Disparando al pianista.
Edvard Isto, The Attack, 1899
One, two, three, desde aquí puedo irme corriendo hasta la otra
esquina de la calle, a otra esquina de la siguiente manzana, de otro pueblo,
darme la vuelta, jadeando, sí, mirar la distancia, sopesar si merece la pena
regresar al punto de partida, recobrar el pulso, volver a pensarlo y justo en
ese momento llegan en tromba los otros corredores y ya he vuelto a quedar el
último de la fila, sé que puedo quedar el primero, el cuarto como mucho, pero
no quiero correr tanto de madrugada, que ganen ellos mientras incrusto
minúsculas piezas de relojero en el poema que intento escribir y no sé para qué
sirven, la verdad, pero hacen que esto, esto, parezca una máquina moderna de
luces, clinc, humo, jazz, música de pianola y camino a grandes zancadas
a su lado echando flores entre los bueyes y las ruedas como en una boda antigua
en Durango y creo que nadie sabe lo que ocurría here, there or everywhere en el
año del gato, en el 81, en el 93, vaya usted a saber, que no es necesario haber
nacido antes, que está eso de los libros, la historia, la voz y no me mire con
esa cara, no, al menos no de tan lejos que estoy operado y veo lo que leo y me
entero y ja, qué majo, un señorón, eso decía el Productor allá en la Casa del
Pueblo, con sus magníficos frescos de Higgins, con la ilusión de JT chorreando
en sus cuadros de colores con cabezas de vírgenes y de perros, con altares y
misterio, camareros sirviendo mezcal y chelas y aquello fue un gran momento y
tuve la suerte de estar allí sin ojos impasibles sino lo contrario, una sonrisa
entre los taciturnos visitantes del otro lado de la reputación, veamos, este es
un texto que empecé para E. y se me fue para un lado sin poder detenerlo, tomó
vida propia y así se queda, con el triunfo de la compasión firmado, dedicado y
en la ventana, es lo que tiene .
2 comments :
Los textos tienen vida propia, y es bueno que sea así, no llevan bien la correa, las imposiciones... hace años yo también corría, corría a todas partes, soñaba que llegaba primero, pero siempre llegaba tarde, me convertí en un poema...
Beauséant, mis textos, pobrecitos, sobreviven como peces en pecera mínima, ni siquiera asediados por gatos Silvestre, melancólicos de Piolines aguerridos y sagaces. El pasado, los tiempos del verbo en pasado se me quedan incrustados en la laringe y apenas puedo contener la nostalgia y el miedo a los recuerdos, yo corría y llegaba, yo nadaba y llegaba, yo subo al monte y llego, yo soy, todavía, el poema es de los otros, me conformo con seguir, no rendirme, aquí es una paradoja, yo estoy allí, en lo real. Ya en jueves, corre Mayo.
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