miércoles, 25 de noviembre de 2015

Recuento.




La tarde que no abría y salió con el pelo suelto. La conversación por teléfono en voz baja. Un sobre entre las páginas de un libro. Cuando no quería pasear por ciertas calles. Aquella flor.

Desde la puerta,
con delicadeza,
deja la maleta sobre la alfombra,
gira la cabeza ¿sonríe?
me mira y sale.

Repentina soledad. Ni un reproche de cristales rotos. Acuclillado sobre la alfombra, sin saber cuando fue, desconsolado, odiando esa última mirada, las noches vacías, sin abrazo, sin equilibrio. Hechizo de la memoria decepcionada. Niebla en la habitación que da al patio trasero. Reloj. Silencio. Destino. Ceguera.. Tanteando el oeste de la nostalgia. Miedo al eclipse, al futuro roto. Temazepan, Zoplicone, poéticos somníferos, la tristeza cosida en el insomnio. Bucear en recuerdos. Absurda sed de abril. Quién lo hubiera dicho. Sábana, una sábana blanca cubriéndolo todo, cama, cuarto, piso, casa, barrio, pueblo, ese punto verde en el centro del mapa que el viento acaba de arrebatarme de las manos por la ventanilla del coche que me trae del juzgado, los trámites, el notario, en fin. 


1 comments :

Maribel dijo...

Un adiós siempre es difícil pronunciarlo, escucharlo, pero a veces hay que decirlo y percibirlo aunque sea en y desde el silencio.

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