No, Parker no es japonés.
Es muy curioso este Parker.
Pedro M Martínez
Es muy curioso este Parker.
Es miércoles, Parker está sentado en un banco al lado del Barrio Rojo de Ámsterdam y el sol no brillará nunca más. Llama por teléfono a Marie, dice que se le ha acabado el saldo, que le llama a cobro revertido. Ella no sabe qué es eso y dice que no, no, no. Cuelga. Curiosamente en vez de un beep beep suena una canción de Mocedades que le/me gusta porque le trae recuerdos de una donostiarra trasplantada a la que grababa casetes y papiros.
Es que, según
dice Parker, Marie es un poco como esa canción, tan tierna, tan limpia, tan de
club parroquial, tan de llevar el cantarillo a la fuente, tan Amaya (mucho más
guapa), tan sorprendida por ese aprendiz de poeta extranjero que le envía
sonetos envueltos en hojas de lechuga, en alas de mirlos, en cortezas de
melocotón ensartadas por una daga que escarba en recuerdos que están tan en el
fondo que al ver la luz brillan como fuegos artificiales de fiestas de agosto,
así no hay quién resista el dolor de tanto tiempo pasado, de tanta alegría
retenida, de enseñar el cielo en la palma de la mano, nada por aquí, nada por
allá y en un zas desaparece el universo y solo queda la soledad, el vacío, el
eco y esta canción que Parker tararea en su móvil fuera de cobertura.
Los
gustos, las inquietudes, las opciones, las tendencias, la sorpresa, el
entusiasmo, la curiosidad, el tiempo, la experiencia, las vivencias, la
necesidad, el alimento del espíritu, las creencias, la esperanza, los enigmas,
caminando por un sendero que se estrecha ayer descubrí este vivero de vídeos y
me alegré. La poesía. Magdelaine. Disfruten.
Aunque en la UCI pensaba que no era el momento oportuno lo presentía, los médicos movían la cabeza pero no me decían que me estaba muriendo
Sí, hace unos años hablé con la Muerte.
Mañana hay partido del Athletic–le dije-, pronto será la comunión del niño, el jueves la despedida de soltero de Juan, la verdad es que me pilla fatal.
Ella, la Muerte, no dijo nada, solo estaba quieta ahí delante.
No lo trivializo, no me importaba morirme, qué remedio, no era por mí, la verdad, pero mis hijos todavía eran pequeños, no era cosa de dejarles huérfanos, así, con esos ojitos que me miraban asustados. ¿Qué le pasa a papá?
En esa charla el sol entraba por la ventana, por la noche la cosa fue diferente. Allí estaba la Muerte, otra vez, sentada, vestida de blanco, con las piernas cruzadas y una mirada obscena. Yo no tenía fuerza ni para levantar los brazos, ni mover el cuello, no podía hablar. Sentí miedo, mucho miedo. No quería dormir porque temía no despertar nunca más. Aun así intenté mantener la mirada a la Muerte travestida antes de cerrar los ojos, agotado.
Entré en un pasillo iluminado con la luz más brillante que jamás había
visto.
Había una zona oscura y ahí me paré
Al día siguiente desperté y supe que esa noche no era aún la noche pero que la Muerte había estado sentada frente a mí a menos de dos metros. Todavía tiemblo al recordarlo.
Parker
castiga su espalda con un manojo de pájaros puntiagudos, como un penitente
picado de la Sonsierra, como un monje en la celda de no verla, como un triste
solitario asomando en el horizonte de dientes de sierra donde se oculta el sol.
Está ya muy, tan lejos de esa mujer distante, fría como la noche del encuentro
frente al jardín que arrasaba la escarcha, frente al paisaje de trinos y luces
catalanas, el mar al fondo, una mirada imaginada tras los cristales y ella,
presente, misteriosa, hechicera, gimiendo en sus oídos temblorosos, asustados
de tanta dicha, tanta felicidad llevándoles de las manos entre bosques
mediterráneos.
Al
regreso se borraron los caminos.
No
puede distinguirla en los mapas de su memoria.
¿Dónde
estará ahora?
Parker está inquieto, sabe que en estos tiempos difíciles es algo así como un atribulado equilibrista de provincias. Aún no ha firmado los tratados al uso pero es consciente que se está convirtiendo en un varón en proceso de progresiva rendición. Con todo, no se deja seducir por halagos parasitarios ni por lisonjas. Él piensa que su corazón es un submarino nuclear bajo los hielos del Ártico, en breve la realidad le dirá que es un pez colgado de un anzuelo dando bocanadas en el muelle de cemento de la soledad.
Parker sabe que hay temas que interesan más que otros, es más, sabe que hay temas que no interesan a nadie, nada.
Una vez amé a un hombre que era muy parecido al desierto, y antes de eso amé el desierto. No era por cosas concretas, sino por el espacio entre ellas, por esa abundancia de ausencia: esa es la atracción que ejerce el desierto.
Rebecca Solnit. "Una guía sobre el arte de perderse",
Traducción de Clara Ministral
Para Betty.
Parker
era bien, hasta una fecha era bien. Cuando llegó el desplazamiento a Anchorage
derivó en mal, frío, banderas. Tres meses así. Solo podía salir algún fin de
semana, ducha, ropa de paisano, la taberna a una milla del cuartel. Invisible o
lo que es peor, apestado, con un rótulo en la frente, go home. Pasó como todo
pasa, rápido. La advertencia quedó anotada.
Un
largo periodo de bien o ya te digo. Ahora Parker intenta la rutina del café
como preámbulo. Al cuarto No sospecha que mal, se mira al espejo, entre las
arrugas de la frente el rótulo, out
of service. Lo entiende.
Lo has descubierto, tengo oculta en la manga una
respuesta, agria, no lo intentes. Te lo he dicho mil veces, no me gusta Fallout ni
esas tonterías, no soy un adolescente, tengo veinte años, no necesito cuentos
de ciencia ficción ni futuro, quiero el ahora de tu espalda y tus muslos, eso
que sueño mientras tú te maquillas como una puerta de Marte y te vas con esos
frikis a los que en breve romperé los morros. Mientras reparto pizzas de Glovo por las
noches de Bilbao pienso en las migajas de tu sonrisa cuando nos cruzamos en la
escalera, en mi guerra contra la industria militar, los polos que se derriten y
los galgos abandonados después de la cacería. La próxima vez que vuelvas la
cara y no me saludes puedes tacharme de tu lista de admiradores, creída, en
cuarto no eras tan altiva, cuando nos besamos con lengua en el gimnasio oscuro.
699345767, por si cambias de opinión.