Reincidencia (3)
Cerré los ojos apretadamente y pretendía que Bennet era Adrián. Transformé a B. en A. Nos corrimos los dos- primero yo, seguidamente Bennet- y yací sudando en la horrible cama del hotel. Bennet sonrió. Me sentía desgraciada. ¡Qué fraude me consideraba! El adulterio real no podía ser peor que estas decepciones nocturnas. Joder con un hombre, pensar en otro y mantener en secreto la decepción…. era peor, mucho peor que joder con otro hombre en presencia de tu marido. Era tan horrible como cualquier traición que se me pudiese ocurrir. “Solo es una fantasía- diría probablemente Bennet-. Una fantasía es sólo una fantasía y todos tenemos fantasías. De hecho solo los psicópatas llevan a cabo todas sus fantasías; la gente normal no lo hace.” Pero siento un respeto más profundo por la fantasía que todo esto. Eres lo que sueñas. Eres lo que son tus ensoñaciones. Los gráficos, las cifras y las luces intermitentes de Masters y Johnson, así como los alfileres de plástico, nos cuentan todo lo relativo al sexo y nada a su respecto. Porque el sexo es una cosa mental. La velocidad del pulso y las secreciones nada tienen que ver con él. Esta es la razón por la que los manuales sexuales de gran venta resultan un timo. Enseñan a la gente cómo joder con la pelvis, peo no con la cabeza.
¿Qué importancia tenía que técnicamente fuera fiel a Bennet ¿qué importancia tenía que no hubiera jodido con otro tipo desde que le conocí? Le fui infiel mentalmente al menos diez veces por semana…y al menos en cinco de estas ocasiones le fui infiel mientras estábamos jodiendo.
(Miedo a volar. Erika Jong)
Ella inclinó el cuerpo sobre el mío y bajo su piel voló una mariposa. Yo tenía una mano entre sus muslos y con nuestros suspiros apenas pude ver los aleteos. Después, tendidos uno al lado del otro, cansados, hablamos de esto y aquello y se me olvidó.
Fue el viernes siguiente, ella volvía de un viaje a Bruselas y cada noche yo la había anhelado como si no nos quedasen más noches. Le quité la ropa despacio y acaricié su espalda, sus caderas, sus mejillas, me perdí en su mirada distraída. Ven, dijo, y mientras abría las piernas un remolino de mariposas azules giró alrededor de su sexo. Entré en ella como en la noche y sentí los mordiscos de la sospecha mientras nos amábamos. Estaba tan atado al deseo que no pude sino derramarme en dulces espasmos que disolvieron cualquier sensación ajena a nuestro abrazo.
El tiempo ha pasado y me he acostumbrado a las mariposas de la duda, que ya han traspasado su piel y giran sobre nuestras cabezas, nos acompañan en nuestras ternuras, se posan en sus nalgas, en mis hombros, en su pelo. Sé que algo me quieren decir pero aún no entiendo su lenguaje, no tengo tiempo, sigo enfrascado en descifrar este amor.
Anoche ella dormía, levanté la sábana y admiré su cuerpo. Justo debajo del omoplato las mariposas formaron con sus alas un rostro serio que me miraba. Distinguí con nitidez a Pedro.
Creo que él también me reconoció.
Creo que él también me reconoció.
2 comments :
¡Ay, Don Pedro!
un abrazo... cómplice
¿Dudas? ¿De que te quieran? ¿Es que no tienes suficiente amor para los dos*?
Un besazo
* O para los tres, o para todos.
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