Isla de Yeu.
Ahora que ya no soy nada más que obviedad
una anciana que parece no haber conocido
estructura teórica
ahora que he logrado convencer al mundo
de que mi vida no supo
del vacío ni del golpe despiadado
y he construido una historia limpia de intensidad
vuelvo a sonreír ante los ingenuos
como lo hacía aquella muchacha que ya no conozco
segura de la noche y de su poesía.
Juana Bignozzi (Buenos Aires 1937)
una anciana que parece no haber conocido
estructura teórica
ahora que he logrado convencer al mundo
de que mi vida no supo
del vacío ni del golpe despiadado
y he construido una historia limpia de intensidad
vuelvo a sonreír ante los ingenuos
como lo hacía aquella muchacha que ya no conozco
segura de la noche y de su poesía.
Juana Bignozzi (Buenos Aires 1937)
El tiempo y la distancia me hurtaron un Bilbao que ya no existe.
En vano lo busco por sus calles transparentes.
Desde aquí, tan lejos, dejo vagar un dedo por el plano que me traje.
Imagino que camino por la alameda Mazarredo con árboles amarillos y Roberto sentado en el borde adolescente de saber que era diferente –nadie recuerda su exilio en Yeu-.
La Gran Vía que recorríamos arriba y abajo, Goyo a mi lado –su viuda era orgullosa y distante-.
Señalo con el índice el Arenal, Iñaki era alto y sonreía bobaliconamente a las chicas que en agosto escuchaban la música de la Banda Municipal –nunca tuvo novia-.
Detengo la mirada sobre el Casco Viejo, la mujer de Jesús se rompió por dentro, tan joven, él nos lo contó entre sollozos en un bar –llevaban dos meses casados-.
Territorio oscuro con tanta muerte y dolor, los que se fueron.
Escribo sin atreverme a abrir la puerta de la habitación de los recuerdos.
Que callen los que no estuvieron, los que no sintieron.
Emborrono paredes con el nombre de los ausente.
Son tantos que me están faltando paredes vacías.
Y me sobran lágrimas.
En vano lo busco por sus calles transparentes.
Desde aquí, tan lejos, dejo vagar un dedo por el plano que me traje.
Imagino que camino por la alameda Mazarredo con árboles amarillos y Roberto sentado en el borde adolescente de saber que era diferente –nadie recuerda su exilio en Yeu-.
La Gran Vía que recorríamos arriba y abajo, Goyo a mi lado –su viuda era orgullosa y distante-.
Señalo con el índice el Arenal, Iñaki era alto y sonreía bobaliconamente a las chicas que en agosto escuchaban la música de la Banda Municipal –nunca tuvo novia-.
Detengo la mirada sobre el Casco Viejo, la mujer de Jesús se rompió por dentro, tan joven, él nos lo contó entre sollozos en un bar –llevaban dos meses casados-.
Territorio oscuro con tanta muerte y dolor, los que se fueron.
Escribo sin atreverme a abrir la puerta de la habitación de los recuerdos.
Que callen los que no estuvieron, los que no sintieron.
Emborrono paredes con el nombre de los ausente.
Son tantos que me están faltando paredes vacías.
Y me sobran lágrimas.
10 comments :
Duro, muy duro sí. Bella forma de describir sentimientos tan profundos...
Sin embargo, no es conveniente olvidar parques y plazas colmados de esperanza y vida.
Besos.
Pedro, Estoy de acuerdo con Mabel.
El movimiento, Pedro, el movimiento...esa es la cuestión :)
Abstraer.
Abrazo inmenso.
May
Por la Alameda del recuerdo vivimos los sentimientos.
Un beso con cariño
Te leo como te lee Ella. Te leo y mi bola se balancea, la bola puede ser un helado (de bola), puede ser la luna (de Valencia), el sol, o un huevo, pero siempre te leo, el problema es que te leo y me inyecto más de lo que debo, entonces el sopor no anida en mí, los dedos se enturbian entre las letras y procedo. Basta con que me digas que escribo bien, escribo, sin duda, y para ti lo podré hacerlo bien, para mí aún no tanto, pero no me voy a entretener en ésto. También emborrono paredes con el nombre de los ausentes y después las enjalbego. ¿Hace cuánto tiempo no enjalbegas? Y no te lo pregunto como chiste. En la Mancha se enjalbega mucho, da limpieza a las paredes, dicen, y yo, ante la muerte me reprimo mi instinto amansado que es el de llorar la querencia, el de derrotarme y no salir de una caja de cerillas. Todo fue, vaya bobada, el problema es que somos fuga, vértigo de vida. Pero no te preocupes, si se te precipita vida en la carne posiblemente las farolas de Bilbao dejarán atrás, por un rato, el quiqué de los recuerdos.
Abrazos, Pedro.
El pasado siempre regresa a tocarnos las puertas del alma...
Un abrazo.
Esos trazos sobre los muros dan cuenta de la geografía de nuestra vida. Muy hermoso. Y muy emotivo.
Un abrazo
(El poema de J. Bignozzi, una maravilla)
Pues yo le leo todos los días, pero ayer no pude, así que, hoy, dos entradas por el precio de una. ¿Saben qué pasa? Que ayer imposible, que creí que echaba los intestinos, en forma líquida, por los ojos, y lo veía todo emborronado. Lo volví a intentar, pero me dio el berrinche otra vez. Esta vez ya me duró poco, ¡qué susto! La nariz tan taponada que creí que me ahogaba, se lo juro.
Así que me paré en seco -nunca mejor dicho- porque me dije que qué tontería morirme ahogada en mis propios mocos por un hijo de la gran puta del pasado, que no es que se haya vuelto un hijo de la gran puta con el tiempo, es que siempre lo fue, y yo estaba en Babia, en Babia de León, digo, que más allá de Bilbado también hay vida, o así.
Y que me han gustado sus dos entradas, as usual, muy emotivas y tal.
Trabajé el aire,
se lo entregué al viento:
voló, se deshizo,
se volvió silencio.
Por el ancho mar,
por los altos cielos,
trabajé la nada,
realicé el esfuerzo,
perforé la luz,
ahondé el misterio.
Para nada, ahora,
para nada, luego:
humo son mis obras,
ceniza mis hechos.
… y mi corazón
que se queda con ellos.
Ángel González
Un beso.
Callada erosión la del tiempo y la distancia que se aúnan para emborronar visiones pasadas de ciudades.
A veces hay que conservar planos además de fotos.
Yo me pregunto a menudo cómo alguna vez fue posible que saliéramos unos cuantos media hora antes de casa para llegar al colegio invirtiendo ese tiempo en jugar a las chapas por el bordillo de la acera.
Gusta recordar lo que entonces fue normal y hoy imposible.
Abrazos.
(No me pasa nada físico incompatible con seguir dignamente manteniendo el tipo. Aún la semana pasada me resistían las piernas los kilómetros por el Valle del Silencio y Los Ancares. Pero ando dedicando ahora tiempo a leer con gusto las páginas que antes leía como intercambio -Nunca fue tu caso, evidentemente.)
Leyendo tu texto, pienso en "Las sombras" de Muñoz Rojas.
E ao final chegan as Sombras, agachadas nos xustillos, prendidas nas costuras interiores, sombras de cinsa e néboa que firen e furan, que parecen esvaecerse pero que retornan, sombras amorosas e dondas, sombras compañeiras e amistosas para as que nunca abondou o tempo, sombras lizgairas que escorregan coma os soños ou esvaran como as augas do río, sombras danzarinas que nos transportan coa a levedade dun arrecendo que aboia no aire.
Es la penintencia de la nostalgia.
"Sólo de lo negado canta el hombre, sólo de lo añorado, sólo de lo perdido, siempre de lo mismo"
García Calvo
Un abrazo, Pedro.
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