Midtown, 1949. Ruth Orkin
Sabía que estaba cerca. A la vuelta de la
esquina, me dijo. Una forma de hablar, supongo. La fecha se acercaba con un
alfabeto de consignas y claveles. Todavía en el entresuelo flotaba el aroma del
silencio, de las palabras muertas.
Ella hablaba poco, la verdad, con mi cabeza en
su regazo contaba mis ideas detrás de los párpados, jugábamos a adivinar que
sería lo próximo, persistíamos en el error, su cama.
Trazamos un mapa con caminos en amarillo y
parasoles los miércoles, (su único día
libre, lo aclaro porque es importante en el desenlace), hicimos un pequeño
agujero en el telón para espiar a los espectadores, sus reacciones, la sala siempre
estaba vacía.
Aquel día era martes. Ahí se abrió la brecha. Ella
que no, yo que sí. Hay historias, bellas historias de amor, de rosas, de
sueños, que terminan en un plis plas.
A veces pienso que debería haber esperado un
día.
Qué me costaba?
Pero es mi carácter.
No espabilo.
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