viernes, 31 de agosto de 2007

La huida de los intrusos.

La página Glup ha vuelto de vacaciones. Y Pedro ¿Es esto un aviso o una amenaza?.

Se ha roto el idilio entre el hipopótamo y los erizos, el aleteo de los murciélagos nos deja un regusto de leche cortada, de súbitos amaneceres, de entrecortados jadeos en la cuesta arriba. Es inútil que psiquiatras alterados busquen al intruso que se coló en el laberinto de soledad. Se ha ido, desapareció por una puerta enmarañada. Si, no, blanco, negro, sexo, I, O, encendido, apagado.

Notifico que hoy he vuelto a trabajar y tengo la esperanza desarbolada. O no, yo qué sé. Quizás no sepa transmitir mis emociones amargas, mis frascos de júbilo, mi colección de mariposas de papel, aquella mirada de Mirada. Quizás la virtud de adivinar está aún adormecida o no es posible ejercer de espectador de caleidoscopios ajenos. En cualquier caso a nadie le importará y un arquitecto de fragmentos prepara las normas para el siguiente edicto. Será pronto.

Tengas ustedes en cuenta que esta divertida tarea de juntar palabras es un ejercicio de amor. Chin, chin, boise seche. Este paseo desde la gruta con pinturas de nadadores hasta los aledaños de una prisión de panteras es un truco de magia. Krik, krak. El lanzador de cuchillos se entrena con estrépito. Shuiuzt, shuiuzt. Tengan cuidado con los cambios climáticos de finales de agosto. Y con la nieve

Entre la maraña de punto.com nos buscaremos, entre la interminable sucesión de letras, voces, silencios, imágenes, sílabas, puntos. Y comas. Pronto olores. ¡Qué delirio! Tengamos confianza, nos encontraremos en el paisaje nuestro de cada día. El destino duerme en un anaquel del pozo de la turbación. Amen.

Vuelvo sobre el escenario. Sin pudor. Salto al laberinto y clavo mensajes, números en cada esquina. No se pierdan, no se escuden en la venda, no se fíen de las premoniciones, no estén tan seguros del desenlace. Sean ustedes mismos. Mantengan la, esa inquietud. Y la fe. No lloren por las ausencias. Búsquense. Búsquenme.

Levanto una maquinaria de hojarasca difusa, una sinuosa estampa de armonía, una telaraña en la telaraña. Mientras las naves viajan a Titán, nosotros continuamos temblando, perdidos en el desamor, en las preguntas, en la babélica y trivial malla sin reglas, en universos interactivos intuidos desde la cocina de nuestra casa, en métodos tecnológicos de los que no comprendemos mas allá del on/off.

On. La televisión recoge catástrofes, incendios, guerras, barbarie. Off.
On. En mis altavoces vibra una música de Cassandra Wilson. Off.
On. En mi corazón se extiende un puzzle de un millón de piezas. Off.
On. Me resulta difícil borrar nada y un hilo resiste entre los hilos cortados, se tensa, vibra con sonidos amorosos. Off.

Descubro una mujer desnuda en mi cama y las cortinas se abren al amor de la mañana. Ella me dice que lleva ahí varios años, tumbada, esperándome, con las caricias detenidas, con la dulzura embalsada, con los besos a punto de florecer. Amo a esa mujer. La amo desde siempre y hasta el final del horizonte. Me levanto y mi cabeza golpea contra el armario donde guardaba la impaciencia. Me despierto.

Vuelvo a leer lo que he escrito en esta mañana y me siento como un caníbal melancólico, como un equilibrista de la peripecia, como un pulcro mentiroso ejerciendo su oficio. Pero deben saber que el bosque de tantas manos agitándose desde las estaciones, desde los aeropuertos, desde el borde de los caminos, me distraían. Las he cortado, todas. O estoy en ello.

Y esto, o parte, o algo, es lo que yo quería: escribir/me.
El personaje ha muerto, queda la persona.

Pasen y vean, aquí está mi corazón.



jueves, 30 de agosto de 2007

Claudio Rodriguez.


Don de la ebriedad

Siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.

Y esto es un don. ¿Quién hace menos creados
cada vez a los seres? ¿Qué alta bóveda
los contiene en su amor? ¡si ya nos llega
y es pronto aún, ya llega a la redonda
a la manera de los vuelos tuyos
y se cierne, y se aleja y, aún remota,
nada hay tan claro como sus impulsos!

Oh, claridad sedienta de una forma,
de una materia para deslumbrarla
quemándose a sí misma al cumplir su obra.
Como yo, como todo lo que espera.
Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?

Y, sin embargo -esto es un don-, mi boca
espera, y mi alma espera, y tú me esperas,
ebria persecución, claridad sola
mortal como el abrazo de las hoces,
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.


Claudio Rodriguez 




domingo, 26 de agosto de 2007

José María Fonollosa.

Avenue of the Americas

Que con ella no iría más le dije.
(Ella anduvo a mi lado hasta mi cuarto.)

Que no la abrazaría más le dije.
(Ella puso mis brazos a su espalda.)

Que no la escucharía más le dije.
(Sus palabras vertía ella en mi boca.)

Que no haría el amor a ella le dije.
Y ahora está descansando sobre mi hombro.

José María Fonollosa.




viernes, 24 de agosto de 2007

Rayuela (Capítulo 16)



You so beautiful but you gotta die some day,
You so beautiful but you gotta die some day,
All I want's a little lovin' before you pass away.

De cuando en cuando ocurría que las palabras de los muertos coincidían con lo que estaban pensando los vivos (sí unos estaban vivos y los otros muertos). You so beautiful. Je ne veux pas mourir sans avoir compris pourquoi j'avais vécu. Un blues, René Daumal, Horacio Oliveira, but you gotta die some day, you so beautiful but - Y por eso Gregorovius insistía en conocer el pasado de la Maga, para que se muriera un poco menos de esa muerte hacia atrás que es toda ignorancia de las cosas arrastradas por el tiempo, para fijarla en su propio tiempo, you so beautiful but you gotta, para no amar a un fantasma que se deja acariciar el pelo bajo la luz verde, pobre Ossip, y qué mal estaba acabando la noche, todo tan increíblemente tan, los zapatos de Guy Monod, but you gotta die some day, el negro Ireneo (después, cuando agarra confianza, la Maga le contaría lo de Ledesma, lo de los tipos la noche de carnaval, la saga montevideana completa). Y de golpe, con una desapasionada perfección, Earl Hines proponía la primera variación de I ain't got nobody, y hasta Perico, perdido en una lectura remota, alzaba la cabeza y se quedaba escuchando, la Maga había aquietado la cabeza contra el muslo de Gregorovius y miraba el parquet, el pedazo de alfombra Turca, una hebra roja que se perdía en el zócalo, un vaso vacío al lado de la pata de una mesa. Quería fumar pero no iba a pedirle un cigarrillo a Gregorovius, sin saber por qué no se lo iba a pedir y tampoco a Horacio, pero sabía por qué no iba a pedírselo a Horacio, no quería mirarlo en los ojos y que él se riera otra vez vengándose de que ella estuviera pegada a Gregorovius y en toda la noche no se le hubiera acercado. Desvalida, se le ocurrían pensamientos sublimes, citas de poemas que se apropiaba para sentirse en el corazón mismo de la alcachofa, por un lado I ain't got nobody, and nobody cares for me, que no era cierto ya que por lo menos dos de los presentes estaban malhumorados por causa de ella, y al mismo tiempo un verso de Perse, algo así como Tu est là, mon amour, et je n'ai lieu qu'en toi, donde la Maga se refugiaba apretándose contra el sonido de lieu, de Tu est là, mon amour, la blanda aceptación de la fatalidad que exigía cerrar los ojos y sentir el cuerpo como una ofrenda, algo que cualquiera podía tomar y manchar y exaltar como Ireneo, y que la música de Hines coincidiera con manchas rojas y azules que bailaban por dentro de sus párpados y se llamaban, no se sabía por qué, Volaná y Valené, a la izquierda Volaná (and nobody cares for me) girando enloquecidamente, arriba Valené, suspendida como una estrella de un azul pierodellafrancesca, et je n'ai lieu qu'en toi, Volaná y Valené, Ronald no podría tocar jamás el piano como Earl Hines, en realidad Horacio y ella deberían tener ese disco y escucharlo de noche en la oscuridad, aprender a amarse con esas frases, esas largas caricias nerviosas, I ain't got nobody en la espalda, en los hombros, los dedos detrás del cuello, entrando las uñas en el pelo y retirándolas poco a poco, un torbellino final y Valené se fundía con Volaná, tu est là, mon amour and nobody cares for me, Horacio estaba ahí pero nadie se ocupaba de ella, nadie le acariciaba la cabeza, Valené y Volaná habían desaparecido y los párpados le dolían a fuerza de apretarlos, se oía hablar a Ronald y entonces olor a café, ah, olor maravilloso del café, Wong querido, Wong Wong Wong.


Se enderezó, parpadeando, miró a Gregorovius que parecía como menoscabado y sucio. Alguien le alcanzó una taza.



miércoles, 22 de agosto de 2007

Juan Eduardo Cirlot

.
A Mitra

Dios con siete collares planetarios,
con mujeres de piedra y pensamiento,
con aullidos de cal en movimiento
con relieves y rojos santuarios.

Hasta las altas llamas son sudarios
ante tu desgarrado monumento
en el que sólo canta un elemento:
el amor que desfonda los sagrarios.

Bestia llena de flores y granates
halo de rosas roncas de rumores,
esposo repartido en el abismo…

Hablo de los pacíficos combates,
de los ciclos de música y colores.
Por las montañas hablo de mí mismo.

Juan Eduardo Cirlot


sábado, 18 de agosto de 2007

Libro de la Sabiduría.

“Corta y triste es nuestra vida, y no hay remedio cuando llega el fin del hombre, ni se sabe que nadie haya escapado del hades. Por acaso hemos venido a la existencia, y después de esta vida seremos como si no hubiésemos sido: porque humo es nuestro aliento, y el pensamiento una centella del latido de nuestro corazón.
Extinguido este, el cuerpo se vuelve ceniza, y el espíritu se disipa como tenue aire. Nuestro nombre caerá en el olvido con el tiempo, y nadie tendrá memoria de nuestras obras, y pasará nuestra vida como rastro de nube, y se disipará como niebla herida por los rayos del sol que a su calor se desvanece. Pues el paso de una sombra es nuestra vida, y sin retorno es nuestro fin, porque se pone el sello y ya no hay quien salga.
Venid, pues, y gocemos de los bienes presentes, démonos prisa a disfrutar de todos en nuestra juventud. Hartémonos de ricos y generosos vinos, y no se nos escape ninguna flor primaveral. Coronémonos de rosas antes de que se marchiten, no haya prado que no huelle nuestra voluptuosidad. Ninguno de nosotros falte a nuestras orgías, quede por doquier rastro de nuestras liviandades, porque esta es nuestra porción y nuestra suerte.”

(Libro de la Sabiduría).

Hoy me lleva la resaca de albariño, de momento no estoy para escrituras ni pensamientos, en cuanto encuentre la mano derecha intentaré algo. Esperarme. Por favor.


sábado, 11 de agosto de 2007

Caminando.

Estoy sentado al borde de la carretera,
el conductor cambia la rueda.
No me gusta el lugar de donde vengo.
No me gusta el lugar adonde voy.
¿Por qué miro el cambio de rueda
con impaciencia?

(Bertolt Brecht)



Camino y camino, lo contaré cuando llegue.

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Bilbao, Euskadi
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