martes, 14 de octubre de 2008

Luigi Pirandello.

En cambio, me obsesioné pensando que yo no era para los demás aquel que hasta entonces, para mí, me había figurado ser.

Un hombre se mira al espejo.
Dos hombres hablan sentados en un sofá; de sus bocas salen hombres diminutos que se alinean sobre una línea curva.
Siete hombres reclinados en pequeñas sillas se miran entre sí formando un círculo de conspiración; en sus rodillas descansan violines sin arco.

Yo quería estar solo de un modo absolutamente insólito, nuevo. Todo lo contrario de lo que pensáis vosotros, es decir, sin mí y precisamente con un extraño alrededor.

Un hombre con la oreja derecha apoyada en la pared habla a su sombra.
Dos hombres con máscaras se empujan junto a una pared de ladrillos rojos.
Cien chinos sin pies riendo y hablando en pequeños y animados grupos.
Un hombre sentado frente a una mesa, en mitad de un movimiento; frente a él un hombre con la cabeza inclinada (pueden ser un psiquiatra y su paciente, un interrogador y su víctima, un jefe y su subordinado)
Dos hombres conversan animadamente, ajenos a todo; unos pasos más allá otro hombre les mira interesado.
Una cantidad indeterminada de hombres con tambores que no suenan, los espectadores están excluidos del sonido.
Así quería estar yo solo. Sin mí. Quiero decir sin ese yo que ya conocía, o que creía conocer. Solo con un cierto extraño, que sentía ya oscuramente que no podría apartar nunca más de mi lado y que era yo mismo: el extraño inseparable de mí.
¡Entonces sólo advertía uno! Y este uno, o la necesidad que sentía de permanecer sólo con éste, de ponerle delante de mí para conocerlo bien y conversar con él, me turbaba sobremanera, con una sensación entre de rechazo y de espanto.
Si para los demás no era aquel que hasta entonces había creído ser, ¿quién era yo para mí?

Un hombre en la puerta de una habitación de baldosas irregulares mira un tambor apoyado en la blanca pared.
Dos hombres sentados espalda contra espalda, cada uno mira para un lado.
Varios grupos de cinco hombres que juegan, ríen, se empujan, saltan, dan sensación de gran camaradería; el conjunto desde el aire da una sensación de gran movilidad.
Un hombre en mitad de una habitación que parece el almacén de un teatro con diversos instrumentos musicales esparcidos por el suelo.
Un hombre sentado en la primera fila de butacas de un teatro vacío, es el único espectador, la orquesta está tocando pero no se oye nada, no hay sonido.
Un hombre entra a la casa de la memoria por la puerta principal y al rato sale por una ventana que da al patio.
Un hombre insomne con los brazos en cruz sobre una cama sin sábanas, en ese cuarto hay un zumbido nocturno que cesa al amanecer.
Un hombre en una ventana, un hombre en un balcón.
Un hombre frente a otro hombre, juntos pero solos, no pueden, no saben comunicarse.


¿Y los demás? Los demás no están en absoluto dentro de mí. Para los demás, que miran desde fuera, mis ideas, mis sentimientos tienen una nariz. Mi nariz. Y tienen un par de ojos, mis ojos, que yo no veo y que ellos ven. ¿Qué relación existe entre mis ideas y mi nariz? Para mí, ninguna. Yo no pienso con la nariz, ni me preocupo de ella al pensar. Pero, ¿y para los demás? ¿Los demás que no pueden ver dentro de mí mis ideas y ven desde fuera mi nariz? Para los demás, la relación entre mis ideas y mi nariz es tan íntima, que si aquéllas, supongamos, fueran muy serias y ésta por su forma muy ridícula, se echarían a reír.

(fragmentos de “Uno, ninguno y cien mil”. Luigi Pirandello).
Conócete a ti mismo.
Eso mismo.

Independencia entre el escritor y el lector
Escribo ajeno al espectador/lector.
Ni siquiera sé si están ahí.
Los demás no nos ven como nos vemos.
¿Quién eres?
¿Quién soy?


En este texto no hay mujeres.
Es lo que hay, hoy.


Ilustraciones : Craig Frazier


16 comments :

gaia07 dijo...

Preciosa foto la de tu ciudad del señor Saez de Ugarte.
A mi me parece muy bien que solo hables de hombres, son mi sector de la población favorito.

La lectura de hoy me ha hecho repetir la visita a la exposición de Juan Muñoz. Pero esta vez, desde mi imaginación y guiada por tu texto, ha sido mucho más alucinante.
Ocurre que cuando uno o una (yo si hablaré de mujeres, me resulta inevitable) deja de mirarse el ombligo, aprecia que no es lo mismo por dentro que por fuera. Y sabiendo lo que los demás piensan de tu nariz, puedes llegar a un acuerdo con el extraño que te habita para actuar según la imagen que percibes de los demás. Es mejor que estar explicándoles continuamente el por qué de todo lo que haces. A veces un solo gesto, expresa la diferencia entre lo que conciben como correcto o incorrecto.
Mi extraña y yo te besamos (que conste que no me hago responsable si se propasa).

Anónimo dijo...

Me encanta la magnificencia que le has dado a ese "hombre". El es consciente de ella? Yo lo veo algo inseguro. Hacedor de frases, hoy me gustas mas!!!! Because.

Єѕтnoм dijo...

Estamos raritos?

Pedro M. Martínez dijo...

gaia07
a) A mí me ocurre con el sector femenino, ya ves.
b) Tocado. Juan Muñoz era un artista alucinante. Me impresiona como me pillas (es que soy elemental, de primaria)
c) Tengo un ombligo precioso, una obra de arte de la partera, y de la madre que me parió, claro. Eso no me impide que entienda que alguien pueda opinar que es redondo, cuadrado o que a él qué demonios le importa mi ombligo teniendo el suyo hasta las cejas, que qué se habrán creído. El extraño que me habita me tiene hasta el gorro con sus cambios de humor y sus manías. Que me lo dicen. Que se me queda corta esta pista, otras, tantas, que me queda cuerda para llegar hasta el horizonte (o más allá). Que están entendidas las reglas del juego. Que estoy en ese punto en el que solo quiero dar una patada a la mesa y mandar al guano todas las piezas del ajedrez. Que estoy en ese punto exacto en el que me pararía en mitad de la calle con gesto desafiante -¿qué pasa?- y empezaría a tortas con todos los molinos que se me vayan apareciendo, con los rebaños de ovejas y con ese tío de verde que me está mirando mal. Que con las olas se mueve la carga del barco y me sale la vena quinqui, se me difumina la educación, los convencionalismos y no se me queda en la garganta las ganas de decir que eso es una cursilada, que eso otro es blando, que lo de más allá es un atrevimiento, que aquello es una osadía y como se le ocurre, joder, que si no tiene una madre que le diga que con eso no se puede salir a la calle, que si no te tiran piedras es porque no hay.
d) Para ser un gesto esto es mucho gesto.
e) Tu extraña se ha juntado con mi extraño y se lo están pasando de madre, desde aquí se oyen los jadeos y los suspiros. Y es que en esta vida no hay mucho más. Luego va uno, se muere y no queda ni el recuerdo. Pero antes que nos quiten lo bailao.
f) Un beso antes de que nos lo quiten.

Pedro M. Martínez dijo...

Lobito, no sé si ese "hombre" es consciente de ella.
Tampoco sé si es inseguro.
Me limito a contar las actividades de ese/esos hombre/es.

Por mi parte siempre soy consciente de “ella”
Bikos

Pedro M. Martínez dijo...

Єѕтησм, sí, unos más que otros, pero sí.

mirada dijo...

Me ha encantado, Pedro, sí.
Sobre todo la Womanizer...
ay diossss qué ganiñas de un abrazo!!!!!

Lena yau dijo...

Aquí todo es un lujo.

Hoy los hombrecitos saliendo de boca de los hombrecitos.

Hombres escoltados por otro hombre...Pirandello.

(Te leo...aunque no comente te leo...el interés es el mismo...no seas maluco...)

Un beso, Pedro, el guapo de la Ría.

Pedro M. Martínez dijo...

Mirada, quién me ha visto y quién me ve, con un vídeo de la Britney…
Ay.
Para ganiñas las mías, que me iba ahora mismo, andando.
Guapa.

Pedro M. Martínez dijo...

Lena, una pregunta ¿puede uno ser tan estúpido como para repetir en un mundo virtual los errores del real?
Deja, deja, no contestes.
Sí.
Otelo a mi lado era un aprendiz.
Pobrecito de mi.
Besos y besos
¿Cómo va esa cocina?

Lena yau dijo...

jajajaja
jajajaja
jajajaja!!!!

(aunque no hable estoy)

No tengo respuesta a la pregunta.

Y tampoco tengo cocina.

La cosa es así:

- Hola? tíos del seguro...cuándo venís? que nos dan las campanadas de Mayor!!!

- Que exagerá, mujer. Mañana vamos.

-Hola? tíos del seguro...ayer me quedé esperandoos...cuándo venís?

- No fuimos ayer?

- No.

- Ya. Pues mañana. Mañana vamos.

Y así, Pedro querido, vamos.
Mañana.
Vamos.

Beso de pulga!

Pedro M. Martínez dijo...

Lena, cada uno tiene sus habilidades.
Entre las mías no están las manuales (bueno, algunas)
Por eso no me ofrezco a cambiarte las puertas, ni a pintarte (los techos, no a ti), ni a ejercer de electricista.
Pero puedo cantarte.
Mientras esperas a los del seguro.
Irán pronto, ya verás.
Te mando unas conservas.
Y un beso.

Anónimo dijo...

Octavio Paz cuenta que siendo un niño pequeño descubrió la existencia de "los otros". Se encontraba solo y asustado y comenzó a llamar a gritos a su madre, pero durante largo tiempo nadie acudió en su ayuda. De este recuerdo surgió más tarde una reflexión: "Ya sabes, eres carencia y búsqueda".
Creo que necesitamos de los otros para descubrirnos y reconocernos, son un poco nuestro espejo. Somos un poco lo que creemos ser, lo que las personas que nos quieren nos dicen que somos y también como los ajenos nos ven. Somos contradictorios, poliédricos y descubrirnos y enfretarnos a nosotros mismos, a nuestra verdad, es complejo y siempre nos da un poco de miedo. Creo que la literatura y el arte en general son de los mejores espejos, porque ahí estan casi todos "Los otros" "desnudos".
Pedro Glup, te leo más de lo que me muestro.
Besos de todos mis yos.

Pedro M. Martínez dijo...

dama shandy, tu yo del comentario de hoy me gusta.
Y los otros.
Aquí aprendo mucho.
(Lástima que hay cosas que olvido tan pronto)
Besos

Tempus fugit dijo...

Vas a misa mucho últimamente, ¿verdad? Porque te veo un poco misógino.

un abrazo, maestro

Pedro M. Martínez dijo...

De cenizas, tío, ¿en qué quedamos? Pendón, misógino, meapilas.
Coño, que uno es variado pero coherente.

Un abrazo, pequeño saltamontes.

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