajo de mis huesos reumáticos. Duele.”



Escuchaba a su jefe, muy lejos -“Señorita, termine de una vez, tenemos que entregar el pedido mañana. ¿Y Vd. quiere que le renovemos el contrato? !Está dormida¡”.

Solo podía pensar en su misterioso vecino.



”Mis hijos vendrán a verme este fin de semana. Debo hacerlo hoy”

(Sigue)



lunes, 20 de abril de 2009

Una historia de Amor. (1)

Los del pueblo le colgaron igual, porque era negro. Su pantalón seguía formando en la entrepierna un bulto ridículo.- (Escupiré sobre vuestra tumba./ Boris Vian)


“Está muy buena. Muchas veces la llamo por teléfono, Sin hablar, jadeando, escuchando sus insultos, esperando una erección.

Desde mi ventana casi puedo tocarla. Cada noche la veo desnudarse, o tocarse, copular con esos greñudos musculosos. Oigo sus jadeos, sus gritos histéricos. Qué provocativa está con esos tangas minúsculos, con esos pechos enormes. En mis erráticos paseos por el barrio, nervioso, nunca logro encontrarla. Paseo por el mercado frente a las estanterías de congelados, por la frutería ¿dónde comprará esta mujer? Si trabaja en el centro es probable que solo vuelva a casa a dormir, a encamarse con los melenudos.

Con mi carné de jubilado recorro la línea de metro una y otra vez. Quiero encontrarla, acercarme a ella aprovechando la aglomeración de las horas punta, restregarme contra sus muslos duros. Quiero sentir que mi sexo está vivo – cosa que dudo -. Quiero invitarla a mi casa y allí recorrer su cuerpo, tocarla con los dedos mojados en miel, en vino, buscar su boca. Quiero que alguien me redima de la decrepitud de mis muchos años, de mi abandono, de mi sexo muerto.”


Podía sentirlo al otro lado del patio, las ventanas interiores están muy cerca y percibía con claridad su silueta inmóvil detrás de las cortinas.

Se sentía observada desde hacía tiempo y esto la excitaba.

¿Quién podría ser? Quizás el mecánico moreno del taller de la esquina (ay, sus grandes manos manchadas de grasa corriendo por su espalda). O aquel otro oficinista trajeado que bajaba la mirada cuando se cruzaban en la cuesta (ay, poseyéndola con decisión y entusiasmo). Podía ser la peluquera de la calle de al lado (ay, pasándole el secador de pelo por el pubis rítmico).

Fuese quien fuese le dedicaba sus mejores coitos, le debía los orgasmos más intensos gracias a su presencia – ausencia.

Estaba segura que algún día lograría saber de quién se trataba.

(Sigue)


domingo, 19 de abril de 2009

Vittorio Gassman.

Desde que te conozco tengo en cuenta la muerte.
Pero lo que presiento no se parece en nada
a la común tristeza. Más bien es certidumbre
de la totalidad de mis días en este
mundo donde he podido encontrarme contigo.

(Juan Antonio González Iglesias)



En el extremo del campo donde no llega el arado brota lo que dije, en el otro extremo germina lo que diré, en la mitad ondean las flores sus banderas de primavera, se entrelazan historias entre los pliegues de otras historias, se confunden en un círculo de hadas los desconsolados de alma y cuerpo, los maestros de aguas y bosques, un recolector ocasional de lirios, Vittorio Gassman hace de sí mismo y un aroma de libertad y cilantro confunde nuestro olfato en mi ciudad abrazada a una ría perezosa, sucia, con peces ciegos y arquitecturas asomadas a su bajamar de barro y sombras de chimeneas.

Una vez más acumulo palabras para decir lo que no me atrevo a decir, no por falta de valor, no, por prudencia. Que a estas alturas me haya convertido en un hombre prudente dice mucho de a qué puerto he arribado en esta larga travesía.

En mi defensa –si es que la necesito- debo decir y digo que glup (2.0) me protegía, esta era una página literaria, tenía esa pretensión, mezclaba lo que sí y lo que no, lo adornaba con una presunta poesía y disfrutaba.

¿Ya no disfrutas con ella?

Imagino que te refieres a la página. Sí disfruto, pero ahora, ay ahora, hay muchos visitantes que me leen la mirada, que entran hasta el fondo de mis ojos, que saben distinguir la fantasía, que hacen equilibrios entre mi realidad y mis fabulaciones, que me ven desnudo y abril es traicionero, todavía no hace tanto calor como para ir con el culo al aire, no es cosa de pillar una pulmonía.

Además este es un ejercicio desmesurado en el que ya he dicho casi todo, o mucho, la maquinaria se repite como un loro, camino por el largo pasillo del pasado, debo imaginar y contar el mañana pero hay una barrera demasiado alta y mis riñones no pueden saltarla.

Aún así rozo con un dedo las paredes de vidrio de este blog, dejo un leve reguero de recuerdos y sangre, de mentiras hermosas y el tiempo se va por las grietas de los días, agosto está ahí mismo y las vacaciones cantan como sirenas en celo.

Vamos para allá.




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