Narrador de cuentos.
Mariona era conocida en un pequeño pueblo de Navarra por su esmero en el arte de la costura, sus vecinos le llevaban a su humilde casa, sábanas, toallas, cortinas y manteles para que les bordara increíbles filigranas.
Tenía dos hijos y enviudó al poco tiempo de nacer Lucas, a su marido Teodoro, lo mató un relámpago una tarde que regresaba de sus tareas del campo.
Mariona, tenía tan sólo una única ilusión, la de que en cada aniversario de sus hijos pudiera ofrecerles un regalo después de que se comieran un delicioso pastel amasado con sus propias manos. Marcaba en el calendario las fechas de sus aniversarios para que los niños contaran los días que faltaban y ansiosos y nerviosos se reían y cuchicheaban sobre el regalo que tanto anhelaban.
Durante todo el año Mariona, guardaba los hilos, botones, tejidos de telas de infinitos colores, cremalleras y retales que le sobraban de cada uno de sus trabajos de costura,
ya que el escaso dinero que ganaba era para poder alimentar a su familia y comprar la leña para los largos y fríos inviernos.
Confeccionaba la ropa de sus hijos y como nunca disponía de cantidades de tejido suficiente para que Sofía o Lucas tuvieran un abriguito de un solo color se las apañaba cosiendo bolsillos de cuadros y mangas de rayas que los niños lucían orgullosos ya que su mamá les cosía el color que ellos elegían.
Sofía cumplía los años en Marzo y Lucas en el mes de Abril, en cada uno de sus aniversarios Mariona consiguió coser un osito, una muñeca, un delantal, una pelota, hasta un disfraz de sapo hizo un año, hasta que a pocos días del aniversario de Sofía se quedó sin poder coser por culpa de un accidente casero que le hirió su mano izquierda con la que bordaba esos maravillosos trabajos.
Mariona se pasaba las noches pensando en el regalo de sus hijos y en sueños cosía hermosos caballos de trapo rellenos de serrín, enormes flores de pétalos multicolores y largos tallos que al despertar se convertían en un agudo dolor en su mano. Era tal su desesperación que llegó a pasar algunas noches en vela intentado imaginar que regalarles y sin conseguirlo se ahogaba en un mudo llanto.
Hasta que la noche anterior al aniversario de Sofía a Mariona se le ocurrió llenar un cántaro con todos los botones de mil formas y colores, que fue guardando durante unos cuántos años para poder ofrecerle un nuevo y emocionante juego a su hija.
“El juego de la piñata”
Tan sólo nos quedará esperar a que la imaginación de Mariona de nuevo se desborde y nos sorprenda con un nuevo regalo para Lucas ya que su mano debe estar en reposo durante más de un mes tras el primer aniversario.
Tenía dos hijos y enviudó al poco tiempo de nacer Lucas, a su marido Teodoro, lo mató un relámpago una tarde que regresaba de sus tareas del campo.
Mariona, tenía tan sólo una única ilusión, la de que en cada aniversario de sus hijos pudiera ofrecerles un regalo después de que se comieran un delicioso pastel amasado con sus propias manos. Marcaba en el calendario las fechas de sus aniversarios para que los niños contaran los días que faltaban y ansiosos y nerviosos se reían y cuchicheaban sobre el regalo que tanto anhelaban.
Durante todo el año Mariona, guardaba los hilos, botones, tejidos de telas de infinitos colores, cremalleras y retales que le sobraban de cada uno de sus trabajos de costura,
ya que el escaso dinero que ganaba era para poder alimentar a su familia y comprar la leña para los largos y fríos inviernos.
Confeccionaba la ropa de sus hijos y como nunca disponía de cantidades de tejido suficiente para que Sofía o Lucas tuvieran un abriguito de un solo color se las apañaba cosiendo bolsillos de cuadros y mangas de rayas que los niños lucían orgullosos ya que su mamá les cosía el color que ellos elegían.
Sofía cumplía los años en Marzo y Lucas en el mes de Abril, en cada uno de sus aniversarios Mariona consiguió coser un osito, una muñeca, un delantal, una pelota, hasta un disfraz de sapo hizo un año, hasta que a pocos días del aniversario de Sofía se quedó sin poder coser por culpa de un accidente casero que le hirió su mano izquierda con la que bordaba esos maravillosos trabajos.
Mariona se pasaba las noches pensando en el regalo de sus hijos y en sueños cosía hermosos caballos de trapo rellenos de serrín, enormes flores de pétalos multicolores y largos tallos que al despertar se convertían en un agudo dolor en su mano. Era tal su desesperación que llegó a pasar algunas noches en vela intentado imaginar que regalarles y sin conseguirlo se ahogaba en un mudo llanto.
Hasta que la noche anterior al aniversario de Sofía a Mariona se le ocurrió llenar un cántaro con todos los botones de mil formas y colores, que fue guardando durante unos cuántos años para poder ofrecerle un nuevo y emocionante juego a su hija.
“El juego de la piñata”
Tan sólo nos quedará esperar a que la imaginación de Mariona de nuevo se desborde y nos sorprenda con un nuevo regalo para Lucas ya que su mano debe estar en reposo durante más de un mes tras el primer aniversario.
Narrador de cuentos.
7 comments :
Seguro que se le ocurrirá algo original aunque el tiempo le quede un poco justo.
Abrazos.
¿Por qué no hay botones con tres o cinco agujeros?
Las muestras siempre serán los botones con que nos llueve la sorpresa. Bueno es un botón para muestra (Bah, ya lo tuve que decir, Sir Peter).
Cómo cambian las preocupaciones de unas vidas a otras.
Aunque siempre busquemos la felicidad de nuestros pequeños, la manera de ofrecerla se descubre diferente según el poder de nuestras manos.
Un beso gigante.
" Mi madre fue mi padre,
mi voz y mi alimento...
Cuánto trabajo para
una mujer saber
quedarse sola y envejecer..."
Un bonito cuento, seguro que Mariona inventa algo, así son las madres.
Un saludo
Conocí a un niño que no le gustaban los cuentos tradicionales, su madre inventó un personaje y sobre él, contruyó un mundo que al chaval le hizo feliz.
La madres son capaces de cualquier cosa por sus hijos y si hay que inventar una vida, la inventan.
Besos
Me imagino una lluvia de botones mientras la niña se asoma a la ventana. Colores, nácar, florecillas, anclas diminutas, círculos y cuadrados, plástico, madera, cristal, metales brillantes...
Un arco iris de botones como regalo, sólo lo puede imaginar alguien que ame de verdad.
Narrador,
sólo necesitará un pedazo de tela cuadrado como tablero de juego y botones de colores para las fichas. El juego y las reglas tiene que inventárselas Mariana, pero como es imaginativa no le costará. Y tendrá tiempo para pensar mientras descansa su mano.
Ah, y con los botones puede enseñarles el juego del "Chinchimonis". Acertar cuantos botones se esconde en una mano.
Es un cuento entrañable.
Botones, muchos botones...
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