Hace unos años.
Supongo que en un país de la América pobre se puede creer o dejar de creer en Dios y en el hombre igual que en cualquier otra parte del mundo, pero quizás aquí las circunstancias, siempre extremas, hagan que estas pérdidas o estos hallazgos de la fe resulten más sobrecogedores que en otros lugares. Yo me hice cura por mi tío Zacarías, el tío rico con quien tuve la suerte de contar. Quizás rico no era, pero más dinero que todo el resto de mi familia sí que tenía. Fue él quien me dijo una vez, siendo yo niño:
-Diego, ¿crees en Dios?
-No lo sé, señor.
Era el único a quien llamaba "señor", quizás porque en aquel entonces sólo a él conocía que tuviese pistola y que me daba de comer de cuando en cuando.
-Diego -siguió preguntándome mi tío- ¿tienes hambre?
-Mucha, señor.
-¿Y si para comer tienes que creer en Dios?
-¡Yo creo en Dios, tío!-casi grite, esperando que de esta forma aliviase el hueco de mi vientre.
Así comenzó mi aprendizaje de la fe cristiana. Poco después de esa conversación, mi tío hizo que me ingresaran en un seminario, donde comí lo suficiente y vestí bien y estuve protegido de tantos males que acechan a la gente pobre de mi país. Aprendí a vivir con comodidades que nunca hubiese tenido de otra forma, aunque no logré creer en Dios, a no ser de boca para afuera. (Los Resucitados.//. José Manuel Fernández Argüelles)
Hace unos años - ¿tres?¿cuatro?- ya, encalé con poético espesor la pared informe. Me dispuse a defenderla de las serpientes después de la lluvia, del chillido de los vencejos antes de septiembre, de los planos y niveles de la nostalgia aún no vencida (cautivo y desarmado, etcétera).
Enfrascado en estas tareas y en otras no menos importantes, descuidé el riego de los relojes, el riesgo del murmullo detrás de la línea donde rompen las olas y, sobre todo, el cultivo de mis jardines y facetas menos conocidas (por mí mismo).
Han pasado los meses, sin orden ni concierto, tan pronto era mayo como noviembre. El vengador está ahí, emboscado, trata de esconderse en lo oscuro pero puedo ver sus movimientos entre las ramas de la higuera. Aún así he clausurado la muerte, es la hora de la vida plena (he enterrado a S como Tarantino a UmaThurman).
Juré que no lo contaría jamás, pero mi elección no es silencio, coloco velas cada medio metro del borde del misterio, espero la noche para encenderlas, para recordar al adolescente que fui (vano empeño, soy un hombre, libre pero lejos de aquel).
Y los días caminan al borde de un río luminoso, en el polvo quedan las huellas de la fortuna (llevo la relación de los milagros como cuentas de un collar de perlas, estoy seguro que nunca volveré allí).
9 comments :
Hola,
qué triste..no?
y llueve...
Kisses
P.D Zorionak! Athletic txapeldun
!!!
Definitivamente ... diós no existe.
Gruf ... mejor así no?
Un beso.
Sill
Cuando era muy pequeño, pero no tan pequeño como para salir del círculo de preocupación de los padres, me fui a una pequeña casa de una huerta de mi pueblo. Las piedras de su pared tenían holgura entre sí. Hacía calor. Yo y mis dos compañeros merodeamos la caseta donde estaba el motor del pozo. Hacía calor. Cuando estábamos apoyados en la pared vimos como un palo gomoso y erecto salía entre una de aquellas ranuras. La culebra desplazó medio metro o más y se volvió a meter dentro, como el émbolo de una jeringa. Entonces ya me confesaba y las neuronas me olían a incienso. Ahora me huelen más a barbacoa y a vicio. El incienso desapareció. Pero aquella imagen siempre me encala el rostro.
Abrazos.
Así son los hombres de este mundo, Pedro,que aplican una oreja a los deseos terrenales, y taponándose la otra no oyen la voz del Señor que les dice que quien no renuncie a todo lo que posee no puede ser su discípulo o su siervo. Y mira si llevan tiempo con este último tapón. ¿Tú también, Pedro? Y que sepas que aparte de los hombres, el áspid es la única criatura que puede hacer tal cosa, es decir, negarse a escuchar.
Los hombres ciegan sus propios ojos, de manera que no ven el cielo, ni tienen presentes en espíritu las obras del Señor. Algunas mujeres también, las más víboras, entre las que me incluyo. Y no fue por pasar hambre sino por comer demasiado.
Besos.
Probablemente algunos seguiremos pasando hambre.
Pero lo importante es dar fe del compromiso magníficamente expuesto del escritor con el macizo espesor de su bien probada poesía -y su excelentente prosa.
Protegida quedó de reptiles, vencejos y nostalgias.
Aunque acechara la venganza del guardián de los relojes.
Y de silencio nada. Hasta tus silencios son prodigiosamente elocuentes.
Ningún reloj se ha parado:
"los días caminan al borde de un río luminoso, en el polvo quedan las huellas de la fortuna"
Perfecto.
Un abrazo.
Es inevitable que empieces a notar sus movimientos, se acerca cada vez más. Es el momento de reconocerte.
El silencio no es buen compañero, expresar lo sentido te descubre más de ti.
Mis dioses están aquí y caminan conmigo. Prefiero el hambre con ellos-as que el espejismo de una vida prometida.
Un beso muy alegre.
P.D. Miércoles 13 de Mayo, Mestalla ;-P
Cuando era niña no tenía opción a creer en Dios, simplemente estaba obligada a ello con la predicción de que si no lo hacía al morir irá directa al infierno. Con el paso de los años, esa obligación ha quedado en el olvido por lo tanto ya no temo morir (el infierno es mi vida)
Siento haber borrado el anterior comentario. Sorry
Besos
Doña Camille, mira, con la perspectiva que da el día después, sin atisbo de modestia, desde el centro de Bilbao, te digo que es un texto triste –quizás- pero poético. Y que me gusta.
El Athletic es un sentimiento. Pero no solo cuando gana como el miércoles. Estar con los que ganan es fácil. Estar siempre es lo complicado.
Aupa Athletic.
Y tú.
Pues yo no le he visto nunca Te-Pito-0-Te-Henua (Sill Scaroni) ¿tú?
Un beso.
Tempero no me ha quedado claro si era una culebra lo que sobresalía u otra erectividad (es que escucho erecto y me pongo, qué cosas, lo que es la juventud). Gracias por compartir tus recuerdos y miedos y alivios. Abrazos. (me caes bien, chaval)
Coincidimos Arantza G., yo tampoco temo a la muerte.
Estoy demasiado preocupado con morirme.
Besos de caramelo.
Amén Ventana indiscreta, te alabamos Señor.
Besos.
Apreciado y admirado ybris, debe ser por la edad (me refiero a la tuya) pero me encanta como me lees.
Noto que me lees, que sientes eso que digo (me refiero a que sientes lo que he querido decir, lo diga como lo diga).
No sé cómo agradecértelo, sobre todo por lo reservado que eres.
Te lo agradezco de todo corazón.
Un abrazo.
Te quiero mucho, corazonciño.
Biquiños.
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