Lo sé.
Tú, sí, tú, si crees que fuera de tu ombligo, esto (*) le importa a alguien tienes un problema. Parece mentira que a estas alturas sigas creyéndote todo.
Pedro M Martínez
Tú, sí, tú, si crees que fuera de tu ombligo, esto (*) le importa a alguien tienes un problema. Parece mentira que a estas alturas sigas creyéndote todo.
¿Qué (me) pasa? {ahora} Estoy aquí cada día, dejo lo que escribo. ¿Siento lo que escribo? ¿Es simplemente rutina, técnica, un juego? {todo es ahora} Hoy es el momento para dejar los intestinos encima de la mesa y sin embargo sigo detrás de la puerta mirando por la rendija, contando lo que sobra, toreando al toro negro de la ansiedad, de la angustia, del vamos, vamos, actividad, que no se pare, doy vueltas sin cesar. {vive} Cuando estuve en la UVI no quería dormir, tenía pánico a no despertar, a morir durante el sueño. Pensaba que estaba tranquilo, dominando la situación. “¿Hay alguno nuevo?”. “Sí, uno que está pasado, tiene más miedo…”. Era yo, soy yo, tengo miedo, sí. De la soledad, del tiempo que pasa, de no recordar, de que se me hayan olvidado tantos momentos, tantas caras, tantos nombres que en un momento fueron todo para mí. “Eres los más bello que ha pasado en mi vida”. {ama}¿Cuántas veces lo he dicho, lo he sentido? ¿Qué será de Elena? ¿Y de Isabel? ¿De mi amigo…? Recuerdo su rostro, no recuerdo ni cómo se llamaba. {disfruta de lo que eres} “No sabes amar”, me lo dice a menudo aquella a quien amo. Si no sé quizás no la amo. {disfruta de lo que tienes}”Eres neurótico obsesivo”, me lo dijo el primer momento de verme. {sé libre} ¿Se nota así, en la epidermis, en la piel, en el gesto, en qué? “Y tú vas de sobrada”, pensé, pero no dije nada, era la mejor amiga de mi mejor amiga y no fuera a ser qué. {da} Pero me hizo cavilar. {juega} No iría a un psi ni loco (y no es un juego de palabras), no hay nadie que sepa lo que hay aquí dentro mejor que yo. {cálmate} “Si te duele una muela vas al dentista, si tienes malestar vas al médico de cabecera, si te duele el alma ¿dónde vas? En ese quo vadis sigo, sabiendo que paso a paso me meto en un túnel. {sé tú mismo} La soledad, ya lo he dicho. {busca} ¿Cuántas noches habrán llorado solos tantos a quién quiero? {no temas} Aquellos que al día siguiente paseaban conmigo, tomaban un vino en las Siete Calles, me hablaban de fútbol, jamás de su ánimo, de su soledad (es la tercera vez que escribo esta palabra) {goza}. Silencio, la casa está en silencio, me voy a la cama con mi amigo orfidal. (Me) Miento y lo sé, soy un cobarde. {vive}
Yo tengo un lunar atípico que nunca descubriré.
Tres cicatrices, anchas como el portón de una iglesia o la manta de un caballo.
Se agrandan a medida que el ojo decae.
Os podéis sentar junto a él, sien con sien, a leer en el agua de las fuentes
la historia de cómo fue que al camino le nacieron estos ruegos y tumultos.
Txetxu González
En el siglo III las mujeres de la provincia de Hunan crearon un idioma que permaneció velado a los hombres hasta que fue descubierto en 1984, es decir, mil setecientos años más tarde…
[…] El Nü shu se lee de arriba a abajo como una lluvia que se acepta con humildad. Trazos alargados que se escriben, sí, pero también se los ha tallado en adornos de madera y cerámica, impreso en abanicos; se lo ha encontrado además bordado en pañuelos y cortinas: un hilo que ata sonidos para liberar a quienes no pueden hablar. Así las casas de Hynan se poblaban de tristísimas voces invisibles que habían sido forjadas durante centurias, crecidas a partir de un par de caracteres hasta alcanzar los dos mil. A diferencia del mandarin, los caracteres del Nü shu no representan ideas sino sonidos. Era frecuente que, en un principio llegara en un pañuelo que acallara tristezas. La madre señalaba los trazos, los recorría con lentitud de lágrima hasta alcanzar el sonido escondido en la tela. Un mundo en ciernes que , luego de ese primer fulgor, el entusiasmo de una niña lo sospechaba agazapado en todos los bordados del Imperio.
Luis Sagasti,
Lenguas vivas.
Eterna Cadencia Editora.
No es fácil
envejecer,
te tienes que
acostumbrar
a caminar más
despacio,
a despedirte de quien
eras
y saludar a quien te
has convertido.
Es difícil esto de
cumplir años,
hay que saber aceptar
tu nuevo rostro
y pasear con orgullo
tu nuevo cuerpo
y desprenderse de
vergüenzas,
de prejuicios y del
miedo que dan los años,
y dejar que pase lo
que tenga que pasar,
y dejar que se vaya
quien se tenga que ir,
y dejar que se quede
el que se quiera quedar.
No, no es fácil esto
de hacerse viejo,
hay que aprender a no
esperar nada de nadie,
a caminar solo, a
despertar solo
y a que no te atrape
cada mañana
el tipo que ves
frente al espejo,
y aceptar que todo se
acaba
y la vida también,
y saber despedirse de
los que se van
y recordar a los que
ya se fueron,
y llorar hasta
vaciarse
hasta secarse por
dentro,
para que crezcan
nuevas sonrisas,
otras ilusiones y
nuevos anhelos.
.
[Alejandro
Jodorowsky]
Sorolla
Vacaciones en el Sur. En la playa hicimos un castillo de arena, gigante, con balcones, una princesa y un dragón. Saltamos las olas gritando “Jerónimo”, bailamos en la orilla. Cambió el viento a poniente. Al mediodía comimos ensalada y sardinas en un restaurante con mesas de madera. Volvimos a la playa, los niños jugaron al escondite, subieron hasta la duna, merendaron fruta y pan con chocolate. De vuelta a casa se durmieron en la parte de atrás del coche mientras les contaba cuentos de guerreros y zombis. Al llegar les llevé en brazos hasta la cama, no se despertaron. Salí al jardín y lloré. Después de un rato entré en la casa, me puse a fregar los platos de la cena del sábado. ¿Qué te ocurre?, me preguntó ella. No supe responder. Quizás aquello era la felicidad. Entonces.
“Carnada”, debut de la uruguaya
Eugenia Ladra (1992) es una novela interesante, por su estilo, por emplear un
lenguaje que sorprende, por el ágil desarrollo,
por la historia con sus personajes bien
definidos. Se lee con agrado. Me ha gustado.
https://www.zendalibros.com/en-las-aguas-tranquilas-del-rio-turbio/
https://www.eldiario.es/cultura/libros/eugenia-ladra-escritora-ras-pueblo_1_11670832.html
No se vayan a enfadar, la
sinceridad no está bien vista, lo sé. Ocurre que el tiempo es desobediente,
obstinado, pasa, no se detiene. Así nos quedamos como nos quedamos. Esto tiene
que ver con la decadencia. Alguna vez pensé que era diferente. Esto fue hasta
que supe que todos somos diferentes. Cierto es que hay algunos más diferentes
que otros. Tanto que un día me encontré con que era otro, no el que era, quizás
nunca fui aquel, he tenido que caminar hasta este confín para saberlo, con los
pies en el agua, llueve ¿soy ese? (sí) No me hagan caso, quizás estoy influido
por tanto como escucho, como leo, como veo, como lo interpreto y siento. Me van
a permitir el off, un rato. Agur (que se dice aquí), hasta mañana (mi abuela
Lucía, tan poco religiosa, añadía, “si Dios quiere”).
Resistir, en lo conocido, en la ausencia del
pararrayos, en el esplendor de a veces, en la fragilidad de la inspiración, en
la fuerza empañada por las dudas asaltando el fuerte de mi infancia y los
amores perdidos./ ¿Qué decir sobre esto?, refugiado bajo una higuera repaso los
óxidos y el álcali, la ventana del laboratorio desde donde vi tanto al
pterodáctilo como a una joven Isabel corriendo al colegio con los libros
abrazados bajo su sonrisa tímida, páginas blancas, sin cicatrices, tesoro entre
el follaje de no saber, aún, flores de magnolio en el basurero, embriaguez de
impacientes besos y el bálsamo de una
edad temprana./ Este es el invierno soberbio de la lluvia y los peces ciegos,
de las leyes derogadas y, sobre todo, de la añoranza de la ternura, esta
asfixiante ausencia de caricias, el veneno de la piel fría y el no./ Resistir,
claro, mirando los ojos rabiosos del lobo maltratado, las rosas de espinas
inalterables, hay una mujer con las manos heridas de esquivar desventuras, está
sentada junto a una ventana con cristales opacos, musita venganzas que caen a
una hoguera de codicia, de arenales./ ¿Cuánto tiempo más así?, lo dirán los
violines y la coartada, un mensaje en la columna, el abanico plegado sobre el
rostro. / El amor es una herejía que grito en la noche del anciano Papa, mil perversos políticos hociquean en el
lodazal junto al cementerio allí donde evolucionaban los aeroplanos invisibles,
los avestruces y mi Polaroid como el jibión gigante que jamás pescó mi padre o
un ruiseñor con las plumas pintadas./ Déjalo ya, escucho mugidos sobre la
tierra mojada, los caballos de la rutina se despeñan sobre la marmita de esta
literatura maltratada tan lejos de Quignard, arrodillado frente al altar de lo
inaccesible, a la derecha la verja donde oran las monjas, arriba el coro de las
asexuadas criaturas aladas, en mi alma aquella a quién amé ya es otra, yo mismo
no sé quién soy./ Hoy.
Se deja reposar y se sirve bien frío después del
postre.