martes, 24 de septiembre de 2013

Clavicémbalo.


«Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la consciencia de los de mi parte el pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi parte están construyendo. Y en ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes». (Antonio Gramsci )




Me voy a comprar un clavicémbalo, lo anclaré en el salón para acariciarlo cuando pase a mi cuarto por las noches. Una vez nos tengamos confianza, en la fase posterior, el tuteo y eso, aprenderé a tocarlo en humedad y profundidad (en octubre estoy apuntado a unos cursos en la catequesis de mi parroquia).

Desde pequeño he tenido ilusión de saber tocar un instrumento (risas del público). Un tío por parte de mi padre me regaló una armónica pero no me gustaba el sonido y la tiré a la ría, un acto simbólico, premonitorio. Por eso opto por el clavicémbalo, para evitar tentaciones.

Esta tarde/noche firmo el primer pago, la primera letra, un pulso con mi incapacidad para la música, conocimientos acumulándose en mi cabeza como el agua de lluvia en un canalón obstruido, amontonándose con otras artes en actividades absurdas, nadar en un mar de helechos, surcar de este a oeste el desierto de la espalda de la mujer que amo, sumergirme en el palpitante y oscuro mapa de su deseo (o en el del mío, a veces), amar por no dormir, hablar por no callar, escribir para no decir excepto que el martes es un día soleado, apropiado para comprarme un clavicémbalo (no sé si lo tendrán de mi talla, preguntaré).

Estoy en un momento de cambio (llevo en ello un año menos nueve días) y aún no termino de creérmelo.  Esta es la conquista de mi libertad, la prisión del ocio, envejecer mientras camino por las orillas de una ría de peces ciegos y recuerdo de ahogados, el límite entre lo que era y lo que soy (me lleno de suspiros, si alguna vez he sabido, se me ha olvidado escribir, y de qué).  

A lo mío, empezaré con Bach, qué menos.



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