miércoles, 9 de enero de 2008

Carta del amante doliente.

Sin discurso, anhelamos
que los principios dejen ver su fin
y que los caminos respondan
a la ilusoria claridad de las mañanas.
Sin embargo, equivocamos el paso,
erramos en la visión de lo simple.
Todo, incluso la sonrisa,
se nos presenta
como una pedregosa senda de dilemas.

(Antonio Reseco)

Allí donde da la vuelta el viento, la claridad del crepúsculo se desliza caprichosa sobre las placas de titanio del museo Guggeheim. Al otro lado de la ría, asomada a una ventana, S/G mira el espectáculo mientras le llegan los recuerdos, feroces, como cuchilladas, como luciérnagas, como heridas de luz suspendidas en sus ojos tristes. Asomarse en esos ojos es orillar el precipicio, acercarse al abismo y mirar el fondo con deseo, por fin, abrir los brazos en cruz y lanzarse a lo oscuro. Y así, con mis brazos en cruz sobre la alfombra, veo el rostro de S/G en este rostro que gime sobre mi cuerpo, que me besa y dice mi nombre mientras nuestras ansiedades golpean con un sonido de campana, de barcos llegando al puerto.

Y soplo caracolas marinas y silbos, lanzo piedras y cascabeles contra los muros de su tristeza antigua, agito ramas, imito los sonidos de la flauta de un sátiro, pellizco el extremo de una nube y lo arrastro para inundarnos de un vaho evanescente, para rodearnos de una intimidad que nos es ajena. Dos más uno son silencio o la caricia que dejo en la cabeza plana de ese perro negro y viejo cuando los amantes se reúnen en oscuros cuartos al fondo del pasillo mientras en el patio canta una niña y la luna va y viene entre las nubes.

Quisiera hablarle con el lenguaje del alma. Por si no lo hubiera, le hablaré con las palabras que se atropellan en mi cabeza, en mi boca, pugnan por salir, por buscarle entre mercaderes y gitanos, entre pálidos pacientes esperando su turno, entre la embriaguez del secreto de las playas. -Perdóname, S/G, perdóname, perdóname por ser ciego, insensible, egoísta, estúpido, perdóname por llenar mi boca de te quiero y no ser capaz de leer en tus ojos, de verte tal y como eres.- Eso quiero decirle y estoy mudo, incapaz de separarme de su cuerpo, de la caricia del reencuentro.

La niñez es un territorio que atravesamos tan fugazmente que apenas guardamos recuerdos de sus calles y avenidas, de las piedras redondas de su calzada, de los compañeros de juegos que se perdieron en algún recodo. Y cuando vuelven, ay cuando vuelven, el implacable rastro de la realidad nos llena de espejos partidos, de unicornios de piedra, de letreros con fondo rojo y flechas imposibles.

Ahora, sentados frente a frente, voy recogiendo, arrobado, las renuncias que se acumulan sobre esta incógnita que nos separa. Durante este tiempo de ausencia no es cierto que no la haya recordado, no es cierto. Busco en las esferas transparentes su silueta de aquel verano, sus cartas de papel amarillo, su interrogante pintado de sospechas y quiero saltar esta distancia, llegar hasta el centro de su dolor. Recibo sus confidencias como un regalo magnífico, como un tesoro único, guardo sus sonrisas, su risa de a veces como un instante mágico, pero sigo sin verla. Y no entiendo, bruto, insensible, la escucho sin saber que el tiempo pasó, atrapo en mi pecho cada uno de sus movimientos, pero no sé quién es la mujer desnuda que tengo delante.

Entre las cortinas se cuela una dulce música de cebollas. Y cuando ella llora huyen los pájaros de su mirada y sus lágrimas me abren la puerta de otra realidad. Cae mi máscara ciega y golpearía mi cabeza contra la pared por ser tan primario, tan sordo, tan iluso por ignorar a la persona que late y sufre. Me sube a la garganta una extraña emoción y entiendo, por fin, que espera de mí la dulce placidez del amor cotidiano, sin constantes declaraciones magníficas, sin locuras, solo amor, amor limpio que le lleve de la mano por los días. Pero suenan las diez y ella debe volver a su casa y yo a la mía. Nos vestimos apresurados y salimos, que no nos vean, separados, nos perdemos por calles diferentes.

Como voy a escribir con coherencia si ha pasado el tiempo de los cilicios, si cada día está aquí para abrirlo en canal, para comerse hasta la cáscara, para llegar hasta cada rincón de la medianoche y, si S/G me deja, el resto se lo diré con mis manos, buscándola, recorriéndola, abriendo esa ventana al sótano o al cielo.


Paul Anka


10 comments :

ybris dijo...

Suelo leer primero tu texto y luego pasar a tus imágenes y citas. Hoy se me pegaron primero las espléndidas fotos y ese "error en la visión de lo simple" que nos sume en una pedregosa senda de dilemas.
Y luego me dejé llevar por esa carta tan doliente como el amante que la escribe en que vuelan los recuerdos y los sentimientos con la mirada perdida desde el otro lado de la ría.
Palabras bellas para evocar lo que no se sabe si es añorado o irrecuperable.
O las dos cosas.

Un abrazo.

Suzie Jane dijo...

Ha venido así por detrás, sin hacer ruido y el sobresalto me ha hecho reir.

He recordado, las letras ajenas ya suelen provocarme estados de reminiscencia (totalmente contrario a mis lagunas habituales), un beso en un portal, triste y de certeza absoluta por mi parte, de mirada inquieta y miedo a ser descubierto por la otra. Y el peso que me anclaba al suelo, y las palabras (miles de ellas) que se empujaban para salir, aunque el resultado fue un adiós a conciencia. Me cansé de ser pisada (quien diria jajajaaja), se cansó de... da igual, porque tú en tu casa y yo en la mía jejejeje.

Hoy te escribo menos ;P, así que me despido ya, un besito de petazetas, con ese punto ácido de chispas en la boca!!!!

Colombine dijo...

me gustan mucho esos cuadros : el mirador sobre el mar , las mujeres pensativas o melancólicas , las flores malvas . me gusta Alma Tadema . le va bien a tu texto.

saludos

Anónimo dijo...

"...así te veo, así nos veo, detenidos para siempre en ese lienzo, invulnerables al deterioro de la mala memoria. Puedo recrearme largamente en esa escena, hasta sentir que en el espacio del cuadro y ya no soy yo el que observa, sino el hombre que yace junto a esa mujer..."

Eva Luna (Isabel Allende)

No puedo evitar verme tantas veces así, en tus textos...Haces que sea él quien me escribe. Me he visto en los ojos de "tu amante doliente"....

Pedro M. Martínez dijo...

Siempre me dejas una visión nueva ybris.
Ves lo que yo no veo.
Muchas gracias.

Pedro M. Martínez dijo...

Curioso, Centpeus, curioso.
miedo a ser descubierto por la otra ¿dónde he oído eso antes?
Gracias por el beso, las chispas y la boca.
Todo muy rico.

Pedro M. Martínez dijo...

¿Y la música? Colombine, ¿te gusta la música?

Pedro M. Martínez dijo...

¡eh! Scheherazade, ¿y quién es él? ¿a qué dedica el tiempo libre?.
¡ah, la traición!

Nikté dijo...

A veces te mataría y otras en cambio te quiero comer. Ojitos de agua marinaa
Y como hablar...

¿La conoces?
Jajajajajaja

Pedro M. Martínez dijo...

Mátame Nikté y luego cómeme, antropófaga, te sabré muy rico.
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