Unamuno.
El místico Unamuno no ve la Creación como obra del Creador, sino al Creador como creador de Unamuno. Unamuno, más que buscar a Dios, pretende denunciarlo. De modo que es un místico puro y absoluto, un hombre que se busca a sí mismo a través de Dios, o a la inversa. En estos largos monólogos con Dios (consigo mismo) es donde está el gran Unamuno lírico, adivinador, fluente, profundo y fecundo. Ortega filosofa para marquesas, y Unamuno para seminaristas.
(Francisco Umbral)
Ya no sé a quién escribo. Temo que me escribo, que repito una llamada a lo que no. Que lo que sí lo tengo tan a mano que no quiero contarlo, ¿para qué? Escribir sobre qué escribo es un recurso cuando no sé qué escribir.
Escribía sobre el amor cuando estaba enamorado.
Ahora ¿no estás enamorado?
Más que nunca, pero distancio al que imagina y escribe del que siente y vive.
¿Cómo puede ser eso?
Fácil, es una disciplina, cuando escribo me alejo de quién soy y me convierto en otro (que posiblemente también sea yo) que no es, pero que hace, dice, siente aquello que yo (ya) no me atrevo, pero que está ahí.
Demasiado complicado.
Que va, es sencillo. Lo difícil es escribir algo que enganche al que lee.
Y mantener un espacio en el aire.
Eso.
18 comments :
Tienes razón... lo difícil es pillar al lector...
besicos
Belén, es que los lectores son (somos) inconstantes.
Y no hay tiempo para todo.
Besos.
Vaya, hoy también hablaba yo de Unamuno. Bueno, más el Opus Dei que yo.
Y tienes razón sobre lo difícil que es enganchar al lector. Tanto más cuando se escribe todos los días distanciándose de uno mismo pero escribiéndose en el fondo.
Falta el tiempo y a veces nos traicionan las palabras. Pero te comente o no, siempre me siento interpelado por tu inmensa constancia en este diario rincón.
Mi enhorabuena y mi apoyo.
Abrazos.
Vaya, pues yo comentaba al que eres. Pero si eres otro, ya no conozco a quién comento.
Me ha dado la impresión estos últimos días que mis comentarios no eran acertados, puede que mi confusión sea la culpable, puesto que creía saber a quién comentaba y ahora dices que escribe otro. Dado que soy una enganchada, intentaré ahora que lo sé, comentar al otro.
Un beso al que conozco, al otro, saludos ;-P
Pues lo haces muy bien...
Por cierto, Unamuno, para este tema, la cita perfecta.
un abrazo, maestro
Niebla...
Unas veces se suelta lo que nos sobra, otras lo que nos hace daño, en ocasiones queremos compartir nuestras alegrías, aunque siempre hay algo muy íntimo que guardamos dentro.
¿Difícil para quién?
Un beso, Pedro.
Nos complicamos demasiado la vida como para que todo lo que escribimos sea entendible...
Con lo sencillo que sería contar lo que sentimos, sin dar más vueltas a las palabras.
Como mis labios se están secando, te dejo todos mis besos.
ybris, tu artículo de hoy es muy bueno.
A esta gente le falta un hervor.
O le sobra un enfermo fervor.
Gracias por tu lectura y tu apoyo.
Abrazos.
Tus comentarios, querida gaia07, siempre son acertados, acerados, cariñosos y me dejan pensativo y contento a la vez. Quizás haberte conocido incrementa el goce.
No te los aplaudo por pura timidez pero vaya este tímido plas plas a todos ellos.
Y a ti varios besos (hasta que se acaben)
De cenizas, Unamuno vivía por aquí cerca y era muchas cosas a la vez.
Una persona compleja.
Algunos de aquí ni le conocen,
Pero son tantos los que conocen tanto que no es de extrañar.
Un abrazo
Camille, “Paz en la guerra” (obligatorio)
Difícil para mí, por ejemplo irene.
Pero no veas como lo intento.
Un beso
Es que a veces lo que sentimos es tan normalito Arantza G., que hay que adornarlo.
O retorcerlo, comprimirlo, expandirlo, sumergirlo en voces, gritos o susurros, extenderlo sobre una sábana blanca y dejarlo ahí, al viento, por si alguien lo lee.
Pocos lo leen.
Y pocas me dan esos besos que me has dejado y que agradezco.
Un poema de 'Cancionero' de Unamuno:
Leer, leer, leer, vivir la vida
que otros soñaron;
leer, leer, leer; el alma olvida
los que pasaron;
se queda en las que quedan, las ficciones,
las flores de la pluma,
las solas, las humanas creaciones,
el poso de la espuma.
Leer, leer, leer; seré lectura
mañana también yo?
seré mi creador, mi criatura?
Seré lo que pasó?
No será la última entrada que dediques a la escritura, porque nadas a corriente, a contracorriente, eliges demorarte en las palabras como un buitre (no me malinterpretes, eh) lo hace en sus círculos alimenticios desde una altura ni se sabe. Sacas, extraes, metes, ficcionas, embutes, entrometes,no esquivas, sumerjes. Nos das baños de verbos constantemente, con tus amores nos haces sentirnos microscópicos. Y te leemos, 13 ó quizas más, o menos. Y elegimos el reto de dar continuidad a nuestros sustantivos y adjetivos y verbos, todos ellos como hogar principal de nuestro invierno. Porque muchas veces se escribe por estar hechos de invierno. En primavera, el huracán se lleva las tejas y uno escribe elevando el aire. Y ahí es cuando te siguen de verdad. En otoño se caen las hojas y vienen las lágrimas como puntos suspensivos.
Pero hay que seguir, estimando lo que nos queda aún por dar.
Abrazos.
Es que Tempero con comentarios como este me dejas sin palabras para recomentarte.
Solo puedo agradecértelo,
Creo.
Abrazos.
Le desterraron a esta Isla, sin embargo dicen que fué feliz.
Feliz fin de semana, un beso.
Alas, ¿feliz?, quizás.
Buen domingo.
Besos.
Durante el acto de apertura del curso académico (que concidía con la celebración de la "Fiesta de la Raza") el 12 de octubre de 1936, en el Paraninfo de la Universidad. Varios oradores soltaron tópicos acerca de la "anti-España". Un indignado Unamuno, que había estado tomando apuntes sin intención de hablar, se puso de pie y pronunció un apasionado discurso. "Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización cristiana; yo mismo lo hice otras veces. Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil. (...) Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión. Se ha hablado también de catalanes y vascos, llamándolos anti-España; pues bien, con la misma razón pueden ellos decir otro tanto. Y aquí está el señor obispo, catalán, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer, y yo, que soy vasco, llevo toda mi vida enseñándoos la lengua española, que no sabéis...".
En ese punto, el general José Millán-Astray (el cual sentía una profunda enemistad por Unamuno, que le había acusado inopinadamente de corrupción), empezó a gritar: "¿Puedo hablar? ¿Puedo hablar?". Su escolta presentó armas y alguien del público gritó:¡Viva la muerte!". En lo que, según Ridruejo, fue un exhibicionismo fríamente calculado, Millán habló: "¡Cataluña y el País Vasco, el País Vasco y Cataluña, son dos cánceres en el cuerpo de la nación! ¡El fascismo, remedio de España, viene a exterminarlos, cortando en la carne viva y sana como un frío bisturí!". Se excitó sobremanera hasta tal punto que no pudo seguir hablando. Resollando, se cuadró mientras se oían gritos de "¡viva España!". Se produjo un silencio mortal y unas miradas angustiadas se volvieron hacia Unamuno que dijo: "Acabo de oír el grito necrófilo e insensato de ’¡viva la muerte!’. Esto me suena lo mismo que, ¡muera la vida!’. Y yo, que he pasado toda la vida creando paradojas que provocaron el enojo de quienes no las comprendieron, he de deciros, con autoridad en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. Puesto que fue proclamada en homenaje al último orador, entiendo que fue dirigida a él, si bien de una forma excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. ¡Y otra cosa! El general Millán Astray es un inválido. No es preciso decirlo en un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente, hay hoy en día demasiados inválidos. Y pronto habrá más si Dios no nos ayuda. Me duele pensar que el general Míllán Astray pueda dictar las normas de psicología de las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido, como dije, que carezca de esa superioridad de espíritu suele sentirse aliviado viendo cómo aumenta el número de mutilados alrededor de él. (... ) El general Millán Astray quisiera crear una España nueva, creación negativa sin duda, según su propia imagen. Y por ello desearía una España mutilada...
Furioso, Millán gritó: "¡Muera la inteligencia!". En un intento de calmar los ánimos, el poeta José María Pemán exclamó: "¡No! ¡Viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!". Unamuno no se amilanó y concluyó: "¡Éste es el templo de la inteligencia! ¡Y yo soy su supremo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España".
La esposa de Franco, Carmen Polo, toma del brazo a don Miguel y le acompaña a su casa, rodeados de su guardia personal[3] lo que evita que el incidente acabe en tragedia. Ese mismo día, la corporación municipal se reunió de forma secreta y expulsó a Unamuno. El proponente, el concejal Rubio Polo, reclamó su expulsión "...por España, en fin, apuñalada traidoramente por la pseudo-intelectualidad liberal-masónica cuya vida y pensamiento [...] sólo en la voluntad de venganza se mantuvo firme, en todo lo demás fue tornadiza, sinuosa y oscilante, no tuvo criterio, sino pasiones; no asentó afirmaciones, sino propuso dudas corrosivas; quiso conciliar lo inconciliable, el Catolicismo y la Reforma; y fue, añado yo, la envenenadora, la celestina de las inteligencias y las voluntades vírgenes de varias generaciones de escolares en Academias, Ateneos y Universidades".[4] El 22 de octubre, Franco firma el decreto de destitución de Unamuno como rector.[5
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