Cita a ciegas
Oh bella mujer, sorda a rumores y abrazos, ausente de eventos y circunstancias ajenas a tu propia circunstancia.
Las liras de Éfeso se atemperan en un canto de ceremonia a tu mirada, a los intervalos entre el sí o el no.
¿De qué caprichos de tu alma esquiva dependen?, ¿de qué eclipse o catástrofe?, ¿de qué conjuro de dioses sin armonizar?
Tiende tus brazos al albur y descarta vientos o soles, nubes negras o aleteo de águilas, lánzate al quizás, al acaso, a los signos con tiza en las esquinas, a los nombres prohibidos, a la mano que borra escarabajos de oro pintados en las paredes de tu morada.
Atiende mis requerimientos y antes que cante el gallo deja señales en los cruces, huesos de liebre en los alares del templo de Júpiter, el escudo de un guerrero en los portales marmóreos donde el viento gira.
Alborota tus melosos cabellos, recógete la túnica, abre ventanas al deseo de este cantor a oscuras, temeroso, con los pies en el tedio y la ceniza, con las lívidas ideas que flotan en las sienes, un congrio helado en un mar de lágrimas, los muslos desgarrados en el coral de tu no constante, la garra roja del poema como una batalla para rendirte, oh invicta, que despliego la palabra como flechas o fábulas ignorando tercamente la muralla de tus pupilas, el engaño azul de la música y el juicio de las comadres.
Sea esta súplica rendición, condena, mi frente rozando el suelo que pisas, tan lejos, en la defensa a ultranza de mis acechanzas.
Perdona, que tengo el iPad sin batería, ¿a qué hora has dicho que sale el avión?
2 comments :
ah... es un suspiro en prosa..
fascinante..
Un suspiro... resbalando por cierta ironía de lujo.
Quizás.
Y sigo leyendo.
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