miércoles, 3 de julio de 2024

Deseos

 


DESEOS 

Grace Paley

Vi a mi ex marido en la calle. Estaba sentada en las escaleras de la nueva biblioteca. Hola, mi vida, dije. Habíamos estado casados veintisiete años, así que me sentía justificada. Él dijo, ¿Qué? ¿Qué vida? La mía desde luego que no. Y yo, Bueno. No discuto cuando hay verdadera discrepancia. Me levanté y entré en la biblioteca a ver cuánto debía. La bibliotecaria dijo que treinta y dos dólares en total, y lleva usted debiéndolos dieciocho años. No negué nada. Porque no entiendo cómo pasa el tiempo. He tenido esos libros. He pensado con frecuencia en ellos. La biblioteca sólo queda a dos manzanas. Mi ex marido me siguió a la sección  de devolución de libros. Interrumpió a la bibliotecaria, que tenía más que decir. En varios sentidos, dijo, cuando miro hacia atrás, atribuyo la disolución de nuestro matrimonio al hecho de que nunca invitaste a cenar a los Bertram. Es posible, dije. Pero, en realidad, si recuerdas: primero, mi padre estaba enfermo aquel viernes, luego nacieron los niños, luego tuve aquellas reuniones de los martes por la noche, luego empezó la guerra. Luego, era como si ya no les conociésemos. Pero tienes razón. Debería haberles invitado a cenar. Entregué a la bibliotecaria un cheque de treinta y dos dólares. Confió plenamente en mí, se echó a la espalda mi pasado, dejó limpio mi expediente, que es exactamente lo que jamás harán las otras burocracias municipales y/o estatales. Pedí prestados de nuevo los dos libros de Edith Wharton que acababa de devolver, porque hacía mucho tiempo que los había leído y ahora son más oportunos que nunca. Los libros eran The House of Mirth y The Children, que trata de cómo cambió la vida de Estados Unidos en Nueva York en veintisiete años, hace cincuenta. Una cosa agradable que recuerdo muy bien es el desayuno, dijo mi ex marido. Me sorprendió. Nunca tomábamos más que café. Luego recordé que había un agujero en la pared del armario de la cocina que daba al apartamento contiguo. Allí siempre tomaban tocino ahumado, curado con azúcar. Daba una sensación majestuosa a nuestro desayuno, aunque nosotros nunca llegáramos a quedar ahítos. Eso fue cuando éramos pobres, dije. ¿Es que alguna vez fuimos ricos?, preguntó. Bueno, con el paso del tiempo, a medida que nuestras responsabilidades aumentaron, ya no pasamos necesidades ni apuros. Tú lograste resolver los problemas económicos, le recordé. Los niños iban de colonias cuatro semanas al año y llevaban ponchos decentes, con sacos de dormir y botas, como todos los demás. Tenían un aspecto espléndido. Nuestra casa estaba caldeada en invierno, teníamos unos cojines rojos muy lindos, y otras muchas cosas. Yo quería un barco de vela, dijo. Pero tú no querías nada. No te mortifiques, dije. Nunca es demasiado tarde. ¡No!, dijo con gran amargura. Puedo conseguir un barco de vela. La verdad es que tengo el dinero suficiente para una goleta. Me van muy bien las cosas este año, y creo que me irán aún mejor. En cuanto a ti, es demasiado tarde. Tú nunca desearás nada. A lo largo de aquellos veintisiete años mi ex marido había tenido la costumbre de hacer comentarios hirientes que, como el desatrancador del fontanero, se abrieran paso oído abajo, bajaran por la garganta y llegaran hasta mi corazón. Y entonces desaparecía y me dejaba con aquella sensación de opresión que casi me ahogaba. Lo que quiero decir es que me senté en las escaleras e la biblioteca y él se fue. Eché un vistazo a The House of Mirth, pero perdí interés. Me sentía sumamente acusada. Qué le vamos a hacer, es verdad, ando escasa de deseos y de necesidades absolutas. Pero la verdad es que hay cosas que quiero. Quiero, por ejemplo, ser una persona distinta. Quiero ser la mujer que devuelve esos dos libros en dos semanas. Quiero ser la ciudadana eficaz que cambia el sistema escolar y comunica al Comité de Presupuestos los problemas de este querido centro urbano. Había prometido a mis hijos poner fin a las guerras antes de que fueran mayores. Hubiera querido estar casada para siempre con la misma persona, bien mi ex marido, bien mi marido actual. Cualquiera de los dos tiene suficiente personalidad para llenar una vida, lo cual, si bien se mira, tampoco es tanto tiempo. En una vida breve no puedes agotar las cualidades del hombre ni meterte debajo de la roca de sus argumentos. Esta mañana, precisamente, me asomé a la ventana para mirar un rato la calle y vi que los pequeños sicomoros que el ayuntamiento había plantado soñadoramente un par de años antes de que nacieran los niños habían llegado a su plenitud. ¡Bueno! Decidí devolver aquellos dos libros a la biblioteca. Lo cual demuestra que, cuando surge una persona o un acontecimiento que me conmueve o me hace darme cuanta de mi propia valía, soy capaz de obrar de manera adecuada, aunque sea más conocida por mis comentarios afables.

 [Traducción de J. M. Álvarez Flórez Y Ángela Pérez]

Cuento recogido en 'Cuentos completos' (Anagrama), publicado por primera vez  en el volumen 'Enormes cambios en el último momento' (1974)

martes, 2 de julio de 2024

Seguridad emocional

 



Llegué, llovía, ella esperaba en el andén entre emigrantes de sí mismos y faraones sin séquito, sin camellos ni equipaje. Un taxi amarillo sorteó los charcos y nos dejó indecisos frente al hotel con habitaciones como metáforas.

Hacía pocos días que habían ahorcado a los últimos adúlteros y tuvimos un exquisito cuidado en falsear miradas de fogata, arrullos previos, los brazos estaban silenciosos, el corazón latía en un tres por cuatro de blues arrabalero no fuera  a ser que después de tanto tiempo en la hondonada de no vernos, nos devorásemos con los ojos en el hall inhóspito, una rebelión de dedos y labios, ojos descascarillándonos mutuamente. 

En los pasillos policías informados, uniformados en negro en busca de cualquier atisbo de cariño, pasión dentro del armario, deseos humedeciendo las paredes con papel pintado en verde, gorriones en la balaustrada de los suicidas.

Dentro, en la habitación, room 201, el paisaje de la colcha con pájaros bordados que ella, escrupulosa, retiró con dos dedos, el runrún del aire acondicionado, un desayuno inglés, lo que quedaba, las sábanas aún tibias, olor del otro, Otro, mi suplencia.

“Voy a ducharme”, dijo, esperé,  me entretuve en imitar voces, en mirar el iPhone con disimulo, en comprobar que los músculos estaban tensos. Salió desnuda, secándose el pelo gris con una toalla anaranjada, no entendí qué me gustaba de aquel cuerpo enjuto de muñeca rusa, luego habló y el mundo se volvió del revés justo en el momento en que los soldados de seguridad emocional entraron en tromba y ya todo fue confusión y golpes.

lunes, 1 de julio de 2024

La peau douce



Uno/a ve “La piel suave” (1964) de Truffaut y le gusta o no le gusta (a mi me ha gustado). 60 años después uno/a no puede criticar esta película si en 1964 no tenía uso de razón (es decir, tú te callas -pero, pero- ¡que te calles!). A estas alturas de la(s) película(s) Truffaut está por encima del bien, del mal y del regular, Truffaut es de otra dimensión, hay muchos directores/as de cine, claro, pero ahora uno/a está hablando de este. La película, ah sí, la película, pues es una especie de cuento moral, de advertencia, de crítica, de ejercicio de estilo, de denuncia, de aprendizaje (es su cuarto trabajo, siempre se está aprendiendo), de lucimiento, un documento de una época (vista ahora, entonces era la actualidad, que hay que decirlo todo), unas actuaciones soberbias, Jean Desailly magnífico, Françoise Dorléac luce, Nelly Benedetti como mujer engañada es perfecta, la fotografía recreándose en detalles, la música acertada, en su tiempo no gustó y ahora no es una obra de arte pero es la cuarta película de Truffaut y a un servidor de ustedes le ha gustado. 

Gracias Carmen.



Moraleja: no engañéis a vuestras parejas que luego pasa lo que pasa.


Obsevaciones: 

Un escritor de éxito al que nunca se le ve escribir.

Un duplex lujoso en el centro de Paris y una oficina cutre.

Un hombre de mundo, alabado por su trabajo y conocimientos y con poca vista para escoger compañía femenina.

Una esposa de las de antes.

¿Paris era así?, no somos nada.


https://www.cinefilia.blog/2021/08/la-piel-suave-1964.html


,


Mi foto
Bilbao, Euskadi
pedromg@gmail.com

Creative Commons License Page copy protected against web site content infringement by Copyscape ecoestadistica.com site statistics

Vistas de página en total

Lo que hay.(Desde 08.02.07)

Se quedaron

Así vamos

Aquí desde 08.02.2007

(Antes en Blogia desde 07.2004)

(Y mucho antes en "La tertulia en Mizar")

6.843 entradas