domingo, 8 de junio de 2025

Peatón con futbolín

 

Francesc Català-Roca - Peatón con futbolín, Madrid, 1953

Un lelo, ensimismado en lo que escribo, corto de miras, sin mirar a los lados, no como esos reptiles de mirada periférica, un camaleón por ejemplo, no, con orejeras, mirándome el ombligo sin cesar, sin mirar hacia otros lados, que los hay, vaya si los hay, leer, sentirlo, admirarme acomplejándome, empequeñeciéndome, agarrándome al absurdo de la estadística, que sí, que de escribir  sentimientos que nacen dentro de la piel, debajo, en las entrañas, por ahí, doliente voz borboteando en inviernos del alma, amor encontrado en Ella, en otras Ella, en una estación de tren de Barcelona, paso a escribir como un amanuense, un monje benedictino que copia textos desde la esquina del cerebro que organiza un Stockhausen  ibérico, un burgués emocionalmente inestable, al borde de la melancolía, un perro negro a punto de morderme las pantorrillas, a nadie le importa esta retahíla de boberías alienadas en el escaparate, lo sé, mi espejo habla, habla el que en él se refleja y dice, me dice, espabila, chaval déjate de nostalgias del piso de Tívoli, infancias en una cocina luminosa entre mujeres y risas, salto al vacío de la vida, soledades compartidas, las garras del trabajo, el primer beso en la sombra, el tedio, el miedo, el amor como una losa, siempre una Ella en la confluencia entre ser y no haber sido, esperando su llegada, su paso, y no venía, llegó tantos años después, podemos ser amigos, ¡no!, que no quiero ser su amigo, solo, que quiero su cuerpo enjuto y pálido abrazado al mío en la ternura, crucificados a besos nunca dados, inventar la dulzura de una voz ahora tan ronca, definir la pasión, imaginar caricias en sus muslos, esto es así, empieza en uno y termina en infinito en esas madrugadas plomizas en las que el viento alborota las ideas que van de un sitio a otro,  de la alameda llega el silbido entre los árboles, una ausencia hizo la otra, melodía prófuga, la vida pasa en tres minutos de una canción de Sinatra, my way, descifrar lo incomprensible, la travesía de los días, vivirlos con el corazón colgado de un bramante de sueños desmedidos, mirar la luna hasta perder la razón, si aún quedaba, el desaliento de las amistades que se fueron, recuerdo las playas, las blandas arenas que he pisado en bajamar, los brazos bronceados, las huellas en la orilla, su bikini escueto y verde, sus caderas generosas, mi cuerpo varado junto al suyo en las noches oscuras y cálidas, un aeropuerto en Bruselas, la retirada cuando me reñía, sus labios llamándome luego, ven, desnudos sobre el crepúsculo, el nuestro, un tiovivo de voces, su acento dulce, la escarcha de las despedidas, no te vayas , amor, ¿volverás?, como un funámbulo sin equilibrio, caminando sobre un alambre tenso, sin red abajo, me rompí las piernas, el alma, las ilusiones, la esperanza, nadie aplaudía ya, los violines, aquella orquesta  pagada, toquen otro vals, el último ¿Qué queda?

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