jueves, 23 de septiembre de 2010

Deporte rural.


Desde ayer, ni exhausto ni sin palabras, me quedan, la gracia es cómo combinarlas, como hacer atractiva su sucesión, conseguir coherencia, significado, intríngulis, digo más, atractivo, interesar, encantar, subyugar al que lee.

Un blog, este, no es el lugar para ello.

La literatura va por otro lado.

Esto es un juego, un divertimento, un intento de disfrazado de, un subterfugio, un quiero y no puedo, una mano de pintura blanca sobre la nada, un ego subido a una silla declamando en el desierto con un ombligo enroscado en la cabeza como un turbante, algo así. No sé hacer más (ni menos).


Soy (o era) buen pelotari, la cosa es que esto de los blogs no va por ahí, tampoco esto es un desafío de arrastre de piedra, ni siquiera saber quién la levanta (la piedra) más veces en menos tiempo. Nobles deportes rurales de mi bella tierra. 


Pues eso, este es un blog san Pablo que se cayó del caballo, que pretendía ser literario y que descubrió que para eso hacen falta otros atributos (además de los de cada uno).

Y aquí ando, trampeando las semanas, quizás con estos trabajos espontáneos, naturales, no se necesite más (siempre que sean sinceros, claro. Puedo jurar que lo son) y hacen falta menos Punset y más Belenes. No sé, no lo tengo claro, es un lío esto de salir al ruedo a cuerpo limpio (y suerte que por aquí no vienen muchos banderilleros, ni picadores).

Lo que tengo claro es que el que escribía bien era D. Julio Cortázar. Este cuento es literatura. Disfrútenlo.

Graffiti

A Antoni Tàpies


Tantas cosas que empiezan y acaso acaban como un juego, supongo que te hizo gracia encontrar un dibujo al lado del tuyo, lo atribuiste a una casualidad o a un capricho y sólo la segunda vez te diste cuenta que era intencionado y entonces lo miraste despacio, incluso volviste más tarde para mirarlo de nuevo, tomando las precauciones de siempre: la calle en su momento más solitario, acercarse con indiferencia y nunca mirar los grafitti de frente sino desde la otra acera o en diagonal, fingiendo interés por la vidriera de al lado, yéndote en seguida.

Tu propio juego había empezado por aburrimiento, no era en verdad una protesta contra el estado de cosas en la ciudad, el toque de queda, la prohibición amenazante de pegar carteles o escribir en los muros. Simplemente te divertía hacer dibujos con tizas de colores (no te gustaba el término grafitti, tan de crítico de arte) y de cuando en cuando venir a verlos y hasta con un poco de suerte asistir a la llegada del camión municipal y a los insultos inútiles de los empleados mientras borraban los dibujos. Poco les importaba que no fueran dibujos políticos, la prohibición abarcaba cualquier cosa, y si algún niño se hubiera atrevido a dibujar una casa o un perro, lo mismo lo hubieran borrado entre palabrotas y amenazas. En la ciudad ya no se sabía demasiado de que lado estaba verdaderamente el miedo; quizás por eso te divertía dominar el tuyo y cada tanto elegir el lugar y la hora propicios para hacer un dibujo.

Nunca habías corrido peligro porque sabías elegir bien, y en el tiempo que transcurría hasta que llegaban los camiones de limpieza se abría para vos algo como un espacio más limpio donde casi cabía la esperanza. Mirando desde lejos tu dibujo podías ver a la gente que le echaba una ojeada al pasar, nadie se detenía por supuesto pero nadie dejaba de mirar el dibujo, a veces una rápida composición abstracta en dos colores, un perfil de pájaro o dos figuras enlazadas. Una sola vez escribiste una frase, con tiza negra: A mí también me duele. No duró dos horas, y esta vez la policía en persona la hizo desaparecer. Después solamente seguiste haciendo dibujos.

Cuando el otro apareció al lado del tuyo casi tuviste miedo, de golpe el peligro se volvía doble, alguien se animaba como vos a divertirse al borde de la cárcel o algo peor, y ese alguien como si fuera poco era una mujer. Vos mismo no podías probártelo, había algo diferente y mejor que las pruebas más rotundas: un trazo, una predilección por las tizas cálidas, un aura. A lo mejor como andabas solo te imaginaste por compensación; la admiraste, tuviste miedo por ella, esperaste que fuera la única vez, casi te delataste cuando ella volvió a dibujar al lado de otro dibujo tuyo, unas ganas de reír, de quedarte ahí delante como si los policías fueran ciegos o idiotas.

Empezó un tiempo diferente, más sigiloso, más bello y amenazante a la vez. Descuidando tu empleo salías en cualquier momento con la esperanza de sorprenderla, elegiste para tus dibujos esas calles que podías recorrer de un solo rápido itinerario; volviste al alba, al anochecer, a las tres de la mañana. Fue un tiempo de contradicción insoportable, la decepción de encontrar un nuevo dibujo de ella junto a alguno de los tuyos y la calle vacía, y la de no encontrar nada y sentir la calle aún más vacía. Una noche viste su primer dibujo solo; lo había hecho con tizas rojas y azules en una puerta de garage, aprovechando la textura de las maderas carcomidas y las cabezas de los clavos. Era más que nunca ella, el trazo, los colores, pero además sentiste que ese dibujo valía como un pedido o una interrogación, una manera de llamarte. Volviste al alba, después que las patrullas relegaron en su sordo drenaje, y en el resto de la puerta dibujaste un rápido paisaje con velas y tajamares; de no mirarlo bien se hubiera dicho un juego de líneas al azar, pero ella sabría mirarlo. Esa noche escapaste por poco de una pareja de policías, en tu departamento bebiste ginebra tras ginebra y le hablaste, le dijiste todo lo que te venía a la boca como otro dibujo sonoro, otro puerto con velas, la imaginaste morena y silenciosa, le elegiste labios y senos, la quisiste un poco.

Casi en seguida se te ocurrió que ella buscaría una respuesta, que volvería a su dibujo como vos volvías ahora a los tuyos, y aunque el peligro era cada vez mayor después de los atentados en el mercado te atreviste a acercarte al garage, a rondar la manzana, a tomar interminables cervezas en el café de la esquina. Era absurdo porque ella no se detendría después de ver tu dibujo, cualquiera de las muchas mujeres que iban y venían podía ser ella. Al amanecer del segundo día elegiste un paredón gris y dibujaste un triángulo blanco rodeado de manchas como hojas de roble; desde el mismo café de la esquina podías ver el paredón (ya habían limpiado la puerta del garage y una patrulla volvía y volvía rabiosa), al anochecer te alejaste un poco pero eligiendo diferentes puntos de mira, desplazándote de un sitio a otro, comprando mínimas cosas en las tiendas para no llamar demasiado la atención. Ya era noche cerrada cuando oíste la sirena y los proyectores te barrieron los ojos. Había un confuso amontonamiento junto al paredón, corriste contra toda sensatez y sólo te ayudó el azar de un auto dando vuelta a la esquina y frenando al ver el carro celular, su bulto te protegió y viste la lucha, un pelo negro tironeado por manos enguantadas, los puntapiés y los alaridos, la visión entrecortada de unos pantalones azules antes de que la tiraran en el carro y se la llevaran.

Mucho después (era horrible temblar así, era horrible pensar que eso pasaba por culpa de tu dibujo en el paredón gris) te mezclaste con otras gentes y alcanzaste a ver un esbozo en azul, los trazos de ese naranja que era como su nombre o su boca, ella así en ese dibujo truncado que los policías habían borroneado antes de llevársela; quedaba lo bastante como para comprender que había querido responder a tu triángulo con otra figura, un círculo o acaso un espiral, una forma llena y hermosa, algo como un sí o un siempre o un ahora.

Lo sabías muy bien, te sobraría tiempo para imaginar los detalles de lo que estaría sucediendo en el cuartel central; en la ciudad todo eso rezumaba poco a poco, la gente estaba al tanto del destino de los prisioneros, y si a veces volvían a ver a uno que otro, hubieran preferido no verlos y que al igual que la mayoría se perdieran en ese silencio que nadie se atrevía a quebrar. Lo sabías de sobra, esa noche la ginebra no te ayudaría más a morderte las manos, a pisotear tizas de colores antes de perderte en la borrachera y en el llanto.

Sí, pero los días pasaban y ya no sabías vivir de otra manera. Volviste a abandonar tu trabajo para dar vueltas por las calles, mirar fugitivamente las paredes y las puertas donde ella y vos habían dibujado. Todo limpio, todo claro; nada, ni siquiera una flor dibujada por la inocencia de un colegial que roba una tiza en la clase y no resiste el placer de usarla. Tampoco vos pudiste resistir, y un mes después te levantaste al amanecer y volviste a la calle del garage. No había patrullas, las paredes estaban perfectamente limpias; un gato te miró cauteloso desde un portal cuando sacaste las tizas y en el mismo lugar, allí donde ella había dejado su dibujo, llenaste las maderas con un grito verde, una roja llamarada de reconocimiento y de amor, envolviste tu dibujo con un óvalo que era también tu boca y la suya y la esperanza. Los pasos en la esquina te lanzaron a una carrera afelpada, al refugio de una pila de cajones vacíos; un borracho vacilante se acercó canturreando, quiso patear al gato y cayó boca abajo a los pies del dibujo. Te fuiste lentamente, ya seguro, y con el primer sol dormiste como no habías dormido en mucho tiempo.

Esa misma mañana miraste desde lejos: no lo habían borrado todavía. Volviste al mediodía: casi inconcebiblemente seguía ahí. La agitación en los suburbios (habías escuchado los noticiosos) alejaban a la patrulla de su rutina; al anochecer volviste a verlo como tanta gente lo había visto a lo largo del día. Esperaste hasta las tres de la mañana para regresar, la calle estaba vacía y negra. Desde lejos descubriste otro dibujo, sólo vos podrías haberlo distinguido tan pequeño en lo alto y a la izquierda del tuyo. Te acercaste con algo que era sed y horror al mismo tiempo, viste el óvalo naranja y las manchas violetas de donde parecía saltar una cara tumefacta, un ojo colgando, una boca aplastada a puñetazos. Ya sé, ya sé ¿pero qué otra cosa hubiera podido dibujarte? ¿Qué mensaje hubiera tenido sentido ahora? De alguna manera tenía que decirte adiós y a la vez pedirte que siguieras. Algo tenía que dejarte antes de volverme a mi refugio donde ya no había ningún espejo, solamente un hueco para esconderme hasta el fin en la más completa oscuridad, recordando tantas cosas y a veces, así como había imaginado tu vida, imaginando que hacías otros dibujos, que salías por la noche para hacer otros dibujos.

Julio Cortázar.
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16 comments :

Shandy dijo...

Qué duda cabe, Pedro, qué duda cabe con un prestidigitador de las palabras que se saca de la chistera hasta el gíglico.
Pero el "reto" y el "desafío" es con uno mismo, nunca con los demás (batalla absurda)
Y P. G. sigue retándose y desafiándose muy bien.

Un abrazo

Tempero dijo...

Yo también fui un buen pelotari. Mejor dicho, jugador de pelota a mano. Lástima que todo se reducía a jugar entre colegios y que las paredes y frontones eran muy precaríos. Llegue a jugar en tierra. Y en tierra me quedé. Por más que me arrimo al mar no se me pega. ¿Quién ignora que tu blog es un divertimento, un rincón para pelotaris mancos, o un burdel para follarse a las palabras? Porque a las palabras hay que follárselas, hay que seducirlas, hay que amarlas a fondo. Las palabras no entienden de ruegos y preguntas. Y en ti sí hay literatura. Si quieres literatura desordenada y a salto de mata. Pero no me negarás tu erección con las palabras. ¿Eh? Ya ves, la tierra se apodera mí y me vuelvo buey. O ternero. Lo difícil no es arrastrar palabras ni levantarlas: es saberlas follar bien.

Pedro M. Martínez dijo...

Shandy, cierto, deje el desafío con los demás cuando me ganaban siempre.
Lo malo es que en el desafío conmigo mismo también me gano.
Por eso me dedico a ir a mi aire, pian pianito, procurando no meterme con nadie y haciendo lo que sé.

Tenemos pendientes muchas cosas, las haremos.

Un abrazo

Pedro M. Martínez dijo...

Querido Tempero, “somos los que hablamos” dice Canetti (también Lacan) y aquí debería detenerme, pero no.

De frontones. Los curas de pueblo de antes eran muy vivos, aprovechaban las paredes de las iglesias para improvisar frontones donde los mozos del pueblo desfogaban parte de su natural hervor. Mientras jugaban no “pecaban” o no pensaban en. Ahora no, desde la democracia los pueblos se han llenado de frontones, no tanto de pelotaris, quizás porque los mozos y mozas pecan alegremente (ya era hora)-.

De divertimentos. Exacto, eso es, mi blog, eso pretende al menos, divertir, que quién lea se divierta al menos tanto como me divierto yo. Jamás ha tenido otra pretensión, quizás porque sé leer, tengo espejo y aún teniendo edad para estar de vuelta justo estoy saliendo. Lo que me queda.

De pelotaris mancos. De crío, un fin de semana mis padres me llevaron a un pueblo de la Rioja. Paseando por sus calles de tierra llegué al frontón, hay mucha afición por aquellas tierras a producir buen vino y al juego de la pelota a mano. A lo que iba, entre los jugadores, uno de ellos era manco. Pues bien, para mi sorpresa infantil era el que mejor jugaba. Era prodigiosa su agilidad, su habilidad para las dejadas, la fuerza con su único brazo, su increíble llegada al ancho, un fenómeno aquel jugador manco, el mejor del pueblo.

De burdeles. Aquí no puedo decir nada sobre la comparación de mi blog con un burdel. Jamás he estado en ninguno. Es posible que así sea si tú lo dices, tú sabrás. En cualquier caso no tengo ninguna curiosidad.

Del mar. Me ocurre lo contrario, cuando estoy lejos del mar me falta el aire, la meseta me ahoga.

De follar. “oiga, oiga, que hay niños delante”. Me parece que tengo una tarde sensible, debe ser la niebla.

De palabras. Ayer dejé unas cuantas, si alguna te parece apropiada para seducirla, follártela o amarla a fondo (¿no es lo mismo?, no, ya entiendo que no) no dudes en hacer uso de la misma (palabra).

De literatura. Muchos son los llamados y pocos los escogidos.
De erecciones. No lo niego, nunca he negado ninguna de mis erecciones.

De bueyes y terneros. Estoy terminando un libro de Mo Yan, “La vida y la muerte me están desgastando” , al personaje central los demonios le convierten en buey. Te lo recomiendo.

De arrastres y levantamientos. Si pinchas en las palabras en negrita del post de hoy se ampliaran tus conocimientos sobre estas actividades.

En resumen: mear fuera del tiesto, no sé exactamente en qué tipo de ocasiones se utiliza pero es la primera frase que me ha venido a la cabeza cuando he leído tu comentario (quizás porque estoy bastante mal acostumbrado).

Abrazos. Recibe el mío, cálido, como adelanto del que nos daremos más pronto que tarde. Aupa, chavalote (ya te vale, tío)

Tinta de aterrizaje dijo...

¿Hablamos de lo políticamente correcto?
Creo que follar es algo tan sutil como abrupto. Pero follar es vida, no hacerlo es enrevesarse. Y seguro que no tegustan las palabras enrevesadas, los escritores enrevesados.
Hoy creo que entiendo a Tempero. ¿No te habrá pillado con el paso cambiado?

Creo que leerte es un placer por todo lo que convocas y a la manera que lo convocas. De Cortazar nos traes un cuento desgarrador, tan poético como vital.

Un beso.

Ventana indiscreta dijo...

Querido sir. Peter:

somos muchs cosas más aparte de lo que hablamos. Está el cómo lo ahablamos, cuánto hablamos, el por qué hablamos. ¡Y tambien somos lo que comemos! ¿No? Y hay gente que no come más que miseria y son bien grandes.
En fin, que no quiero calentar nada dero con ese inicio citando a Canetti y ese final de '(ya te vale, tío) creo que te ha salido cierto tufillo conservador. No has entendido a Manuel. Por supuesto que tu blog no es un burdel. No le has entendido, repito.

A modo de consejos (y dios me libre de darlos) te dejo estos de uno muy pero que muy grande:

en este enlace:

http://cualquiercosismo.blogspot.com/2010/09/onetti-aconseja.html

Este en especial:

IV. No escriban jamás pensando en la crítica, en los amigos o parientes, en la dulce novia o esposa. Ni siquiera en el lector hipotético.

Un beso.

Pedro M. Martínez dijo...

Tinta de aterrizaje, no sé de qué hablamos, sé de qué hablo, nunca he sido políticamente correcto, en los últimos tiempos he aprendido a ser correcto (bueno, no del todo, estoy en ello), nunca me ha gustado follar (quiero decir que nunca me ha gustado llamarlo así), ciertamente no hacerlo es, además de enrevesarse, privarse de…(sería demasiado largo de explicar, tú me entiendes), me gustan también palabras y escritores enrevesados (en realidad son los que más me gustan), he entendido a Tempero, le he agradecido su comentario, posiblemente me ha pillado con el paso cambiado, procuro cambiarlo mucho (no solo el paso), en cualquier caso en mi página hay gran variedad de gustos, opiniones, saberes y decires, gracias por considerar un placer leer lo que escribo, convoco como sé, con naturalidad (lo intento, al menos), de Cortázar aprendo, y lo comparto, un beso y mi agradecimiento por haber cambiado tu tono habitual (poético, conciso) en este comentario (dice más de lo que dice), ay. Otro beso.

Pedro M. Martínez dijo...

Mi querida Ventana indiscreta, desde que me he hecho mayor escribo (casi) siempre desde el cariño sincero. Si no lo hay no escribo (muchas veces no escribo, no contesto, por falta de tiempo, necesitaría días más largos). Sí le he entendido a Manuel, por eso le he contestado a la velocidad del rayo, para no perder ese entendimiento. Aprecio mucho a Manuel, como persona y como escritor (¡como escribe el tío!) por eso (también) le he contestado tan extenso, para que sepa que le he entendido. Como a todos (o a algunos), a veces me salen prontos así, qué menos. También me salen tufillos de todo tipo. Es decir que soy una persona muy normal (¿es bueno eso?). Que cualquiera opine que mi blog sea una cosa u otra no me preocupa lo más mínimo (me preocupa mi propia opinión sobre mi trabajo). Ocurre que a mi blog no solo entro yo y ahí, según, lo que digan, sí me preocupa por lo que pueda tocar a los lectores. (en un burdel están el propietario, las prostitutas, los clientes, los palanganeros, la señora que vende preservativos y compresas, los mirones activos, los mirones impotentes, los soplones, el portero o porteros, los proxenetas -antes se llamaban macarras-, alguna autoridad de incógnito y no sigo porque, como ya he dicho, no he ido nunca a un sitio así).
Sofía, créeme, escribo con cariño, con (mucho) sentido del humor (lo intento al menos), con amplitud de miras, con respeto, admitiendo todo tipo de opiniones y comentarios, contestándolos cuando puedo, sintiendo muy feliz y agradecido por tanto amor como recibo. Además (aunque tengo muchos problemas, trato de relativizarlos) disfruto de un momento post vacacional (he disfrutado muchísimo estas vacaciones) en el que quiero saborear los días, gozarlos, al vida es muy corta.
Onetti. No me gusta demasiado, una persona que está cinco años en la cama no me cae bien, aunque escriba de maravilla. Y es que escribir es apenas una actividad más. Mi blog no es (por fin me he convencido) un blog literario. Por dos cosas fundamentalmente, 1º porque me falta muchísimo para intentar escribir (ni siquiera medianamente) 2º porque prefiero compartir, dialogar, aprender, disfrutar, variar, vivir. Pero de sus consejos sigo uno hace mucho tiempo X. Mientan siempre., la mentira es la cumbre de la literatura (la verdad es tan aburrida).
Escribiéndote todo esto no he mentido.
Y este beso tampoco es mentira.

gaia07 dijo...

Subyugada me tienes, pero no el blog, tú.

Besos

ybris dijo...

Hablaba con Arantza, poco ha, sobre tu blog y sobre ti mientras un tercero -en discordia se suele decir, pero en realidad era en concordia- insistía en que las entradas de un blog deben ser breves porque el lector busca el contacto con muchos dentro de un tiempo limitado.
No recuerdo ahora las palabras con que intervine allí pero sí sé que (ahora lo veo con claridad meridiana desde mi atalaya de lector que no busca -contigo nunca se pudo buscar- el "do ut des" del intercambio de comentarios sino el de la mirada y la lectura sencilla) cada blog tiene sus lectores, seguramente porque encuentran en él algo que leer, espigar, sentir o conmpartir.
Así que unas veces no leo sino que me asomo y callo y otras, como hoy, me quito el reloj y me digo -segunda vez que lo hago hoy después de leer sin tiempo un poema larguísimo e impactante- que al juego terco de escribir aquí le corresponde el juego contumaz de leer aquí, aunque no haga hoy otra cosa en esta soledad de las horas tempranas, con los ojos que corresponden a cada caso: despacísimo a Cortázar, detenidamente a ti, porque la literatura es una cosa y el juego, otra.
Sé muy bien que el día que tú quisieras hacer literatura de las de publicar conseguirías alcanzar las altas cotas de los mejores porque ni los mejores se habrían entrenado como tú con este juego diario de las letras, de las palabras, de la comunicación y de la conquista diaria de un espacio propio que muchos necesitarían.
Nada más. Mi comentario es también un juego, pero un juego sincero en el que quiero demostrar que te he leído y estoy aquí desde las cinco menos cuarto de la madrugada de esta lluvioso amanecer otoñal madrileño.

Un fuerte y sincero abrazo cuando, con el dedo ya dispuesto sobre la casilla de "publicar comentario" compruebo en la barra inferior que son las 5:50.

Pedro M. Martínez dijo...

Embelesada gaia07, qué suerte tenemos (cada uno por una cosa diferente, que es la misma).
Lástima (o suerte) de distancia.
No sé (sí sé) qué decir.
Un beso.

Pedro M. Martínez dijo...

ybris, leo: Pasan lentos los días/ y muchas veces estuvimos solos./ Pero luego hay momentos felices/ para dejarse ser en amistad.(Gil de Biedma)

Y te abrazo en silencio porqué sé que sabes que no hace falta más. Entender es un chispazo, un zas en el que no hacen falta palabras. Muchas gracias.

En otro orden de cosas. Un día en el que la página (me resisto a escribir “mi página”, me da apuro, como que no me pertenece) tuvo un elevado número de visitantes (que leyeran o no es otra cosa), sorprendido, lo comenté con T. T qué, por principio no entra en el blog, sin girar la cabeza me dijo “no te lo creerás, ¿no?” y siguió a lo suyo.
Si tuviera capacidad (que no la tengo) estudiaría el fenómeno de comunicación que es un blog, no solo de conocimientos sino, y esto es lo bueno, de sentimientos. No es literatura, no (hay miles de buenos libros esperándonos), el que escribe y el que lee están ahí, de frente, mirándose a los ojos, sin alturas. Uno deja su mentira y su verdad y otro la interpreta y la hace suya (a veces). Hay algo mágico en eso, hay humanidad, hay soledad y hambre y sinceridad y vida y amor y necesidad y curiosidad y tiempo y dedicación y rabia y tantas cosas. No hay que escribir bien (eso es subjetivo ¿qué es escribir bien?) hay que darse y dejar el alma ahí (aunque esté pintada, hay que saberla pintar) el resto lo pone el que lo recibe, el que mira el cuadro. Mágico, Ybris, ya te digo. Lástima que en la vida hay que hacer tantas cosas, tantas obligaciones, tantos malos ratos (y buenos, claro), este es un mundo anónimo y feliz.
Segundo abrazo y segundo agradecimiento.

Tesa dijo...

No sé dónde está el truco, el motivo, la gracia, por la que un blog puede atraer y retener al lector.
Mucha gente llega de paso, desde google, porque alguno de los títulos de post coincidan con sus criterios de búsqueda.
O a través de enlaces de conocidos, porque les llama la atención la imagen expuesta. Eso no quiere decir que se queden.
La verdad es que todos tenemos cuatro o cinco lectores fieles, y para de contar.

Saludos Pedro.
PD.- ¿Te falta CORTAR TRONCOS, de la lista de deportes típicos, no?
:)

mirada dijo...

:-)
(si fuese en presente, cara a cara, este emoticono que acabo de colocar mi mirada, no necesitaría escribirla...)
Estoy muy orgullosa de ti, muy agradecida, eres un hombre extraordinario, y un escritor que ama la vida, la imaginaria y las miles de realidades de cada momento...
Gracias por todas tus aportaciones, y las que seguirán, nos llenan de cositas buenas, siempre....

Pedro M. Martínez dijo...

Tesa, tampoco yo sé dónde está el truco. No me importa demasiado. En mi caso solo puedo hacer el blog como me gusta y sé, intentar hacerlo a mi gusto, el resto ya entra fuera de mi jurisdicción .
Sobre todo sé que esta es una actividad más (pequeña) dentro de lo que hago diariamente (por suerte, claro, con todo lo que hay por hacer).
Tener lectores fieles es algo que tampoco sé ni quiero controlar ¿cómo hacerlo?. Una vez dejé encendida mi webcam pero no se veía nada, solo mi cara en un cuadradito en una esquina de la pantalla, vigilando. Jajajajajajaja
Sí, me falta cortar troncos y algunos más. Son deportes típicos, generalmente rurales, con muchas apuestas. Ven y cuéntalo.
Buen fin de semana.

Pedro M. Martínez dijo...

mirada, oye, nosotros que somos ¿lectores mutuos o amigos? Es que estoy ya un poco liado con tantas definiciones y etiquetas. ¿Hace falta conocerse para ser amigo? ¿Cuánto, en qué profundidad hay que leer para ser lector? Un lío. Es viernes, llueve, viva la vida, te deseo lo mejor, te beso sin imaginación, tal cual, como me sale. Guapa (sé que te debo contestación, lo haré)

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