martes, 28 de septiembre de 2010

Quem deus perderé vult, prius dementat.


 (Miguel Brieva)

El acto creativo mantiene la vida, es un baile lascivo ante la cruel muerte.

Llueve, hay gorriones en una ventana simulada, los espectadores entran con lentitud, dejan los paraguas goteando sobre la madera del vestíbulo, se sientan sin dejar de hablar. Solo en el escenario, el Actor se lleva un dedo a los labios y recita: “los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo *. Alguien, entre las sombras del fonde de la sala, aplaude. Después todos se van.

Al terminar la sesión, con el alma alborotada el Actor espera la pálida tarde, el preludio de las horas transitadas por hombres con problemas de melancolía, es el momento para mezclarse con aquellos qué, como él, arrastran su dolor entre alcohol y risas fingidas.

Donde antes hubo navegantes, con lentitud, la ciudad se ha transformado en un espacio de caminantes, transitan los atentos vigilantes de mensajes entretejidos en la niebla de no verse. Los ausentes se hablan con los ausentes, intercambian coloquios con desconocidos de lejos o cerca, lectores de tabaquerías en fábricas que nada fabrican, solitarios farfullando soliloquios, ilusionistas que lloran cuando mueren las palomas.

El Actor sabe, lo sabe ahora, que acariciar aquel cuerpo no era un pasaporte a su alma, no un visado, no un pase de pernocta, no un permiso indefinido, tener su cuerpo era un trabajo, un purgatorio, una obsesión, la condena del ejercicio desnudo de besar una y otra vez la anorgasmia irreparable de una mujer sin lengua. Sin embargo volvía los miércoles, aún antes de amanecer, cuando mataron al juez y en primavera. Ella escribía en una nube “ven” y él, obediente, iba.

Ha pasado el tiempo, subido en la escalera absurda que ha fabricado, otea un horizonte que ya no existe, no hay más allá que el recuerdo de un cuarto oscuro donde se veían sin verse, donde se tocaban como silenciosos amantes que no querían turbar a los que dormían sin saber, un pacto con un demonio cruel que fijó límites, una derrota ante un ejército de sentido común y papeles firmados antes de la luz.

La función debe continar, el Actor vuelve al escenario y recita: “yo soy mi mundo”**

La locura de los otros como una pared obscena ante los desatinos que crecen, se agigantan dentro del Actor, su trágica obsesión por esa mujer espiritual y ajena, ausente, entregado a la hamartia de cercarla con un amor que jamás será correspondido. A quién un dios quiere destruir antes lo enloquece.

Esto es.


*Wittgenstein (Tractatus (5.6) ** (Tractatus (5.63)



Ludwig Josef Johann Wittgenstein (Viena, Austria, 26 de abril de 1889 — Cambridge, Reino Unido, 29 de abril de 1951) fue un filósofo y lingüista austríaco, posteriormente nacionalizado británico. En vida publicó solamente un libro: el Tractatus logico-philosophicus, que influyó en gran medida a los positivistas lógicos del Círculo de Viena, movimiento del que nunca se consideró miembro. Tiempo después, el Tractatus fue severamente criticado por el propio Wittgenstein en Los cuadernos azul y marrón y en sus Investigaciones filosóficas, ambas obras póstumas. Fue discípulo de Bertrand Russell en el Trinity College de Cambridge, donde más tarde también él llegó a ser profesor. Murió cerca de Elizabeth Anscombe, quien se encargó de que recibiera los auxilios de la Iglesia.

6 comments :

ybris dijo...

Hay demencias que son pérdida, otras son hallazgos.
Debe de pasar con todos los actos creativos que se alimentan del mirar y del sentir para expresar el universo inmenso de quienes tienen los límites de su lenguaje en horizontes a distancias inconmensurables.
Tus relato vuela a gran altura desde la visión del gran actor que navega primero y camina después, que sabe pasar del encuentro a la soledad.

(Anoto: "Ilusionistas que lloran cuando mueren las palomas")

Abrazos.

Mayte dijo...

"Alma que silenciosa camina sobre tu pecho, anida vida, destruye emoción, renace en una palabra..."

Me arrulla la calma (efecto de la música de fondo) flota suave la sensación de agua, leve, la piel se mece, las palabras se apagan, mientras yo te dejo besiño de puntillas, vuelvo a salir hoy.

Pedro M. Martínez dijo...

ybris, actuar es el problema. “No escribes con las tripas”, me dice T. Y es cierto, pero me duele tanto. Abrazos.

Pedro M. Martínez dijo...

Mayteღ, eres tan silenciosa que a la noche apenas siento tus pasos cuando entras. Pero por las mañanas, cuando te leo, siento el aroma de tu poesía.
Besos.

gaia07 dijo...

Yo era completamente feliz hasta que ese tipo ha dicho eso.
El error fatal de querer a quién no te quiere suele estar en esperar que te corresponda y no en quererle.

Querido amigo este texto ha sido un lujazo.
Un abrazo de cuerpo entero.

mirada dijo...

Gracias.
Muchas gracias.

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