martes, 22 de junio de 2010

Varita mágica.


En casa tenemos una varita mágica.
Se la regalaron a Conchi en una convención, no recuerdo si de brujas o de hadas.
Por supuesto realiza encantamientos, niebla de colores, cambia el agua en vino, pequeñas explosiones, esas cosas de la magia. Y habla

Al principio nos hacía ilusión, venían las visitas y presumíamos de varita mágica, con un abracadabra se movían las sillas, saludaba por su nombre a las señoras, descolocaba los cuadros del salón. Nunca nos atrevimos a convertir a ningún niño en gato, ni a don Anselmo en loro.

Con el tiempo nos aburrimos y la dejamos en la biblioteca, entre las enciclopedias encuadernadas del ABC y la colección de cine del siglo XX. La realidad es que nos olvidamos de ella totalmente

Hace unas noches dormíamos y comenzó a hablar, la varita, sola, no callaba, se expresaba con fluidez, lo mismo en castellano que en inglés, en polaco, en euskera, dominaba todas las lenguas. Nos hizo gracia, el lunes, el martes nos despertó a las cuatro de la madrugada, el miércoles estuve a punto de tirarla por la ventana, no callaba, el jueves la metimos en la cama, entre los dos, se durmió.

A eso de las doce ha tomado la costumbre de ronronear, entonces la colocamos sobre un almohadón de cretona y pasa la noche a nuestro lado. Ah, por su parte llena de estrellas fluorescentes el techo del dormitorio, es una varita mágica y mimosa.

Pero ahí no acaba todo, el sábado me desperté, noté que me acariciaban, una bella mujer me abrazaba, parecía un encantamiento, nos fundimos en un largo beso y no puedo describir lo que ocurrió a continuación. Justo cuando estábamos en la postura del misionero entró Conchi. “La varita, la varita…”, balbuceé, pero no me hizo caso, despidió a la mujer con un gesto serio, sin alterarse le echó la ropa a la cara. Después sacó la maleta verde y me dijo, “tienes diez minutos”.

Y aquí estoy, sentado en el felpudo del portal, atónito, con la maleta en una mano y la varita, mágica, en la otra, sin entender qué diablos ha pasado, desencantado.

Es lo que tiene la magia, 



4 comments :

Arantza G. dijo...

Eso es lo que trae meter un tercer elemento en la cama. Luego no hay magia que valga... pensándolo mejor, la varita siempre podrá transformarse en una tienda campaña.
Un beso

Madame Vaudeville (Chus Álvarez) dijo...

Jajajajaja!! Buen relato, sí señor.
Un saludín

gaia07 dijo...

Hay que tener cuidado con lo que metes en casa. Se empieza por no dar importancia a los detalles, se sigue, acomodándose uno a la rutina, y se termina por cometer un atentado contra la propia ignorancia.

Después solo te queda convertirte en mago.
Besos, Gandalf el blanco.

 Mayte dijo...

Las varitas siempre llevan engaño, se deslizan despacio tras su dueña-o agazapados para hacer de brujerias la noche previa...al santo.

Bikiño;)

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