La historia de John Aguirre. (Primera parte)
John Aguirre era culturista, narcisista, equilibrista emocional y un gran nadador, lo que no impidió que el primer domingo de julio del 1995 desapareciera en las aguas de la playa de Laga, Vizcaya. Los amigos vieron con admiración sus poderosas brazadas entre las olas y con preocupación que no regresaba a tierra.
Sus padres, su hermano, sus familiares, los vecinos le buscaron sin descanso, sin éxito, le lloraron con amargura. Aún sin resignarse, cada año, en julio, dejaron flores en el acantilado frente a la isla de Izaro.
John mantenía una relación sentimental con Arantza Malaxechevarría, una bella mujer que le añoró unos pocos meses para después casarse con un capitán de la marina mercante qué, curiosamente, murió ahogado en las costas de Trinidad Tobago.
John era inquieto y también mantenía una continuada e intensa relación sexual con Idoia López quién al no ser la novia oficial mantuvo un elegante silencio si bien su corazón estaba plagado de intenso dolor ya que del roce nace el cariño y de ahí al amor apenas hay un trecho. Idoia enlutó su alma y a pesar de que tuvo varios novios, hasta seis, jamás olvidó a John.
El tiempo pasó y cada uno siguió con sus asuntos. Cuando los padres de John fallecieron se terminó el ritual floral. Su hermano heredó. Como dijimos Arantza, viuda, tuvo una flaca memoria. Idoia, tan sentimental, mantenía una vela frente a la fotografía de un John eternamente joven.
4 comments :
No hay caso, cuando la memoria no es selectiva nos encargamos de olvidar a la fuerza.
Saludos,
J.
J. Proyecto azúcar. Quid pro quo. Ahí estuve ya. La maldición del escritor buscando lectores por las esquinas del aire. Hay un tiempo en el que dices “hasta aquí “ y te ensimismas en el espejo. ¿No hay más? NO. Es injusto (nadie dijo que la vida fuese justa). A veces es cruel porque eso que dejaste es realmente notable y queda ahí para alimento de nadie. Lo del silencio. Lo del yo no y ese sí. Rencor. Desilusión y sin embargo. Es lunes y aún no arranco, sigo amargo, yo qué sé. Nada. Gracias por venir. Saludos.
Lo malo de ponerse a nadar es que hay que saber cuando darse la vuelta. De lo contrario acaba siendo una huida sin vuelta.
Nadie nos recordará durante mucho tiempo, una novia, unos meses, una mujer, no sé, dos años... una madre sí, una madre recuerda mientras viva, pero tampoco es mucho tiempo.
Beauséant, sí, es lo malo, quieres llegar hasta el horizonte y siempre está más lejos.
Nadie nos recordará cuando nos hayamos ido. Incluso sin irnos no nos recuerda nadie.
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