martes, 19 de enero de 2010

Carta abierta a una mujer cerrada.

Subo hacia el segundo piso y me doy cuenta de que la tiniebla está untada a las paredes, carne de los muros, como si éstas fueran ella misma y yo pudiera transponerlo, como se horada la neblina y, de esa forma, atravesar todos los edificios del Centro, mirando sus vergüenzas y sus orgullos, sus amores y sus melancolías, sus crímenes y sus nacimientos. Necesidad imperiosa de que la tiniebla anciana explique, diga, cuenta cada historia, que resuenen en este silencio los estallidos y las voces poderosas, que se escuche el llanto de una mujer, las canciones de una serenata, la agonía de los viejos. Entonces comprendo que la principal vocación de primera tiniebla es la sugerencia. (Guillermo Samperio, Algo sobre las tinieblas.)


Te he escrito antes tantas cartas con toda mi alma que esta de hoy es una niñería, una pataleta, apenas un juego tonto, un apunte en los márgenes de nada, una travesura ridícula, un harakiri sin anestesia, un kikirikí de gallo desplumado y mojado en un gallinero sin gallinas, un brindis al sol, una chiquillada resentida solo para darte una vez más la razón, tú, la más lista, oh, alabada sea tu alma pura, tus altas miras, tu capacidad para decir no, nunca, y ser consecuente, tu valentía para desgarrarte el corazón con los dientes y dejarlo ahí, en la alambrada que divide, tú ahí y yo aquí, prohibido el paso, no hemos podido ser ni siquiera amigos y además es imposible. Buf.

Oh, Mujer sin niñez ni adolescencia, la adulta constante, desde que nació.
Mujer Jericó, te he rodeado tocando trompetas, nada.
Mujer Lugo, he roto mi frente contra tu muralla, nada.
Mujer Reina me he postrado de rodillas frente a las escaleras de tu palacio, la frente humillada, nada.
Mujer Obispo, he orado, me he dejado un cilicio en el alma, he puesto velas a todos los santos, vivos y muertos, nada.
Mujer ornitóloga, soy ese pájaro desplumado que no paraba de chocar contra tus cristales.
Mujer miope, soy esa sombra que ha optado por el silencio.
Mujer sorda, soy ese hombre que ya no gesticula al otro lado de tu mundo, no, no es una película muda, es que no hablo, esta película no la has visto.
Soy este hombre desarrapado y orgulloso que recoge los cartones de su propia entrega, ese que silba por otras calles, el que ha decidido cambiar de cara, de dientes, de ojos, de discurso y aquí estoy, en el reino del silencio. Sé que me escuchas.

He escrito a borbotones, con rabia.
¿A qué viene esto? –dirás-.
Me callo y tú no hablarás, ya, pon cara de no entender, enfádate, menea la cabeza, si ya lo sabías, tú lo sabes todo.

Sigo frente a tu ventana.








15 comments :

mirada dijo...

Qué enfadadiño está, pobre...
Un besazo.

Camille dijo...

Le noto tenso o son cosas mías?. Lo de los harakiris con anestesia deberías aptentarlo, quizás no se les había ocurrido aún a los japos...

Comento (no he pulicado) pero comento (me ha dolido)

Besos

Pedro M. Martínez dijo...

Sí, Mirada, está quemao ese que escribe.
(Será que sabe de qué habla)
Un beso largo..

Pedro M. Martínez dijo...

No, Camille, no estoy tenso. Al contrario, estoy plácido y relajado.
(Debe ser la anestesia).
Y, bueno, no se me ponga mimosa, fue un exceso de confianza, vale, quizás un exceso de cariño mal entendido, pero usted sabe que le aprecio, escriba, comente o calle.
Ande, ande, venga que le abrace con todo mi corazón.
(que con el alma no puedo…que dice la canción)

Ventana indiscreta dijo...

A ver, Sir Peter, ¿a cuánto pagan el cartón? ¿Te incluyes en el reciclaje diario del amor, de la sugerencia, de la sugestión? Los hay que han insistido durante años y ahí están, en paciente espera. Claro que te escucho, sabiendo que no soy yo nadie, ni musa ni vendedora de huevos. Y claro está, una vez que he estado en Jerez con el Manué me bastó para que, con buenos vinos y cantes de primera línea y sin micro, tuviera en cuenta la tiniebla como algo pasado de moda.

Besos desde esta ventana matinal sin ojeras.

Arantza G. dijo...

Uy...se corta con cuchillo la tensión...
Relájate...por aquí tatmbién se te quiere.
Un beso.

Dátil dijo...

Me gusta esa carta. Habla tan claro. Uno de Bilbao la ha escrito.
Un beso de martes querido amigo,

;O)

Tinta de aterrizaje dijo...

Para escribir tanto y a tantas se puede hacer a vuelo rasante como a vuelo alto.
Tú, palomico, ¡puedes levantar tanto el vuelo!, salirte de España lo puedes hacer.
Y tú si sabrás volver luego. Pero, cuidado, por Etxalar, se lían a tiros con las palomas en el retorno.

ana p. dijo...

Hay silencios que son más elocuentes que mil discursos, hay ausencias que nunca termino de ocupar. Hay costillas, que son jaulas para pájaros sin alas, por las que se cuela el viento de los cantos de sirenas que estrellan los barcos que salieron a conquistar. No hay respuestas que la arena guarde tras las mareas

Tempero dijo...

Que hables de cartas abiertas a mujeres cerradas (en singular)no quiere decir que un hombre opine. Máxime si está La Macanita en plan rancio, que no, señores del coro, que eso no es cantar rancio, eso es cantar bien, qué humilde la chavala, que ella no es bonita y dos columnas la mantienen en pie, y encima a los hombre ha absorbido. Te imaginas, Pedro, la fuerza que tiene el verbo 'absorber'. Si al menos la segunda 'b' fuera 'v'. Ten el arrojo de tirar de cizalla para eliminar la alambrada. a algunas mujeres significadas las intuyo. Pero, tranquilo, los celos son un semblante esfumado en mi vida. O al menos eso creo.

Abrazos, campeón, y adelante con el sofware que eso si tiene futuro.

mabel g. c.© dijo...

Esto está realmente bueno. Te felicito, aunque la máscara me impida decírtelo a la cara.

Saludos al pájaro y al gallo desplumao's.

Y un beso...

Clarice Baricco dijo...

Y pensar que a mi me debes tantas cartas, jajaja

Besotes.

PD. En mi blog te recordé.

gaia07 dijo...

La única llave para abrir a una mujer cerrada es la distancia.

Tesa dijo...

No merecen la pena los reproches
...son una vía de dolor de doble sentido.

Shandy dijo...

"Non te espantes d'ella por su mala respuesta/[...] El omne mucho cavando la grand peña acuesta

Con arte de quebrantan los coraçones duros,/ tómanse las cibdades, derríbanse los muros,/ caen las torres altas, álçanse los haduros"...

Consejo de uno que a Ovidio leyó en la escuela.

(De ellos, 2x5)

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